La señora Martínez se revolvía inquieta en su silla del
restaurante. Era la cena anual de los compañeros de su empresa, y se iba a
celebrar en un local que le desagradaba especialmente. No le gustaba la
decoración, ni los dueños, ni la cocina, ni el personal.
La costumbre en estas cenas era pedir una serie de platos de
la variada carta, para compartirlos entre todos, y cada cual sugirió el plato
que más le gustaba. Pero la señora Martínez estaba a disgusto, y no quiso
proponer ninguno. Los demás compañeros terminaron poniéndose de acuerdo, y al
poco rato fueron llegando los platos a la mesa.
La señora Martínez tuvo que comer lo que habían pedido los
demás, y al final de la cena pagó la parte que le correspondía. Con mucha
desgana, pero tuvo que pagar.
La señora Martínez no irá a votar el 25 de mayo. No le gusta
el sistema, no le gusta la carta de partidos. La señora Martínez tendrá que
comerse lo que hayan votado los demás, y tendrá que pagar lo mismo que los
demás.
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