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lunes, 25 de mayo de 2009

Política de estadio

La política y el fútbol son dos cosas muy diferentes. La una es algo importante para todos, y de su marcha depende nuestro bienestar presente y futuro. La otra no es sino un entretenimiento y un buen negocio para unos pocos.
Sin embargo, en España ambos fenómenos tienen muchos puntos en común. En el fútbol unos jugadores profesionales -que viven muy bien de ello- evolucionan en un campo tratando de vencer al equipo contrario, de acuerdo con un reglamento, bajo la vigilancia de unos árbitros neutrales, y recibiendo el aplauso o los abucheos de un público de seguidores, que son los que pagan todo el tinglado.
En la política, unos políticos profesionales –que viven bastante bien de ello- evolucionan en los medios de comunicación tratando de vencer al equipo contrario, de acuerdo con unas leyes, bajo la vigilancia de un poder judicial neutral, y recibiendo el aplauso o los abucheos de unos votantes, a los que se les extrae el dinero del bolsillo para pagar todo el montaje.
Tanto en el fútbol como en la política no todo es trigo limpio. Muchos políticos recurren a las más sucias estratagemas para hacer caer al adversario; algunos jueces despiertan fundadas sospechas sobre su supuesta imparcialidad, y buena parte de los votantes no actúan como ciudadanos sino como fanáticos sectarios.
Es difícil saber qué fue primero: el huevo o la gallina: ¿el estilo barriobajero de muchos políticos es la causa de que los ciudadanos se comporten como hinchas furibundos? ¿o son estos ciudadanos los que con su apasionamiento ciego propician que los políticos abusen del juego sucio?
No parece demasiado grave que unas decenas de miles de hinchas –que han pagado voluntariamente su entrada- griten como locos ante un gol de su delantero favorito. Pero resulta muy preocupante que millones de personas –que quieran o no tienen que pagar una carísima “entrada”- jaleen enfervorizados a cualquier tramposo que reparta coces a los adversarios, siempre que lleve puesta la camiseta de los colores favoritos.
Una sociedad que contempla con la misma visceralidad la política que el fútbol, probablemente merece tener unos políticos que actúen a patades y que piensen con los pies.

5 comentarios:

  1. Los españoles somos viscerales, temperamentales, ruidosos, pícaros y salimos de farra todas las noches, aunq haya q madrugar al día siguiente. Somos más cosas aún, pero no voy a hacer un catálogo de adjetivos. Así q no le pidas peras al olmo, Boti.

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  2. Me parece demasiado optimista comparar la política con el fútbol. Aún siendo una magnífica comparación, yo más bien relacionaría la política con la lucha libre americana ("pressing catch" para los más entendidos).

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  3. Estoy de acuerdo con Yomismo. Lástima que a mí cada vez me cuesta más tomar partido por alguno de los contrincantes. Me parece que juegan sucio, que a veces se comportan de forma rastrera, que en ese "juego" político se saltan las normas como le viene en gana, y no hay quien los entienda.

    A este paso, yo me bajo en la próxima.

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  4. La Pipitilla y la Pituitaria, también se pueden comparar....Aristóteles, dijo que las dos secretan flemas...

    Tessa....

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  5. Sí...
    Aristóteles también dijo unas cuantas bobadas.
    ¿O sería churros?
    :)

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