Otra de las cuestiones que se
abordaron en las Jornadas “Piensa un país” fue la de las tensiones
secesionistas en Europa, con especial atención a los casos de Escocia y
Cataluña.
En el caso español, no deja de
sorprender la velocidad con la que han crecido los impulsos separatistas en
Cataluña. Es conocido que el nacionalismo catalanista viene de muy lejos, pero
siempre se había plasmado en la obtención de privilegios respecto a otras
regiones de España. Sin embargo, en unos pocos años se ha convertido en algo
exigido por una parte muy significativa de la población de Cataluña.
Probablemente el impulso que dio
el inolvidable Rodríguez Zapatero al nuevo estatuto de Cataluña propició la
aceleración del proceso. Pero sigue siendo llamativo su desarrollo exponencial
en los últimos dos años. Habría que contar también con el efecto de una
asimetría en cuanto a la expresión en Cataluña de las posiciones favorables y
contrarias a la independencia.
Los costes sociales de manifestar
públicamente la oposición a la separación del resto de España son muy distintos
de los de declararse partidarios de la misma. Un hipotético referéndum sobre
esta cuestión podría tener dos resultados: la aceptación o el rechazo a la
ruptura. En el primer caso, los partidarios de la independencia habrían
conseguido sus objetivos. En caso contrario quedarían como unos esforzados
patriotas que no habían logrado sus objetivos, por el momento, naturalmente.
Pero ¿qué pasa con los
partidarios de que Cataluña continúe formando parte de España? Si el referéndum
resultara negativo para la independencia, tendrían que seguir soportando la
presión de los nacionalistas, que en ningún caso iban a abandonar sus
pretensiones. En cambio, si llegara a proclamarse la independencia, los que se
hubieran opuesto a ella pasarían automáticamente a ser vistos como enemigos de
Cataluña, y en muchos casos más les valdría abandonar la región.
Es evidente, pues, que los
catalanes que quieren continuar en España tienen mucho que perder en esta
disyuntiva, mientras que los nacionalistas no arriesgan nada. Esto puede
ayudarnos a entender su silencio ante lo que se viene produciendo. Y cuando
sólo se oyen con fuerza las voces de unos, no es de extrañar que cada vez sean
más los que se sumen a la corriente aparentemente predominante.
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