El atentado de ayer contra la
revista satírica Charlie Hebdo es otra patada en las gónadas de la libertad.
Hay una parte no desdeñable de la humanidad que está empeñada en decapitar la
libertad, y sin libertad no hay democracia. A los fanáticos de la UVA (Única
Verdad Absoluta) no les gustan ni la democracia ni la libertad, y les trae sin
cuidado lo que podamos pensar los demás al respecto. La UVA es su única regla,
su brújula, su carril. Lo demás no existe, y si existe, hay que destruirlo.
Por desgracia para los que amamos
la libertad, muchos de los nuestros son de la opinión de que no hay que
molestar a los fanáticos de la UVA, para no incitarles a mostrar su locura de
manera violenta, causando el sufrimiento o la muerte de inocentes. Pero están
equivocados. En los años 30, las potencias democráticas cerraron los ojos ante
la anexión del territorio de los Sudetes para no molestar a Hítler, y hubo que
sacrificar a millones de personas en una guerra para recuperar la libertad. En
1978 los partidos democráticos redactaron una constitución para no molestar a
los nacionalistas, y ahora los nacionalistas están a punto de romper la unidad
de España. Son acontecimientos que no tienen nada que ver entre sí, excepto que
confirman que a veces lo acertado es molestar.
Cuando se produjeron los trágicos
atentados del 11 de marzo en Madrid, una buena parte de la sociedad culpó al
gobierno por haber alentado la invasión de Irak. Cuando se produjeron airadas
protestas por la publicación de viñetas de Mahoma por un diario danés, los
mismos volvieron a decir que la culpa era del diario por molestar a los
islamistas.
Pero no es así. A los fanáticos
enloquecidos, tanto si son religiosos, como nacionalistas, de extrema derecha o
de extrema izquierda hay que molestarlos permanentemente. Hay que hacer que se
sientan incómodos. Hay que presentar batalla contra ellos, y demostrarles que a
nosotros sí nos importan la libertad y la democracia. Ellos interpretan nuestra
comprensión como debilidad, nuestra prudencia como cobardía. Y la UVA les da
alas para adueñarse de cada centímetro que nosotros retrocedemos. Tenemos que
mostrarnos tan firmes y tan decididos como ellos. Con la única diferencia de
que nosotros nos servimos de la ley y no de la barbarie. Pero tenemos que aplicar
la ley sin titubeos. O promulgar las leyes que sea necesario, con la
legitimidad que nos da esa libertad y esa democracia que ellos desprecian.
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