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miércoles, 11 de marzo de 2015

El Mesías descastado

El mesías descastado

El puebblo estaba descontento. Una parte del pueblo estaba indignada. Cada vez eran màs los que estaban furiosos. Se sentían engañados, burlados, insultados y robados. Les habían prometido el Paraíso. Les habían garantizado la seguridad, la prosperidad y la igualdad. A cambio sólo les habían pedido la prqueña molestia de ir a votar cada cuatro años.

El pueblo había aceptado el traro encantado. Durante décadas votaaron y votaron sin descanso. Depositaron millones de papeletas para alimentar la legitimidad de la farsa, la invisibilidad del expolio. Votaron y votaron con contumacia, satisfechos de poder elegir entre un amplio abanico de marrulleros. Pero al final, como consecuencia de una crisis económica inesperada, se destapó el pastel, y el hedor fue tan insoportable que todos vieron que estaba podrido.

Fue entonces cuando apareció el Mesías. Se limitó a decirles lo que ya todos sabían: que habían sido víctimas de una monumental estafa moral, intelectual y económica. Y además les prometió el Paraíso. Otra vez el Paraíso. Y si aquellos se habían ganado la confianza del pueblo enterrando al demonio del franquismo, el Mesías probó a nventar otro  maligno al que denominó "casta".

Y les mostró un mundo lleno de castas apocalípticas. La casta política, la financiera, la de los ricos. Poco a poco, todo lo fue convirtiendo en casta a los ojos del pueblo: la militar, la del clero, la médica. Sólo él, el Mesías salvador, estaba libre de pertenecer a casta alguna. Y una parte de ese pueblo descontento, indignado y furioso, se dispuso a seguir votando, con la esperanza de alcanzar el paraíso que le prometía un Mesías descastado.

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