Tanto el presidente del gobierno como sus ministros
llevan varias semanas anunciando que el final de la crisis económica ha llegado
por fin. Aprovechan cualquier comparecencia en España o fuera de ella para
repetir que los indicadores apuntan hacia la recuperación, y que estamos
empezando a salir del famoso túnel –ese que Zapatero decía que no existía-.
Los cinco millones de personas que buscan un trabajo
que echarse a las manos deben andar escarbando entre los escombros del Estado
de Bienestar en busca de alguno de esos indicadores que les sirva para llenar
el carrito en Mercadona. Y día tras día vuelven de vacío, y algunos se tienen
que conformar con escarbar en los contenedores de basura.
Al presidente del gobierno le faltan muchas cosas.
En la campaña electoral le faltó gallardía para anunciar las duras medidas que
tendría que tomar. En la sesión de investidura le falto valor para pronunciar
el discurso de “sangre, sudor y lágrimas”, que era lo que se nos avecinaba. Le
ha faltado coraje para abordar una profunda reforma y racionalización de la
estructura de la administración. Y ahora le falta entereza para aguantar el
desgaste electoral, y ha caído en la misma tentación que su predecesor,
intentando vender la piel del oso antes de haberlo cazado.
Señor Rajoy: obras son amores, y no buenas palabras.
Ahora dice el penoso presidente q los recortes se van a prolongar unos años más. Qué cansancio, qué aburrimiento producen con su incesante sarta de mentiras... No tengo ganas ni de insultarlos.
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