El mesías descastado
El puebblo estaba descontento. Una parte del pueblo estaba indignada. Cada vez eran màs los que estaban furiosos. Se sentían engañados, burlados, insultados y robados. Les habían prometido el Paraíso. Les habían garantizado la seguridad, la prosperidad y la igualdad. A cambio sólo les habían pedido la prqueña molestia de ir a votar cada cuatro años.
El pueblo había aceptado el traro encantado. Durante décadas votaaron y votaron sin descanso. Depositaron millones de papeletas para alimentar la legitimidad de la farsa, la invisibilidad del expolio. Votaron y votaron con contumacia, satisfechos de poder elegir entre un amplio abanico de marrulleros. Pero al final, como consecuencia de una crisis económica inesperada, se destapó el pastel, y el hedor fue tan insoportable que todos vieron que estaba podrido.
Fue entonces cuando apareció el Mesías. Se limitó a decirles lo que ya todos sabían: que habían sido víctimas de una monumental estafa moral, intelectual y económica. Y además les prometió el Paraíso. Otra vez el Paraíso. Y si aquellos se habían ganado la confianza del pueblo enterrando al demonio del franquismo, el Mesías probó a nventar otro maligno al que denominó "casta".
Y les mostró un mundo lleno de castas apocalípticas. La casta política, la financiera, la de los ricos. Poco a poco, todo lo fue convirtiendo en casta a los ojos del pueblo: la militar, la del clero, la médica. Sólo él, el Mesías salvador, estaba libre de pertenecer a casta alguna. Y una parte de ese pueblo descontento, indignado y furioso, se dispuso a seguir votando, con la esperanza de alcanzar el paraíso que le prometía un Mesías descastado.
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