Ayer, Carlos Martínez Gorriarán, diputado nacional de Unión
Progreso y Democracia, charlaba con los afiliados de Zaragoza, y analizaba la
situación política de España, y lo que yo llamaría la “situación patética” de
los representantes políticos.
Es llamativo cómo gran número de diputados del Congreso –de
unos y otros partidos- reconocen en privado la oportunidad y la necesidad de
muchas de las propuestas de UPyD. Es llamativo porque a la hora de la verdad,
votan contra ellas. ¿Son corruptos? ¿acaso padecen esquizofrenia?
No. Sencillamente, no quieren molestar a nadie. Los partidos
tradicionales, bien instalados en el chiringuito que ellos mismos han
construido, hacen toda clase de malabarismos dialécticos y legislativos con tal
de no molestar, y no perder ni un voto. Casi todos saben lo que habría que
hacer; lo que es imprescindible hacer. Pero son conscientes de que mucha gente
se molestaría si se hiciera. Viven pendientes de la posible reacción de los
sindicatos, de la patronal, de la Iglesia, de la banca, de los ecologistas, los
feministas, los sectores profesionales, y del orfeón donostiarra; y les aterra
molestar. Cualquier cambio estructural perjudicará los intereses –o las
mamandurrias- de alguien. Y así los grandes cambios necesarios se van aplazando
o paralizando, a la espera de que sean otros los que asuman el coste electoral.
En España hacen falta dirigentes políticos que tengan buenas
ideas para el país, y que tengan valor para aplicarlas. Hay demasiadas
estructuras parasitarias consumiendo este viejo organismo nacional, y es
totalmente imposible regenerarlo sin molestar a todas esas estructuras.
Precisamente, se trata de eso: de sanear España, librándola del exceso de
organizaciones, corporativismos y clientelismos que le chupan la sangre, y que
están poniendo en serio peligro la continuidad de la democracia.
Señores políticos: por favor, molesten.
Pues a mi me molestan.
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