El Presidente del Gobierno ha vuelto a echar mano de la metáfora
del túnel para referirse a la supuestamente próxima salida de la crisis económica.
Según eso, España avanza en la oscuridad de un largo túnel, y una lejana luz
parece indicar que nos aproximamos a la salida del mismo. Por otra parte los
profesionales del pesimismo advierten que podría ser que esa luz fuera la de un
tren que avanza en sentido contrario.
Se me ocurre que la metáfora puede ser utilizada de manera
mucho más amplia y tener aplicación para el conjunto de la sociedad, y para
gran parte de los individuos que la forman. Son muchos los ciudadanos que
caminan en la oscuridad, sin poder ver nada a su alrededor, pendientes únicamente
de un leve resplandor que aparece al fondo de su túnel particular.
Los nacionalistas, por ejemplo, restringen su universo a un
final de túnel llamado independencia. Para otros el final del túnel se llama
República. Unos seis millones se frotan los ojos buscando una luz que
signifique un empleo. Otros sueñan con una salida del túnel en la que no exista
corrupción política. No faltan los que creen que a la salida bajarán los
impuestos, ni los que esperan que al final del oscuro recorrido habrá impuestos
más altos para los demás.
Todo el mundo anda obsesionado con lo suyo, sin importarle
demasiado lo de los demás. Millones de personas recorriendo a ciegas un camino
en busca de su luz particular. Encerrados en un tubo que no les permite ver lo
que hay más allá de los muros de hormigón. No saben si sobre ellos hay un
bosque o un glaciar; si es de noche o de día, si llueve o está despejado, si
hace frío o calor.
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