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martes, 26 de febrero de 2013

Distraer a los perros

Desde hace un par de semanas se ha desatado entre los altos cargos políticos una carrera para hacer públicas sus declaraciones del IRPF, intentando demostrar que están limpios de corrupción. Ya es chusco que en una sociedad en la que no está mal visto engañar a la compañía de seguros o simular una dolencia para obtener la baja laboral, la gente se escandalice porque los bancos no informan bien a sus clientes, o porque algunos altos cargos reciben sobresueldos. Pero lo que roza el esperpento es el intento de aparentar integridad y transparencia mediante la publicación de las declaraciones de la renta. ¿Desde cuándo se reflejan en esa declaración los ingresos ocultos? Los ciudadanos tenemos derecho a saber cuánto dinero público reciben los altos cargos. Pero lo que realmente quisiéramos saber es si reciben o no otros beneficios ilegítimos, aprovechándose de su situación de poder, y sin declararlos en ninguna parte. La publicación de las declaraciones del IRPF no tiene ningún sentido ni demuestra la honradez de nadie. Está tan fuera de lugar como si un hombre del que su mujer sospecha que le engaña con otra, le enseñara la ropa interior diciendo: “¿Ves? Mi ropa interior está limpia. Eso demuestra que no me he acostado con otra”. Los ciudadanos estamos obligados a declarar los ingresos a Hacienda. Y Hacienda debe vigilar que esas declaraciones sean correctas, y en caso contrario proceder a la sanción oportuna. Así debe ser para todos, y no hay ninguna razón para que los políticos tengan que hacer públicas las suyas. ¿Por qué no los jueces? ¿o los policías? ¿o los médicos? ¿o los empresarios? A mí esta fiebre de publicar las declaraciones de la renta me suena como el que entra a robar a una finca, y les echa unos despojos de carne a los perros guardianes para que se entretengan y no le molesten en su objetivo.

martes, 12 de febrero de 2013

A golpe de péndulo

La crisis económica, las fantasías del anterior gobierno, los incumplimientos del actual, más la marea de corrupción que nos inunda, están transformando el ánimo de la sociedad. Después de sacar pecho por ser el país con el sistema financiero “más sóllido del mundo”, y el que más kilómetros de AVE tenía, hemos tenido que agachar las orejas en la cola del paro, con los sueldos rebajados, los impuestos más altos, y los medicamentos más caros. España recorre la Historia a base de pendulazos. Millones de españoles aclamaban a Franco en la Plaza de Oriente, y el mismo número llenaba las plazas de toros para vitorear a los líderes de los partidos políticos que vinieron a llenar su hueco. Tantos millones como los que ahora claman en manifestaciones y corrillos de bar contra la “clase política” que nos esquilma. País de espectadores, que les gusta ver el fútbol, las corridas de toros, y las obras en la calle. Otra cosa es darle patadas a un balón, ponerse delante de un toro, o coger un pico. País de filias y fobias. Democracia en la que se vota más contra el que odiamos que a favor del que nos gusta. Nación que se mueve con los vaivenes del péndulo. Pueblo desconcertado que no sabe ya a quién culpar. Ni los partidos políticos de la transición iban a ser el Bien Absoluto, ni los políticos actuales son los únicos responsables de todos los males. Ni el régimen de Franco era la Maldad Infinita, ni la democracia garantiza el Bienestar Perfecto. El devenir de una sociedad es la suma de todos los esfuerzos de sus miembros. No debería extrañarnos que la política en España sea un desastre, cuando la única actividad política de la inmensa mayoría de los españoles es ver el telediario.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Manifiesto por la Regeneración de la Democracia

Unión Progreso y Democracia ha hecho público un Manifiesto por la Regeneración de la Democracia y la Refundación del Estado.

Leyendo el Manifiesto, es difícil no estar de acuerdo con todas las propuestas. Están en el ánimo de la gente. Acabar con los privilegios; limpiar la política de corrupción; reformar la Constitución; terminar con la "vieja política viciada".

Pero dudo mucho que los partidos de siempre -los que se han repartido el poder en España- acepten esas medidas. Llevan muchos años disimulando, haciendo como si España fuera una democracia avanzada. Intentan solucionar la grave enfermedad que padece España y sus instituciones con aspirinas.

Saben que aplicar el tratamiento necesario implicaría recurrir a la cirugía. Y todos ellos temen ver amputada alguna parte de su florida estructura.

Y seguirán dándonos tila y aspirinas mientras los ciudadanos no ejerzamos decididamente nuestra soberanía. Mientras volvamos a votarles en las siguientes elecciones.

viernes, 1 de febrero de 2013

Mearse encima


En un instituto había dos chavales, dos gallitos, que se repartían el liderazgo. Cada cuatro semanas, en un descampado próximo al centro, se enfrentaban en una pelea, jaleados cada uno por sus partidarios, que disfrutaban con cada golpe que daba su favorito. En una de esas peleas, tan concentrados estaban que ambos se orinaron encima, con tal de no darse por vencidos.

Aquello quedó como símbolo de su valor, y sus respectivos adeptos les palmearon las espalda por ese gesto. Así animados, ambos siguieron con la costumbre, y todos los días se meaban encima en clase. El aula apestaba, y poco a poco a los demás compañeros fue dejando de hacerles gracia la costumbre. Cuando los dos matoncillos vieron que estaban perdiendo popularidad se les ocurrió una idea: ¿Por que´no firmamos un pacto para no mearnos encima?

Los partidos políticos que desde la Transición se han erigido en intermediarios exclusivos entre los ciudadanos y la Democracia huelen cada vez peor. La financiación ilegal, los sobresueldos, las comisiones a cambio de favores, la contratación a dedo, la colocación de amigos en cargos muy bien retribuidos son costumbres tan consolidadas en España como el café de media mañana.

En unos momentos en que la sociedad apenas puede respirar porque lleva el cinturón demasiado apretado, y porque tene que taparse la nariz por el hedor que desprende lo público, a las cabezas pensantes del PSOE y del PP se les ocurre la gran idea de acordar un Pacto contra la Corrupción que –según ellos- sería el bálsamo de Fierabrás que acabaría con tanto chanchullo.

Señores dirigentes de los malolientes partidos de simpere: no hace falta que fimen ningún pacto. Es mucho más sencillo: dejen de mearse en los pantalones.