El mes de agosto suele ser yermo en lo informativo. El
Congreso y las Cortes de Aragón cerrados; los gobiernos de vacaciones; y los
partidos políticos en calma chicha. Con
todo, este año el asunto Bárcenas ha mantenido la tensión entre un gobierno que
intenta quitárselo de encima como sea, y una oposición que se lo tira a la cara
todo lo que puede.
El final de agosto amenazaba con ser demoledor para un
gobierno que ha hecho lo contrario de lo que dijo que haría; que ha reducido el
déficit por la vía de los ingresos más que por la de los gastos; que no ha
sabido emprender las reformas profundas que necesita la administración del
Estado; y que parece noqueado ante el desafío independentista catalán.
El PSOE intenta aprovechar para entonar su canto de sirena,
pero sólo le salen gallos, embarrado como está en los desmanes de la Junta de
Andalucía, y sin haberse podido librar del legado de ese aprendiz de profeta
que fue su anterior secretario general.