Los partidos secesionistas
catalanes han acordado la fecha y las preguntas para la consulta que quieren
realizar bajo el falaz amparo del “derecho a decidir”. Pasito a pasito, desde
1975, los independentistas han recorrido un largo camino hacia su objetivo
final, que ya acarician con la punta de los dedos.
Es el penúltimo capítulo de una
sucesión de hechos consumados. No es cierto que se trate de un callejón sin
salida. Se trata de un callejón del que se saldrá rompiendo algo para abrir
camino. Quedan pocas alternativas: o el gobierno aplica la Constitución e
impide la consulta por la fuerza, suspendiendo incluso la autonomía de
Cataluña. O le tiemblan las piernas y acepta resignadamente lo inevitable.
En el primer caso se acentuarán
los sentimientos de victimismo, aumentará el deseo de independencia, y no puede
excluirse una deriva violenta, con enfrentamientos, atentados y víctimas.
El segundo caso supondría firmar
el acta de defunción de España como nación (eso que Zapatero decía que era “discutido
y discutible). ¿Cuánto tardarían los independentistas vascos en seguir el
ejemplo? ¿Y los gallegos? Al igual que ocurrió en 1978 con la fiebre
autonomista (hasta Segovia quería ser autónoma), ninguna de las actuales CC.AA.
querría ser menos. Canarias, Aragón, Andalucía, Baleares emprenderían también
el viaje hacia el pasado, hacia la irracionalidad. España quedaría reducida,
probalemente, a lo que ahora es la Comunidad de Madrid.
No hay que culpar a los
independentistas de este desaguisado. Ellos son lo que son, lo admiten: su
objetivo siempre ha sido la independencia. Los culpables son otros: millones de
españoles que por torpeza, por interés, por cobardía o por desidia han
permitido que se fuera produciendo la cadena de hechos consumados.
- Los que redactaron una Constitución que introdujo el concepto de “nacionalidades y regiones”.
- Los gobiernos del PSOE que entregaron la Educación a los nacionalistas para que pudieran ir adoctrinando en la falsedad a las nuevas generaciones.
- Los gobiernos del PP que continuaron cediendo competencias del Estado, y que renunciaron a exigir lealtad constitucional a los gobiernos de CiU y del tripartito.
- El presidente Rodríguez Zapatero que alentó el nuevo Estatuto de Cataluña.
- El Tribunal Constitucional que dio validez a gran parte del contenido de ese estatuto.
- Los medios de comunicación que entonces clamaban “España no se rompe”.
- Los millones de españoles que también decían “España no se rompe”, aunque sólo fuera por llevarle la contraria a Aznar.
- Los millones de españoles que durante tres décadas han aplaudido sus banderas autonómicas, despreciando la bandera nacional de todos.
- Todos los que han eliminado de su vocabulario la palabra “España”, sustituyéndola por eufemismos como “este país”, “el Estado español”, “el conjunto del Estado”, o “la península ibérica”.
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