No
es que partidos como PSOE y Podemos hayan hecho mal en propugnar determinadas
políticas. No pongo en duda su buena intención al pretender corregir ciertas
actitudes. El problema no está tanto en el diagnóstico como en la sobredosis
del tratamiento aplicado.
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Es
razonable tomar medidas para evitar que unos energúmenos asesinen a sus
parejas, pero eso no se va a conseguir sustituyendo el viejo patriarcado por un
matriarcado igual de opresor.
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Es
sensato aceptar que personas de otros países se instalen en España. Pero haciéndolo
ordenadamente para trabajar y contribuir con su esfuerzo a la prosperidad
general. No asaltando fronteras, no para vivir de subvenciones.
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Es
justo procurar que cada cual decida con quien se mete en la cama. Pero sin hacer
creer a los niños que la naturaleza está loca y coloca penes y vaginas en las
personas equivocadas.
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Es
civilizado tender a que no se maltrate arbitrariamente a los animales, pero sin
olvidar que los humanos y los demás seres vivos formamos parte de una cadena
alimenticia, y que pretender suprimir esa cadena es tan ingenuo como pretender
eliminar la ley de la gravedad.
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Es
inteligente servirse del diálogo como método preferente para la resolución de conflictos.
Pero sin perder de vista que el Estado tiene la legitimidad del uso de la
fuerza cuando alguien rechaza todo diálogo que no pase por la aceptación
incondicional de sus pretensiones.
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Se
entiende que desde una ideología de izquierdas se señalen los aspectos más
negativos de los regímenes de derechas. Pero sin falsear la Historia, sin
inculcar a los jóvenes el odio retrospectivo, sin intentar hacernos creer que
regímenes como el de Nicolás Maduro son el Paraíso Terrenal en versión atea.
Respecto
a los okupas reconozco que no se me ocurre ninguna razón de utilidad social para
promocionarles, pero es posible que yo esté algo espeso. Pero otras iniciativas
pueden ser defendidas con argumentos racionales. Es la exageración sistemática
tanto en los diagnósticos como en las terapias los que terminan colmando el
vaso de las amplias tragaderas de un pueblo, por confiado y manipulable que
éste sea.