El
Presidente Rajoy ha terminado el año intentando convencernos de que en 2014 las
cosas han ido mucho mejor, y de que en 2015 saldremos de una profunda y
prolongadas crisis. Y todo ello gracias a su gobierno, naturalmente.
Sin
embargo, la percepción de la mayoría de los españoles es bien diferente. Casi
todos los que han padecido de una u otra forma los efectos de este hundimiento
económico están convencidos de que el único culpable de sus penurias ha sido el
gobierno. Dependiendo de sus preferencias ideológicas, unos ponen el acento en
la responsabilidad del gobierno actual, mientras que otros prefieren culpar de
todo al de Rodríguez Zapatero.
Se
trata de una constante invariable: los gobiernos se atribuyen los éxitos y
achacan los fracasos a factores externos, como la situación internacional, el
precio del petróleo, o la debilidad del euro. Y por su parte, los ciudadanos
culpan siempre al gobierno de todo lo malo que suceda.
La
autocrítica –como al general Aramada, el 23 de febrero- ni está ni se la
espera. El resultado es un país de quejicas, en el que casi nadie asume su
responsabilidad individual ni colectiva. La gente culpa al gobierno; el
gobierno culpa a la oposición por no arrimar el hombro; y la oposición culpa a
la gente por haber elegido ese gobierno. Se cierra el círculo sin dejar
resquicio alguno para el análisis racional de los errores que unos y otros
podemos haber cometido.
La consigna para 2015 no será diferente a la de los años anteriores. Seguiremos pensando que la culpa es de otros. Incluso cabe la posibilidad de que busquemos algún profeta para que haga milagros. Y así continuaremos sin tomar decisiones para cambiar cosas que sí podríamos hacer nosotros mismos. Pleuve, porco governó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes usar este ventanuco para escribir tu comentario