Esa es la
noticia, tal como aparece en los medios de comunicación. Una vez más, una
tragedia, un crimen, una familia destruida por la violencia.
Pero este
hecho merece un análisis más profundo, que trasciende el drama de las personas
directamente implicadas. Este asesinato de un ser humano por su cónyuge deja al
descubierto el núcleo de la falacia más rentable para el feminismo radical: la
llamada “violencia de género” o “violencia machista”.
Los potentes
lobbys feministas enquistados en algunos partidos políticos han construido -con
la ayuda de muchos medios de comunicación- la creencia de la “violencia
Machista” es una terrible epidemia social que convierte a todas las mujeres en
potenciales víctimas de la agresividad de todos los hombres. Sobre esa base se
promulgó la única ley de violencia de género, la única que vulnera el principio
constitucional de que todos los españoles son iguales ante la ley. Para la ley
de violencia de género los hombres y las mujeres no son iguales. Ellas son
siempre presuntas víctimas, y ellos son siempre presuntos culpables.
A partir de
esa creencia social se ha creado un monumental entramado para proteger a las
víctimas –siempre las mujeres-, que incluye juzgados especiales, policías
especiales, servicios municipal municipales de atención especiales, pisos de
acogida, campañas de información, programas de radio y televisión, y suculentas
subvenciones a miles de asociaciones, de mujeres, naturalmente.
Tras una
década de medidas especiales, el número de personas asesinadas por sus parejas
se ha mantenido inalterable –en torno a 70 cada año- a pesar del esfuerzo y de
los cientos de millones de euros que se destinan supuestamente a evitarlo.
Y ahora se
produce un asesinato –presuntamente cometido por su pareja-, y que parece haber
sido inducido por los celos. Un drama con todas las característica de la
llamada “violencia de género”, excepto por el pequeño detalle de que la pareja
estaba formada por personas del mismo sexo. La prueba definitiva –para el que
lo quiera ver- de que el montaje feminista que se ha construido en España a
partir de la violencia emocional es una completa superchería.
Las realidades
son otras:
- Cualquier asesinato es una tragedia. La sociedad y los estados deben procurar establecer los medios para prevenir, evitar, y en su caso castigar estos hechos.
- En todos los países del mundo se producen asesinatos. Entre ellos figuran los que se cometen en el seno de parejas.
- La tasa de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en España es de las más bajas de Europa (6 casos por millón).
- En torno al 20% de esos crímenes tienen como víctimas a hombres, algo que apenas se menciona, y que a nadie parece preocupar.
- Aproximadamente el 25% de los hombres que terminan con la vida de sus parejas intentan suicidares a continuación.
- Como sustrato de esas decenas de crímenes existen cientos de miles de casos de maltrato, que no terminan en asesinato, pero que suponen un terrible drama para las personas que los sufren –mayoritariamente mujeres, pero no exclusivamente mujeres.
- Se debe prevenir –con medidas educativas-, y corregir y castigar los casos de maltrato –sean sus víctimas mujeres u hombres.
- El origen de esos maltratos se halla en la dominación de un miembro de la pareja sobre otro, y en la concepción de las parejas en términos de posesión mutua.
- Los factores emocionales de las relaciones de pareja son a menudo refractarios a los criterios de racionalidad, por los que tienen a desbordar lo que establecen las leyes y lo que dicta el sentido común.
Todo lo
anterior puede resultar muy políticamente incorrecto. Pero es la realidad. Una
realidad muy diferente a la que el feminismo radical ha logrado hacernos creer.
Lo lamentgable es que mientras sigamos tratando de corregir una falsa realidad,
cada año seguirán siendo asesinadas el mismo número de personas por sus parejas
sentimentales.
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