Muchas son las voces que desde hace años vienen denostando el
bipartidismo, considerándolo culpable de las deficiencias del sistema político
español. Sin embargo, el bipartidismo no es malo ni bueno per se. Democracias tan consolidadas como las de Gran Bretaña o
EE.UU. funcionan perfectamente con un modelo bipartidista. Claro que los
referentes políticos de esas sociedades son Thomas Cromwell, Locke, Montesquieu y Georges
Washington, mientras que en España practicamos la filosofía del Buscón Don Pablos y de Rinconete y
Cortadillo. No era el bipartidismo el que ha causado los males de España, sino la
forma en la que han actuado sus protagonistas, PP y PSOE.
El 20 de diciembre el bipartidismo saltó por los aires, y
ahora disfrutamos de las grandes ventajas de un multipartidismo que no es capaz
de designar un gobierno. Todo apunta a que los cuatro principales grupos
parlamentarios no lograrán ponerse de acuerdo, y seremos llamados nuevamente a
las urnas el 26 de junio. En la España en la que algunos han conseguido
mantener viva la sombra de la guerra civil los partidos de izquierda no
pactarán nunca con el PP “porque son de derechas”, mientras que el PP no
pactará nunca con las izquierdas “porque no”.
Ante este panorama, creo muy probable que el 26 de junio los
electores –escaldados por esta penosa experiencia multipartidista- vuelvan a decantarse
por el otro bipartidismo. Ante la radicalización de las posturas, tendrán que
optar por un partido capaz de sanear la economía o por otro que promete
erradicar la pobreza. Partido Popular y Podemos se apuntan como los previsibles
actores del nuevo bipartidismo.
El PSOE, gravemente herido por las ocurrencias zapateriles,
con un líder sin experiencia, cuestionado por parte de la militancia y que –como
la Torre del Agua de Zaragoza- vistoso por fuera y vacío por dentro, puede quedar relegado a tercera fuerza, sobrepasado ampliiamente por
la coalición de Podemos con lo que queda de IU.
Ciudadanos –que ya obtuvo unos resultados muy por debajo de
las expectativas- ha demostrado con su pacto de peluqueros con el PSOE que no
es la derecha aseada que podía sustituir al PP para representar al sector
liberal-conservador de la población española. A estos votantes sólo les queda
un valor seguro: el Partido Popular, y le votarán masivamente, aunque con la
nariz tapada para evitar la pestilencia de la corrupción.
Habrá un gobierno encabezado por Pablo Iglesias o por alguien
del Partido Popular. Escojan, señores: susto o muerte. O el partido podrido que evitará que nos
pase lo que a los griegos, o el que aún no ha tenido tiempo de
corromperse y nos promete el paraíso venezolano.
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