Empieza
otro curso escolar. Esta vez muy marcado por toda clase de alteraciones,
recortes, reclamaciones y protestas. Padres y profesores unidos por el
descontento. Los primeros por que hay menos dinero para libros, becas de
comedor, y clases de apoyo. Los segundos por que se reduce su número, y el
resultado es que habrá que hacer el mismo trabajo con menos personal.
Pero ¿quién
se preocupa de la salud de la enseñanza? Todas las protestas se amparan en ella,
pero lo que piden es dinero. ¡Cómo si el aprovechamiento de la enseñanza
dependiera sólo del dinero!
Me pregunto
por qué –además de exigir al gobierno que disponga más medios para el sistema
educativo- nadie se pone a pensar de qué manera se podrían compensar los
recortes. Y hay tantas cosas que hacer en ese sentido…
¿Y si los
padres confiaran más en los profesores? ¿y si muchos padres dejaran de ser
defensores ciegos de sus hijos? ¿y si dejaran de suponer que los profesores
están ahí para fastidiarles? ¿y si permitieran menos horas de televisión a la
semana? ¿y si no se adelantaran a dar a sus hijos todo lo que no necesitan? ¿y
si les enseñaran a que las cosas hay que ganárselas con esfuerzo? ¿y si muchos
profesores no intentaran ser amigos de sus alumnos, sino maestros?