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jueves, 8 de marzo de 2018

Brindo por ellas


Hoy quiero hacer un brindis por las mujeres. Por esas mujeres afganas, saudís, marroquís, etc., cuya vida transcurre a la sombra de un varón –padre, hermano, marido o hijo-, y cuyo estatus sólo está ligeramente por encima del de un camello o una cabra.

También brindo por esas mujeres españolas que consiguen desempeñar un trabajo remunerado, además de atender el hogar, educar a los hijos, cuidar a algún familiar anciano o enfermo.

Un tercer brindis por esa mitad de la población española que nunca se jubila del todo. Esas mujeres mayores que siguen llevando todo el peso de las tareas domésticas hasta el final de sus días, o hasta que el Alzheimer borra su memoria.

Y aún a riesgo de pasarme de tragos, brindaré también por todas esas mujeres que no se hacen las víctimas porque no lo son. Las que asumen con naturalidad las diferencias biológicas que la naturaleza impone, y las consecuencia que se derivan de ellas. Las que se sienten incómodas con tantas asociaciones de mujeres, talleres para mujeres, cursos para mujeres, concursos para mujeres, casas de la mujer e institutos de la mujer. Las que no necesitan de cuotas por sexo para demostrar su valía y ascender en su carrera profesional. Las que no ven a los hombres como enemigos sino como seres humanos con las mismas virtudes y debilidades que ellas. Las que no permiten que ningún varón se erija en su guía, su protector, su amo. Las que no admiten que ninguna feminista decida el guión de su vida.

Se me acaba la botella y no puedo brindar por las otras mujeres. Las que se recrean con su resentimiento, su amargura, su victimismo, su frustración o su odio. Estoy seguro de que ellas no necesitan mi brindis. Prefieren hacer una huelga. Generala, por supuesto.