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martes, 27 de abril de 2010

Marcianito, marcianito: quiero ser tu amiguito

El prestigioso científico Stephen Hawking asegura que es muy razonable pensar que existe vida inteligente fuera de la Tierra. También opina que los humanos deberíamos evitar el contacto con esa posible vida extraterrestre.

La verdad es que no hace falta llamarse Stephen Hawkings para llegar a ambas conclusiones. La primera resulta una obviedad cuando no se aceptan las explicaciones religiosas, y a poco que se hagan unos sencillos cálculos de probabilidades. La segunda, en cambio, puede resultar más controvertida, aunque yo coincido con la opinión de Hawkings.
Aunque son millones los seres humanos que sueñan con un maravilloso encuentro con seres venidos de lejanas galaxias, y aunque todo ellos parecen estar convencidos de que cualquier vida inteligente tiene que ser bondadosa, pacífica y justa, el científico británico nos enfrenta a la cruda realidad con su demoledora frase: "Sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos para ver cómo la vida inteligente (fuera de nuestro planeta) podría desarrollarse en algo que no querríamos ver",
Completamente de acuerdo. Si 5.000 años de desarrollo de la inteligencia humana en la Tierra han dado como resultado el mundo y las sociedades que todos conocemos, ¿en base a qué idea infantiloide estamos tan seguros de que más inteligencia supondría menos maldad, menos guerras, menos desigualdad, menos egoísmo, menos mentiras, y menos sufrimiento?
Y otra cuestión ¿acaso la experiencia humana permite creer que los más inteligentes hayan sido también los más bondadosos? A mí me parece que no.

2 comentarios:

  1. Te puedo asegurar que no me encuentro entre los millones de seres humanos que sueñan con un encuentro con seres de otra galaxia. Con los marcianos que tenemos dentro de la nuesta, tengo más que suficiente.

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  2. Me da la impresión de que el éxito que tiene esa idea del "extraterrestre salvador" pertenece al mismo tipo de componente psicológico que da lugar a las creencias religiosas: el deseo atávico de que "haya alguien" superior. Alguien que cuide de nosotros. Alguien que justifique el deseo de no dejar de ser niños.

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