No soy aficionado taurino. Nunca he asistido a una corrida,
aunque sí he presenciado encierros de vaquillas y toros de fuego en las fiestas
de algún pueblo. No maltrataría caprichosamente a ningún animal, y si me pidieran
mi opinión sobre el Toro de la Vega, votaría en contra de ese espectáculo
tradicional.
Pero puedo pensar así sin necesidad de caer en el exceso de
atribuir a los animales conceptos exclusivamente humanos como dignidad,
derechos o alma. Puedo coexistir con el mundo animal sin ponerme a su nivel, y
sin poner a los animales al mío.
Porque si lo hiciera no podría contentarme con pedir la
prohibición de las corridas de toros o de la presencia de animales en los
circos. Si hablamos de crueldad y de respeto a los animales ¿por qué nos parece
bien montar a caballo? ¿qué opinarán los perros respecto a que les lleven
atados por el cuello? ¿No es cruel castrar a los gatos? ¿disfrutarán los peces
cuando se les clava el anzuelo de un pescados? ¿Habría que prohibir enjaurlar a
los pájaros o tener peces de colores en peceras? ¿es una vida digna la de las
gallinas ponedoras, la de los pollos cuya corta vida transcurre en un estercho
reducto?
La dignidad y los derechos son inventos humanos que sólo los
seres humanos pueden entender. Cuando alguien maltrata innecesariamente a un anmal
está mostrando su propia vileza, pero no afecta a la inexistente dignidad del
animal. De hecho, a un pollo le da exactamente igual si le matan para comérselo o por pura
diversión. En cambio, los humanos tienen
la capacidad de enfrentarse a gritos e insultos en Tordesillas, defendiendo
unas ideas. Algo que ningún animal hará nunca.
Entiendo que muchas personas encuentren desagradable los
espectáculos con animales, pero nadie les obliga a asistir a ellos. Y detrás de
la encendida defensa que algunos hacen del respeto a los animales me parece que
se oculta una absoluta falta de respeto hacia las preferencias de otros seres
humanos, o un talibanismo liberticida.
Vivimos en un ecosistema biológico en el que decenas de miles
de especies compiten entre sí, y unas se comen a otras. No tengo instintos
sanguinarios contra los animales, pero prefiero comerme un pollo a que un pollo
se me coma a mí.
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