En tiempos remotos, los habitantes de un pueblo de
pescadores de los mares del norte descubrieron una masa blanca que apareció
cerca de sus costas sobresaliendo del mar. Los más osados se acercaron al
objeto, y comprobaron que era frío y resbaladizo. Consultado el brujo del
pueblo, éste determinó que se trataba del espíritu del mal, y que había que
destruirlo antes de que se acercara a tierra.
Así los lugareños rodearon con sus embarcaciones la temible
amenaza, y con sus sencillas herramientas empezaron a romper aquella masa,
arrancándole pequeños trozos que caían al mar. La tarea se prolongó durante
muchas semanas, durante las cuales consiguieron arrancar miles de grandes
trozos al espíritu del mal. Sin embargo, la masa flotante seguía sobresaliendo
del agua, siempre con el mismo tamaño.
Aquellos hombres ignorantes desconocían las leyes de la Física,
y no podían saber que aquello que querían destruir era un inmenso iceberg, un
enorme objeto flotante del que sólo es visible una octava parte de su volumen.
Por eso, a medida que iban arrancando pedazos de hielo de la parte superior,
iba emergiendo el resto del iceberg que permanecía oculto bajo las aguas.
Muchos siglos más tarde, los hombres conocían perfectamente las
características de los icebergs. Pero en un pueblo junto al Mediterráneo sus
habitantes se encontraron con el mismo problema al intentar destruir otro espíritu
del mal, al que llamaban corrupción. A medida que sus jueces iban arrancando
pedazos de la parte visible, iban apareciendo nuevos espacios de una corrupción
que había congelado la casi totalidad de la sociedad.
Este año, lo mejor que he leído... gracias muchas por compartir algo tan bello.
ResponderEliminarGracias a ti, Vicente.
ResponderEliminarQuizá algún día comprendamos que las pequeñas corruptelas de nuestro día a día son las semillas de las que brotan las grandes corrupciones que llenan los periódicos.