Cuando en una familia hay un hijo malcriado, impertinente,
protestón, maleducado, exigente, egoísta, prepotente y siempre insatisfecho, no
es culpa del hijo, sino de quienes no han sabido educarle.
Es el caso de los españoles que viven en Cataluña, pero no
quieren ser españoles porque se han dejado seducir por el canto de sirrena
nacionalista que les ha prometido el Paraíso de una Cataluñá independiente.
No es, pues, a esos catalanes –españoles, a su pesar- a los
que hay que intentar convercer de una realidad que no quieren ver, porque –como
suele suceder- los sueños son más atractivos que las realidades.
Son los padres del Gobierno de la nación, y también los
hermanos de Cuenca, de Ávila, de Zamora o de Teruel los que tienen que cambiar
por completo su actitud y su conducta respecto a los malcriados. Estos han
llegado a ser como son por culpa de la debilidad de aquellos. De su indolencia,
de su inhibición, de su permisividad y de su cobardía. Han actuado durante 35
añós como el padre que deja que su hijo se atiborre de caramelos con tal de no
oírle llorar, y ahora sufren los desprecios, los insultos y los empujones de
esa malcriado insoportable.
Año tras año aumenta el número de denuncias de padres
maltratados por sus hijos. No es que los padres se hayan vuelto intransigentes.
Es que la situación familiar se ha vuelto tan insotenible que se ven obligados
a tomar esa medida, con todo el dolor que supone llevar a un hijo ante la
Justicia.
Ahora, tras décadas de dejación de sus responsabilidades, ese
es el único camino que queda a partir del 27 de septiembre, y sea cual sea el
resultado de las elecciones en Cataluña. Hay que acudir a la Justicia para que
aplique la ley, y toda la ley. Hay que coger la Constitución y su artúculo 155 con una mano, y
con la otra el Tribunal Constitucional, la Fiscalía, y los cuerpos y fuerzas de
seguridad del Estado.
No se trata de suspender la autonomía en Cataluña, sino de
intervenir las instituciones clave en la malcrianza: la Consellería de
Educación, TV3 y la radio pública de Cataluña. El Estado tiene que hacer valer
de una vez por todas su legitimidad democrática y el respaldo internacional
para actuar sin complejos. No se le puede dar ni un caramelo más al malcriado.
Es cierto que es diferente de sus hermanos, pero no es mejor. Es más egoísta,
más insolidario, más altanero y más bravucón.
Se han perdido 35 años intentando con buenas palabras hacerle
ver que iba por mal camino. Ha llegado el momento de ponerse firmes y dejarse
de contamplaciones. Si el malcriado no quiere entender razones, tendrá que
entender las acciones.
Pues si, pero para eso tendria que haber un Presidente de Gobierno digno de ese nombre. Para empezar no entrar al trapo, eran autonomicas y de eso habia que hablar no de lo que queria Mas y compañia. Sentarse a dialogar....hace rato, no ahora. Y repetir una y otra vez que dentro de la ley...como si fuera posible otra cosa sobra.
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