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lunes, 30 de marzo de 2020

Añorado Míster Marshall


Tras la II Guerra Mundial, el Secretario de Estado norteamericano, George Marshall, impulsó un plan para la reconstrucción de los países de Europa Occidental que habían participado en la contienda. Este plan supuso la inyección de miles de millones de dólares que permitieron la reconstrucción de infraestructuras y el relanzamiento de la estructura productiva europea, asegurando de paso la influencia de EE.UU. en el viejo continente. España, sumida en la autarquía fascistoide del general Franco, quedó excluida de ese Plan.

Ante la profunda recesión que se nos viene encima como consecuencia de la expansión del Covid-19, el Presidente Pedro Sánchez aparece en televisión ofreciendo 200.000 millones de euros y asegurando que "nadie se va a quedar atrás". Después pide socorro a las instituciones de la UE reclamando “un nuevo Plan Marshall” que permita a España afrontar la tormenta económico-social que se avecina. Haciendo gala de un talante muy celtibérico, Sánchez se pone a la cabeza del gran anhelo de la sociedad española actual: “que alguien solucione mis problemas”.

Sin embargo, existen algunas diferencias entre la situación de 1950 y la de 2020. En primer lugar que el Plan Marshall original consistió en la aportación de una economía pujante –la de EE.UU.- a unos países fuertemente golpeados por la guerra. En el quimérico Plan Marshall que reclama Sánchez, en cambio, se trataría de un plan de autoayuda, en el que países de Europa central y del norte –que también van a sufrir los efectos del Coronavírus-, se ayuden a sí mismos, y de paso a sus indolentes socios de la Europa del Sur.

Por otra parte, parece bastante ingenuo esperar de la actual Administración norteamericana el menor gesto de solidaridad hacia Europa, más aún teniendo en cuenta que el país de las barras y estrellas tampoco va a salir bien parado de esta pandemia.

Claro que queda la alternativa de que sea China –la nueva gran potencia económica- la que ahora salve a Europa. No lo haría gratis, naturalmente. Pero tampoco nos costaría mucho que pasáramos de comer hamburguesas, beber Coca-Cola, y celebrar Halloween, a hacernos adeptos a los rollitos de primavera, el licor de arroz y a festejar el Gran Dragón.

Todo siempre que el plan chino no se olvidara de Pedro Sánchez como los americanos se olvidaron del alcalde de Villar del Rio.

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