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miércoles, 28 de julio de 2010

Estoques y banderillas

El Parlamento de Cataluña decide hoy –casi con seguridad- prohibir las corridas de toros en la región. La cuestión no es de derechas ni de izquierdas. Hay conocidos aficionados a los toros de izquierdas (de izquierdas los aficionados, no los toros), y muchos de derechas a los que no les gustan.

¿A qué obedece el empeño en prohibirla en Cataluña? Sencillamente a que es un espectáculo que se conoce como “la fiesta nacional” en España. Ese es el verdadero delito de las corridas.

La mayoría de los políticos catalanes han abrazado banderas nacionalistas o independentistas. Se encuentran enfrascados en una pugna por demostrar quién es más catalán que los demás, y han logrado arrastrar a una parte muy importante de los ciudadanos catalanes, a los que durante muchas décadas no les ha supuesto ningún problema ser catalanes y españoles.

Pero los políticos catalanes –rabiosamente enfrentados en casi todo- sólo parecen ponerse de acuerdo en vestirse de Judas y negar a España todo lo que pueden. Unos preparan el estoque para terminar definitivamente con ese bicho, y aspiran directamente a la independencia. Otros no llegan tan lejos, y se conforman con ponerle todas las banderillas que pueden. En cualquier campo de la vida social se trata de marcar diferencias con España, y lo hacen incluso invadiendo parcelas que deberían pertenecer al ejercicio de la libertad individual, como el uso de la lengua, la rotulación de establecimientos, o los espectáculos.

Porque los políticos catalanes tienen muy claro que cuando ellos hablan de “diferencia” lo que quieren decir es “privilegio”, y ya que se les ha venido permitiendo tener privilegios durante décadas, no van a renunciar ahora. Sin embargo, incluso con esos privilegios, Cataluña va perdiendo fuerza en lo económico. Lentamente va pasando de ser una región destacada en el conjunto de España a convertirse en un territorio que avanza torpemente, lastrado con un pesado bagaje de trabas burocráticas y sentimentaloides. Lo de prohibir las corridas de toros sólo es un banderillazo más a España. Y un nuevo paso atrás de la Cataluña puntera e innovadora hacia otra Cataluña aldeana y residual. Una pena.

martes, 27 de julio de 2010

Desolación

El ministro de Fomento anunció hace unos días un recorte draconiano en las inversiones del ministerio. Cientos de obras han quedado repentinamente paralizadas en toda España. En Aragón, las de ampliación de la ronda norte de Zaragoza, las de la autovía Lérida-Jaca, y las de la carretera Huesca-Sabiñánigo, entre otras.

Un signo inequívoco de la situación de pobreza de muchos países se aprecia en la escasez de infraestructuras y en la precariedad de las mismas. Es lo mismo que se observa en las viviendas de los pobres: muebles sencillos o viejos, láminas enmarcadas en lugar de óleos en las paredes, bombillas peladas en vez de lámparas en los techos, grifos antiguos. Es la imagen de la pobreza.

Hay viviendas con un aspecto diferente: muebles con puertas y cajones rotos, cortinas desgarradas, bombillas fundidas, grifos que gotean, y paredes desconchadas. Es la imagen de la desidia o de la decadencia.

De esta manera va a quedar el territorio español durante unos cuantos años. Obras a medio terminar, zanjas, desvíos, puentes por los que no se puede pasar, túneles cerrados. Es la imagen de la imprevisión, de la desorganización, del quiero y no puedo. Es el fantasma de la ruina.

Nadie con sentido común puede negar la imperiosa necesidad de esos recortes en las obras públicas. Pero cuando uno observa los cientos de kilómetros de flamantes carriles-bici, las docenas de polideportivos, los nuevos mini-aeropuertos, las estaciones de ferrocarril faraónicas, las decenas de miles de farolas de diseño que se han inaugurado en los últimos años, siente una sorda rabia interior. Cuando uno se da cuenta de que ese violento frenazo en el desarrollo necesario de un país se produce unos pocos meses después de que el gobierno haya derrochado 13.000 millones de euros en planes “E” para obras superfluas e insustanciales, siente un intenso deseo de encorrer a gorrazos a alguien, de echar a patadas a algún cretino de un lugar de decisión al que no debería haber accedido nunca.

viernes, 23 de julio de 2010

El acantilado

Regreso a casa y me encuentro con la noticia de que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya respaldan la independencia de Kosovo. Hay que recordar que esa declaración de independencia se produjo de manera unilateral por parte de una facción de los kosovares, y sin atenerse a ningún procedimiento legalmente establecido.

Me parece una de las noticias internacionales que más consecuencias pueden tener en el futuro desarrollo de los acontecimientos en España. Unida al fallo del TC sobre el Estatuto de Cataluña, a la reacción de nacionalistas catalanes (“Somos una nación, tenemos derecho a decidir”), y a la postura de chalaneo apuntada por el presidente del gobierno (“Haremos lo posible para que sea posible lo que el TC ha dicho que no es posible”), forma un amasijo altamente explosivo, cuyas consecuencias preferimos no ver, aunque todos recordamos el significado de la palabra “balcanización”.

