De todos es conocido el aforismo que dice “calumnia, que algo queda”. Los efectos del rumor, de la calumnia insidiosa son siempre muy superiores al esfuerzo que cuesta lanzarlos. Adquieren su propia inercia, y pueden crecer y crecer hasta hacer aparecer como verdadero lo que nunca ha existido.
Veamos uno de los métodos de propagación del virus:
V le dice a A en un lugar discreto: “Voy a contarte algo porque mereces toda mi confianza. Pero no se lo digas a nadie. X es un borracho, aunque lo disimula muy bien”.
Después, V –de nuevo en plan confidencial- le transmite a B el mismo virus: “X es un borracho”.
“No me digas, nunca le he visto bebido”, responde B.
“Claro, lo disimula perfectamente. Pregúntale a A y verás”.
Y va repitiendo el mensaje a C, a D, etc. Ninguno tiene motivos para desconfiar de V; y todos ellos se sienten halagados por la confianza que V ha depositado en ellos.
Pero A, B, C, y los demás se relacionan también entre sí. Un día C le comenta a B: “creo que X tiene problemas con el alcohol”, a lo que B responde: “sí, eso tengo entendido”, demostrando así a C que está bien informado. Escenas parecidas se van repitiendo, y al final todos están absolutamente seguros de que X es un bebedor incorregible, aunque ninguno de ellos le haya visto tomar una gota de alcohol.
Existen numerosos expertos en el lanzamiento de insidias. A menudo se trata de personas mediocres, carentes de escrúpulos y que desconocen el significado del la palabra “ética”, y que utilizan esa táctica para medrar en el mundo laboral, social, o político. Otras veces son individuos con patologías mentales, que buscan desesperadamente el protagonismo para sentirse importantes. En ocasiones, se combinan ambas cosas.
En cualquier caso, el daño que pueden hacer es muy grande. Si bien es cierto que la verdad suele terminar imponiéndose antes o después, no es menos cierto que ese camino puede ser largo, y destruir en el proceso a una empresa o una organización. Y en el mejor de los casos, siempre habrá alguien que siga observando a X, intentando descubrir en él un ligero temblor de manos.
Así es. Me viene a la cabeza un título de los cómics de Astérix llamado "La cizaña". Aunq nos pese, hay mucho tarado, mala baba, envidioso y manipulador por ahí suelto. Y esa gentuza se aprovecha del puntito morbosillo q tenemos y nos lleva a creernos cualquier cosa, lo q sea, si suena medianamente creíble o jugosa. Al final, nosotros mismos tenemos la culpa de este tipo de propagaciones insidiosas, porq les damos cabida, aunq sea por un momento, haciéndonos cómplices de tanta mala lecha y tanta mierda.
ResponderEliminarY también se aprovechas de que la mayoría de las personas no somos así. Pensamos que la gente tiene buena fe, y no se nos ocurre pensar que alguien, aparentemente agradable- nos esté infectando con el virus.
ResponderEliminarhttp://blogasterixgalo.blogspot.com.es/2007/10/la-cizaa.html
ResponderEliminarDetritus... Un nombre muy apropiado...
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