Por lo que vengo viendo y
leyendo durante los últimos meses, España se encuentra en situación
catastrófica. El INE me informa de que hay más de cuatro millones de personas
que buscan trabajo y no lo encuentran, y que más de la mitad de ellos no reciben
prestación alguna. Por su parte, los sindicatos me aseguran que el 90% de los
empleos son precarios y mal pagados.
Por otro lado, diversas ONG’s
denuncian que hay siete millones de pobres, un millón de niños que apenas
comen, cientos de miles de familias que no pueden pagar la electricidad y
que sólo se calientan con los debates de la tele. Según otras organizaciones,
otros cientos de miles de familias han tenido que abandonar la vivienda por no
poder pagar la hipoteca. Por la megafonía feminista me recuerdan que decenas de
miles de mujeres viven aterrorizadas a la espera de que su salvaje parejo las
asesine.
Si escucho lo que dicen
partidos como Podemos, Izquierda Unida, o el PSOE, la inmensa mayoría de la
población vive angustiada por los recortes, decenas de miles de jóvenes no
pueden titularse como ingenieros aeronáuticos por falta de becas, el mundo del
espectáculo (ellos prefieren llamarlo cultura) se asfixia porque la gente tiene
que pagar el mismo IVA por una entrada de cine que por unos zapatos, y por todo
ello nos encontramos en una situación de emergencia social.
Todo esto presenta un
panorama dantesco, aterrador, insufrible. Una población angustiada, que vive en
la penuria, atacada por toda clase de desdichas. Con estos datos, lo extraño es
que la tasa de suicidios no se haya disparado todavía.
Y en este contexto llega a
mis manos el barómetro del CIS del mes de enero, en el que se pide a los encuestados
que señalen de cero a diez su grado de felicidad, siendo cero la completa
infelicidad y diez la felicidad total. El sorprendente resultado es que sólo
el 4,6% sitúa su felicidad por debajo de 5, que el 94,7% se posiciona por
encima, con un 52,8% que se sienten muy felices, por encima de 8 puntos.
Quiero que alguien me lo explique.
Porque o bien los técnicos del CIS mienten como bellacos, o bien en este país
hay muchísima gente que medra a costa de vender un catastrofismo imaginario.
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