Tras
el atentado de Barcelona se ha reunido el Pacto antiyihadista, del que forman
parte los principales partidos políticos, con la excepción de los
nacionalistas, IU y Podemos. El objeto de este Pacto es el de presentar un
bloque de sólida unidad de los partidos democráticos frente al terrorismo, por
encima de las lógicas dferencias ideológicas y estratégicas que los sepran en
casi todos los asuntos.
Los
partidos que no quisieron suscribir ese Pacto en 2015, se ampararon en razones
diversas que podemos encontrar más o menos justificadas, pero en todo caso
legítimas. Personalmente, creo que la razón última de los naionalistas es la de
no aparecer en una foto junto al gobierno de España, y la de IU y la de Podemos
la de no aparecer en ningún foto junto a ningún gobierno que no sea presidido
por ellos.
Hasta
aquí nada que se salga de la lógica de la pugna entre partidos, donde siempre
prima el interés electoral sobre el interés general. Donde empieza el toque
surrealista –tan acostumbrado en la política española- consiste en que esos
partidos que han decidido quedarse fuera del Pacto antiyihadista, están
encantados de asistir a las reuniones del mismo como “observadores”. Es decir: que
unos señores que no quieren formar parte de los que combaten al terrorismo (sea
por marcar distancias, por cobardía, o por simpatía con los terroristas)
reciben, sin embargo, la misma información que los que se han comprometido en
esa lucha.
La
verdad es que no sé qué es lo que me sorprende más: la cara dura de estos
mirones que quieren ver el espectáculo sin pagar la entrada, o la ingenuidad
bobalicona de los que les ponen una silla sin atreverse a darles con la puerta
en las narices.