El pasado sábado, me encontré en la Plaza de España, de Zaragoza con un inesperado despliegue de Policía Nacional y local. Me detuve
a observar, viendo como desde el Coso Bajo se acercaba una pequeña multitud, escoltada
por más coches policiales. Pronto pude oír las consignas que gritaban: “No
pasarán”, “fuera fascistas de nuestros barrios”. En la pancarta se podía leer:
“Barrios unidos contra el fascismo”. Ya en la plaza, una joven leyó un
manifiesto contra todos los fascistas, y sin más incidentes se terminó el
espectáculo, ante la indiferencia de los viandantes que iban a lo suyo.
Es sabido que hay personas que concentran todos sus afanes
en una cuestión determinada. Gente que dedica todo su tiempo libre a preservar
la vida de las ballenas, a la construcción de una escuela en una perdida aldea
de Guatemala, o a combatir “el imperialismo yanqui”, o a impedir la
construcción de una líenea de alta tensión.
Lo que resulta llamativo –y casi enternecedor- es constatar
el entusiasmo que algunos ponen en luchar contra los fantasmas. En España están
registrados varios partidos que podríamos denominar “fascistas”, y elección
tran elección obtienen un respaldo ridículo por parte de la sociedad. A
diferencia de otros países de Europa, aquí la crisis no ha aumentado el voto a
partidos populistas de extrema derecha, sino de extrema izquierda. Tras la
muerte de Franco, España quedó vacuanada contra el fascismo para muchas
décadas.
Apenas un par de cientos de personas salieron el sábado en Zaragoza
a “combatir” el fascismo. Quijotes que ven gigantes donde sólo hay molinos de
viento. Obsesionados con una única idea. Refractarios a la realidad social que
vivimos. Ciegos al devenir de la Historia. Nunca serán derrotados porque su
enemigo es un fantasma. Hay gente que contra Franco era más feliz.
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