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martes, 25 de noviembre de 2014

Luchar contra fantasmas

El pasado sábado, me encontré en la Plaza de España, de Zaragoza  con un inesperado despliegue de Policía Nacional y local. Me detuve a observar, viendo como desde el Coso Bajo se acercaba una pequeña multitud, escoltada por más coches policiales. Pronto pude oír las consignas que gritaban: “No pasarán”, “fuera fascistas de nuestros barrios”. En la pancarta se podía leer: “Barrios unidos contra el fascismo”. Ya en la plaza, una joven leyó un manifiesto contra todos los fascistas, y sin más incidentes se terminó el espectáculo, ante la indiferencia de los viandantes que iban a lo suyo.

Es sabido que hay personas que concentran todos sus afanes en una cuestión determinada. Gente que dedica todo su tiempo libre a preservar la vida de las ballenas, a la construcción de una escuela en una perdida aldea de Guatemala, o a combatir “el imperialismo yanqui”, o a impedir la construcción de una líenea de alta tensión.

Lo que resulta llamativo –y casi enternecedor- es constatar el entusiasmo que algunos ponen en luchar contra los fantasmas. En España están registrados varios partidos que podríamos denominar “fascistas”, y elección tran elección obtienen un respaldo ridículo por parte de la sociedad. A diferencia de otros países de Europa, aquí la crisis no ha aumentado el voto a partidos populistas de extrema derecha, sino de extrema izquierda. Tras la muerte de Franco, España quedó vacuanada contra el fascismo para muchas décadas.


Apenas un par de cientos de personas salieron el sábado en Zaragoza a “combatir” el fascismo. Quijotes que ven gigantes donde sólo hay molinos de viento. Obsesionados con una única idea. Refractarios a la realidad social que vivimos. Ciegos al devenir de la Historia. Nunca serán derrotados porque su enemigo es un fantasma. Hay gente que contra Franco era más feliz.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Violencia sin género


Esa es la noticia, tal como aparece en los medios de comunicación. Una vez más, una tragedia, un crimen, una familia destruida por la violencia.

Pero este hecho merece un análisis más profundo, que trasciende el drama de las personas directamente implicadas. Este asesinato de un ser humano por su cónyuge deja al descubierto el núcleo de la falacia más rentable para el feminismo radical: la llamada “violencia de género” o “violencia machista”.

Los potentes lobbys feministas enquistados en algunos partidos políticos han construido -con la ayuda de muchos medios de comunicación- la creencia de la “violencia Machista” es una terrible epidemia social que convierte a todas las mujeres en potenciales víctimas de la agresividad de todos los hombres. Sobre esa base se promulgó la única ley de violencia de género, la única que vulnera el principio constitucional de que todos los españoles son iguales ante la ley. Para la ley de violencia de género los hombres y las mujeres no son iguales. Ellas son siempre presuntas víctimas, y ellos son siempre presuntos culpables.

A partir de esa creencia social se ha creado un monumental entramado para proteger a las víctimas –siempre las mujeres-, que incluye juzgados especiales, policías especiales, servicios municipal municipales de atención especiales, pisos de acogida, campañas de información, programas de radio y televisión, y suculentas subvenciones a miles de asociaciones, de mujeres, naturalmente.
Tras una década de medidas especiales, el número de personas asesinadas por sus parejas se ha mantenido inalterable –en torno a 70 cada año- a pesar del esfuerzo y de los cientos de millones de euros que se destinan supuestamente a evitarlo.

Y ahora se produce un asesinato –presuntamente cometido por su pareja-, y que parece haber sido inducido por los celos. Un drama con todas las característica de la llamada “violencia de género”, excepto por el pequeño detalle de que la pareja estaba formada por personas del mismo sexo. La prueba definitiva –para el que lo quiera ver- de que el montaje feminista que se ha construido en España a partir de la violencia emocional es una completa superchería.

Las realidades son otras:
  • Cualquier asesinato es una tragedia. La sociedad y los estados deben procurar establecer los medios para prevenir, evitar, y en su caso castigar estos hechos.
  • En todos los países del mundo se producen asesinatos. Entre ellos figuran los que se cometen en el seno de parejas.
  • La tasa de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en España es de las más bajas de Europa (6 casos por millón).
  • En torno al 20% de esos crímenes tienen como víctimas a hombres, algo que apenas se menciona, y que a nadie parece preocupar.
  • Aproximadamente el 25% de los hombres que terminan con la vida de sus parejas intentan suicidares a continuación.
  • Como sustrato de esas decenas de crímenes existen cientos de miles de casos de maltrato, que no terminan en asesinato, pero que suponen un terrible drama para las personas que los sufren –mayoritariamente mujeres, pero no exclusivamente mujeres.
  • Se debe prevenir –con medidas educativas-, y corregir y castigar los casos de maltrato –sean sus víctimas mujeres u hombres.
  • El origen de esos maltratos se halla en la dominación de un miembro de la pareja sobre otro, y en la concepción de las parejas en términos de posesión mutua.
  • Los factores emocionales de las relaciones de pareja son a menudo refractarios a los criterios de racionalidad, por los que tienen a desbordar lo que establecen las leyes y lo que dicta el sentido común.

Todo lo anterior puede resultar muy políticamente incorrecto. Pero es la realidad. Una realidad muy diferente a la que el feminismo radical ha logrado hacernos creer. Lo lamentgable es que mientras sigamos tratando de corregir una falsa realidad, cada año seguirán siendo asesinadas el mismo número de personas por sus parejas sentimentales.