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martes, 26 de noviembre de 2013

Chorizo al trullo

La Audiencia de Castellón ha condenado a cuatro años de prisión al que fuera presidente de la Diputación de esa provincia, Carlos Fabra: La pena impuesta es por cuatro delitos de fraude fiscales, pero le absuelve de los de cohecho y tráfico de influencias.

Pero el ciudadano común no suele entender mucho de tipos delictivos. Cohecho, prevaricación, tráfico de influencia, falsedad en documento público, apropiación indebida. Todo se reduce a un concepto muy hispánico: “chorizo”.

Lo mismo ocurre con las penas, prisión preventiva, sentencia en primera instancia, segundo grado son sutilezas que tampoco tienen gran aceptación entre el gran público. Lo que la gente entiende muy bien se resume en dos palabras: “al trullo”.

En España se vive una atmósfera irrespirable en todo lo que afecta a los asuntos públicos. En todos los niveles de la Administración, desde la Casa Real hasta las concejalías de muchos pequeños pueblos, el hedor es ya insufrible. Un Estado mastodóntico, inflado de organismos, cargos, subcargos, carguetes y subcarguetes, mantenido cada vez con más dificultad por una población cada vez más mosqueada.

Es imprescindible abordar una profunda reforma de la Administración, reducir su estructura, eliminar el parasitismo, y liberar recursos para estimular la economía productiva, y aqtender debidamente las necesidades más imperiosas. Si los viejos partidos no son capaces de abordar esas reformas, no es imposible que se llege a alcanzar un punto de no retorno, y que masas justamente enfurecidas arrasen un sistema que muchos hemos añorado durante décadas: la democracia.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Las caras de la gentuza

Con frecuencia hemos visto chocantes decisiones gubernamentales o judiciales. Verdaderas piruetas legales que sus autores han justificado en nombre de la “alarma social”. Pues para alarma social, la que está produciendo la liberación masiva de asesinos y violadores, en aplicación de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo.

La ley es la ley, y debe cumplirse siempre. Nos guste o no. Sin excepciones. Pero una cosa es que haya que aplicar la decisión de Estrasburgo (por cierto, con una celeridad inaudita en nuestro sistema judicial), y otra cosa es que la sociedad no tenga todo el derecho moral a repudiar a esos canallas, por medios distintos a los estrictamente judiciales.

Por ejemplo, ¿por qué no se publican las fotografías de esta gentuza? ¿por qué no tenemos todos los ciudadanos derecho a conocer sus caras, a reconocerles si les vemos en un bar, en un parque, o en una estación? Argumentar que tienen derecho a la privacidad es una hipocresía mayestática, ya que vemos constantemente imágenes de personas –especialmente si son de relevancia pública- que son detenidas, o que acuden a declarar a un tribunal. Muchas de ellas son absueltas de toda culpa, pero sus caras permanecen en nuestro recuerdo durante años.


Argumentar que ya han cumplido legalmente su pena es irrelevante para el caso. Dejar de tener cuentas pendientes con la Justicia no les convierte en buenas personas. Continúan siendo despreciable gentuza.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Hay que frenarlos

En su intervención en la clausura de la Conferencia Política del PSOE, Pérez Rubalcaba ha señalado que el objetivo del PSOE es “frenar a la derecha”. En paralelo, desde el PP, aunque no lo confiesan tan abiertamente, establecen sus estrategias con el fin de “frenar a la izquierda”.

Se mantienen las dos Españas; los buenos y los malos; los nuestros y los enemigos. Las dos Españas de Ortega y Gasset; las que llegaron a la guerra civil. Las que consiguieron reconciliarse en el 78, y las que Rodriguez Zapatero, en su insensato delirio, volvió a enfrentar.

Frenar a la derecha es frenar a diez millones de españoles que se sienten de derechas. Frenar a la izquierda supone frenar a otros tantos millones que se sienten de izquierdas. El resultado es una España frenada. Una España incapaz de avanzar, en la que el odio ahoga la confianza, y el rencor apaga la ilusión. Es hacer política, no “para algo”, sino “contra alguien”.

PP y PSOE intentar aparecer como dos partidos muy distintos. Pero comparten mucho más de lo que parece. Los dos están de acuerdo en mantener el sistema tal como está, asegurándose la alternancia en el poder cada cuatro u ocho años. Los dos ven a los españoles como votantes a los que seducir, y no como ciudadanos a los que servir.

Como dos orates caídos al mar, agarrados mutuamente del cuello, empecinados en ahogar al otro, el PP y el PSOE parecen incapaces de darse cuenta de que en esa lucha cainita no se están jugando su propio futuro como partidos, sino el de todos los ciudadanos. Y si los ciudadanos libres no les frenamos, al final nos ahogarán a todos.

viernes, 8 de noviembre de 2013

UPyD y las alianzas

Mucha gente pregunta que por qué UPyD no se alía con Ciutadans para sumar votos y conseguir más representación, ya que muchas de sus propuestas son parecidas. Incluso no son pocos los afiliados de UPyD que creen que esa alianza sería ventajosa para ambos.

Lo que quizá olviden unos y otros es que UPyD nació no sólo para implantar otras políticas, sino –y quizá principalmente- para hacer política de otra manera. Y hacer política de otra manera significa –entre otras cosas- que este partido aspira a ser decisivo, incluso a gobernar, pero no quiere crecer a cualquier precio.

Ciutadans nació en Cataluña como respuesta a la peculiar situación de esa región, en la que los viejos partidos nacionales habían desistido de enarbolar la bandera de un Estado unitario, fuerte, y cohesionado en la diversidad. En ese sentido, Ciutadans merece todo mi respeto, y apoyaré cualquier propuesta suya que me parezca razonable.

