En
los años 30 del pasado siglo se impuso en Alemania la idea de que los judíos
eran la causa de todos los males de la nación. Se les consideró una raza
degradada, improductiva y parasitaria. Es cierto que muchos judíos se dedicaban
a las finanzas y al comercio, y disponían de grandes fortunas. Igual de cierto
que muchos otros judíos ejercían profesiones liberales, como médicos y abogados.
Pero también es cierto que la mayoría de los judíos alemanes desempeñaban
trabajos más humildes: escribientes, camareros, artesanos, etc. El odio hacia
los judíos –estimulado por el nacionalsocialismo- dio lugar a que la mayoría de
los alemanes contemplaran con aprobación o con indiferencia como millones de
judíos fueron perseguidos, humillados, detenidos y eliminados. Este es un
ejemplo de cómo la masa puede aceptar una leyenda inventada como si fuera real.
Terminada
la II guerra mundial, el genocidio perpetrado contra los judíos sirvió de excusa
para perpetrar el sometimiento y la expulsión de sus tierras de los millones de
personas que vivían en los territorios donde se implantó el estado de Israel.
Este
es un ejemplo de cómo se pueden cometer gravísimas injusticias al amparo de
otras injusticias pretéritas.
En
la España de 2019 se ha impuesto la idea de que las mujeres sufren una
discriminación insoportable, que carecen de derechos, y que se les impide
desarrollar su vida en libertad.
Es
cierto que cada año alrededor de 50 mujeres mueren a manos de sus parejas o
exparejas. También es cierto que el promedio de salarios de todas las mujeres es
inferior al promedio de salarios de todos los hombres. Y sigue siendo cierto que
la mayoría de las mujeres tenían muchos menos derechos que los hombres hace 50
años. Pero no es cierto que el número de homicidios contra mujeres sea mayor
en España que en el resto de Europa. De hecho, es inferior a la media europea.
Tampoco es cierto que las mujeres tengan menos derechos que los hombres. La
Constitución establece la igualdad entre los sexos, y no existe ninguna
discriminación legal para ellas. Cualquier mujer puede estudiar cualquier
carrera universitaria, desempeñar cualquier trabajo, ingresar en el Ejército o
crear una empresa. Si hay menos mujeres en la pesca, la minería, en la
construcción o en las carreras técnicas es únicamente porque libremente eligen
no hacerlo. Tampoco es verdad que las mujeres reciban menor salario cuando
desempeñan la misma función, con igual responsabilidad, antigüedad, horario y
disponibilidad. La llamada “brecha salarial” entre hombres y mujeres no es
diferente de la brecha salarial entre los madrileños y los zamoranos. La media
de los salarios de los primeros es superior a la de los segundos, pero eso se
debe a diversos factores, entre los que no está que se discrimine a nadie por
ser zamorano. Este es otro ejemplo de cómo una leyenda inventada puede ser
asumida como algo real por la masa.
Con
la excusa de que las mujeres españolas del siglo pasado dependían de sus
maridos y carecían de los mismos derechos que éstos se ha creado el actual
estado ginocrático. Están en vigor leyes que penalizan a los hombres por el
hecho de serlo. Funcionan infinidad de organismos dedicados en exclusiva a
facilitar diversas ayudas sólo para mujeres. Se destinan miles de millones de
dinero público a innumerables asociaciones de mujeres, pero no existe ni una sola
asociación sólo de hombres.
Este
es otro ejemplo de cómo se pueden cometer gravísimas injusticias al amparo de
otras injusticias pretéritas.
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