Vivimos LA era de las tecnologías
de la información y la comunicación (TIC). Cada minuto se crean millones de
imputs de información, noticias, eslóganes, fotos, vídeos, que recorren en
menos d eun segundo el mundo entero. Para cualquier organismo –empresa,
gobierno, partido político, asociación, etc.- la comunicación es casi más
importante que la producción.
Para que la comunicación resulte
eficaz no basta con que cada agente individual transmita impactos de
información, aunque lo haga con la mejor de las voluntades. Es imprescindible
que exista una estrategia global, que contemple unos objetivos primarios y
secundarios, unos plazos temporales para alcanzarlos, y unos medios para
llevarlos a cabo.
La comunicación es una guerra en
la que cada organismo compite con otros. En consecuencia, no es suficiente con
que los soldados disparen a su aire contra todo lo que se mueve. Hay que elegir
ls armas –el mensaje-. Hay que decidir dónde se emplazan –el medio-. Y a veces
hay que renunciar a tomar una posición –hay que sacrificar un pelotón- para
ganar una batalla. A veces, incluso hay que retirarse de una batalla, porque el
objetivo máximo es ganar la guerra. Dentro de la organización, la información ascendente
es vital para que el Estado Mayor pueda diseñar la mejor estrategia.
Estas elementales pautas de la guerra de la comunicación no resultan fáciles de aplicar en las redes sociales, donde cada soldado se encuentra solo con su fusil. Pero, a veces, ese soldado puede echar a perder una batalla por haber disparado a destiempo, aunque haya conseguido abatir a un centinela enemigo. A veces, un soldado puede no entender por qué recibe la orden de replegarse en un momento dado. Pero el éxito de la guerra no depende sólo del valor individual -que es imprescindible-, sino de la acción bien coordinada de todo un ejército.
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