En cambio UPyD nació con la vocación firme de ser un partido nacional, con implantación en toda España, y que propone las mismas políticas en cualquier lugar del país. No tiene la menor intención de convertirse en una amalgama de partidos regionales, ni caer en la esquizofrenia en que se encuentra el PSOE con respecto al PSC. Y mucho menos convertirse en una constelación de grupúsculos variopintos, como es el caso de IU.

Puedo entender perfectamente que Albert Ribera tenga la ambición de extender su partido por toda España. Puedo entender que Albert Ribera quiera aliarse con UPyD para adquirir un peso del que carece fuera de Cataluña.

Pero lo que no consigo entender son las motivaciones de las personas que fuera de Cataluña se afilian a Ciutadans. Si es cierto –y lo es- que buena parte de las propuestas de Ciutadans coinciden con las de UPyD; si fuera cierto –que podría serlo- que alguien de Segovia, o de Cuenca, o de Zaragoza cree en esas ideas; entonces ¿por qué no se afilia a UPYD directamente? ¿Por qué prefiere afiliarse a Ciutadans, para inmediatamente pedir que UPyD se alíe con ellos?

Con toda mi simpatía hacia Ciutadans, tengo que deducir que al menos una parte de las personas que les apoyan fuera de Cataluña no buscan cambiar la política, no quieren hacer política de otra manera. Quieren, como los viejos partidos, hacerse un hueco en el sistema partitocrático. Justamente lo que UPyD quiere cambiar.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Canal 9

El Gobierno de la Comunidad Valenciana ha anunciado el cierre de la televisión autonómica, tras la anulación del ERE que había presentado el ente. Con esta medida un buen número de personas perderán el empleo. Se trata, sin duda, de una malísima noticia para esos empleados y sus familias; y se entiende perfectamente su descontento y sus protestas por la medida.
Por otra parte, cabe preguntarse si es razonable que el Estado gaste cientos de millones en mantener medios de comunicación, al mismo tiempo que reduce toda clase de prestaciones en sanidad, educación, dependencia y pensiones. Más aún: cabe preguntarse si es razonable que las administraciones públicas destinen dinero a mantener empresas de comunicación, que están fundamentalmente al servicio del interés electoral del gobierno que las controla.
El drama al que se enfrentan miles de empleados de la televisión valenciana es terrible. Pero no más terrible que el drama al que se enfrentan cinco millones de trabajadores de grandes, medianas y pequeñas empresas que se han quedado sin trabajo en toda España. NI más ni menos terrible.
Esta sociedad sufre –entre otras cosas- de una llamativa perversión en la jerarquía de valores y principios. Una de esas perversiones consiste en dar por supuesto que las administraciones, corporaciones y organismos públicos están para dar trabajo a los ciudadanos. Evidentemente, no es así. Los hospitales se construyen para curar a los enfermos. Los colegios para enseñar a los niños. Para ello hay que contratar personal sanitario y maestros. Pero esta creación de empleo es una característica secundaria, y no deberíamos que los que se benefician de ello lo conviertan en la razón de ser de los hospitales y los colegios.
Quizá nunca habría debido ponerse en marcha la televisión valenciana. Si así se hubiera hecho, las personas que ahora pierden su empleo, no lo perderían por la sencilla razón de que no se habría creado.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Otra forma de hacer política

Hace seis años decidí afilarme a UPyD. Me costó dar el paso. A pesar de interesarme la política, siempre había pensado que comprometerme con unas siglas concretas era una forma de perder mi libertad de pensamiento. Sin embargo, las ocurrencias simplonas de adolescente visionario en la presidencia del gobierno, me convencieron de la necesidad de hacer algo para intentar cambiar la deriva de una sociedad que caminaba hacia ninguna parte.
Este fin de semana he participado en el II Congreso del partido. Junto a otros 499 delegados he estudiado ponencias, analizado enmiendas, participado en los debates, y decidido con mi voto las líneas maestras de UPyD durante los próximos cuatro años. 500 afiliados que han sido elegidos delegados por sus compañeros, mediante listas abiertas, en votación secreta. 6.200 afiliados que han podido presentar su candidatura a delegados sin más requisitos que enviar un correo electrónico.
Los medios de comunicación hostiles seguirán repitiendo sus latiguillos, pero yo he comprobado en este partido hay libertad y democracia interna.
Este fin de semana he comprobado que hay mucha gente como yo. Gente que quiere hacer política porque son ciudadanos, y no porque busquen trabajo en la política. Gente que nos se juega su pan participando en el partido, y que por eso se siente libre para pensar, libre para decir, libre para votar. Gente que se toma en serio lo que hace UPyD porque quieren que UPyD sea el ejemplo de cómo debería ser la política en España. Gente políticamente incorrecta. Gente que habla claro, que llama al pan “pan”, y al vino “vino”. Gente que dice lo que va a hacer, que explica por qué lo va a hacer, y que luego hace lo que ha dicho que haría.
Cada vez hay más españoles que descubren que son de UPyD y no lo sabían. También hay ciudadanos que –como gatos escaldados- temen que cuando UPyD llegue al poder se convierta en un partido como los demás. Yo no tengo la bola de cristal para leer el futuro. Pero sí tengo memoria: los ciudadanos no podemos estar seguros de que UPyD será fiel a sus principios y seguirá cumpliendo lo que dice. Pero lo que sí sabemos todos es lo que han hacho hasta ahora los partidos viejos.