Pero el tema tiene demasiada enjundia para abordarlo así, nada más llegar, todavía con el sabor a pulpo y a albariño en el paladar. Todavía con el sonido de las olas rompiendo con furia en los acantilados de Caión. Diez días desconectado. Diez días sin leer un periódico, sin ver un televisor, sin escuchar una radio. Y el mundo sigue girando. Los partidos de siempre siguen atizándose como niños malcriados. Los sindicatos siguen secuestrando la libertad de los ciudadanos. Y los ciudadanos siguen ejerciendo como adictos, cada uno a los de su color. Fieles a la banderola de sus siglas. Hasta que la marea de Kosovo o la tormenta de la economía nos empotren contra los acantilados.

jueves, 15 de julio de 2010

Desconexión

Creo que ha habido un mundial de fútbol.
Creo que ha habido un debate sobre el estado de la nación.
Creo que hay casi cinco millones de parados.

Pero no estoy seguro.
En Betanzos el Parque del Pasatiempo parece un lugar de otro mundo. Los chupitos de yema tostada te hacen pensar menos. Los 20 grados de temperatura máxima te refrescan por fuera y por dentro. Las gaviontas te recuerdan que la naturaleza sigue viva.

Hoy mee espera un arroz con bogavante.

Realmente, en estas condiciones, hasta las cosas de TTessa me parecen razonables.

lunes, 12 de julio de 2010

Tarjeta roja

Pues sí. La selección española de fútbol ha ganado la copa del mundo. No está muy claro si el mérito es de Del Bosque, de Villa, de Casillas, de Puyol, de Iniesta, o del PP (el Pulpo Paul, naturalmente). La inmensa mayoría de los españoles estamos contentos, y ayer vivimos con ansiedad las patadas de los holandeses, la miopía del árbitro, y el paso del reloj.

Está muy bien este respiro para la autoestima nacional. Está muy bien ver a tanta gente cantando gritos de viva España. Está muy bien poder sentirnos los mejores. Aunque se trate de un acontecimiento deportivo, tiene razón en parte el ministro de industria cuando dice que la victoria es buena para la imagen de España en el mundo y para el comercio exterior. Todo está muy bien, y me sumo sin reservas a ese chapuzón de optimismo.

La selección española de fútbol ha hecho bien su trabajo, y es campeona del mundo. Ahora sólo falta que la selección nacional del Congreso y el Senado haga bien el suyo; que la selección nacional de la prensa empiece a informar más y a opinar menos; y sobre todo, que la la nación entera despierte del letargo, asuma el protagonismo de su futuro, deje de esperar que le caiga el maná del cielo, y se atreva a echar a patadas a los políticos que lo merezcan. Aunque sean de su cuerda. En este otro partido juega España contra el desastre, y en este caso el árbitro es el público. Menos amonestar, y más tarjeta roja.

jueves, 8 de julio de 2010

Fervorosamente

Ayer presencié dos actos de intenso fervor. El primero era un funeral en un pequeño pueblo. Como no conozco bien los usos de las ceremonias religiosas, y no entiendo a qué obedece eso de levantarse y sentarse tantas veces durante la misa, opté por quedarme sentado todo el tiempo. Detrás de mí, una señora muy fervorosa, que se sabía todos los cánticos y todas las oraciones, me decía de vez en cuando “ahora hay que estar de pie”. A la tercera vez apoyó sus palabras con un ligero toque de su abanico en mi espalda. Pero como yo no entiendo el lenguaje de los abanicos, seguí sentado escuchando las cosas terribles que decía el oficiante. Al parecer todos teníamos estar muy contentos de que mi tía se hubiera muerto porque Dios la había protegido durante toda su vida. Todo lo que dijo me pareció incoherente y delirante, pero la señora de atrás, y varias docenas más le escuchaban con todo fervor.

El segundo se originó a 9.000 km. de mi casa, pero ha dado lugar a que centenares de miles de personas decidieran que era el momento de hacer sonar las bocinas de sus coches y de aullar como locos. Incluso han tenido la osadía de agitar miles de banderas de España, y, sorprendentemente, nadie les ha llamado “fachas”.

Yo soy poco dado a los fervores (excepto en cuestiones muy personales que no voy a describir ahora). Pero no puedo dejar de reconocer la importancia que tienen en la vida de las personas y las sociedades. Eso que Emile Durkheim denominaba “efervescencia colectiva” resulta ser un poderoso motor, capaz de mover más voluntades y de arrastrar más esfuerzos que la más sólida argumentación, o el análisis más racional.

No sé si eso es bueno o malo, pero somos así. Convenientemente excitados podemos quemar La Bastilla, clavar tijeras en el vientre de los caballos napoleónicos, lograr la independencia de la India, o meter el Ebro en un cántaro para que no lo toque nadie.

Lo siento, Arama. Pero esos señores en pantalón corto son capaces de levantar el fervor de millones de personas, y hacer que cambien su conducta. Como bien saben los dueños de todos los bares de España que han visto dispararse sus ventas tras la victoria del equipo de fútbol.

miércoles, 7 de julio de 2010

El aborto y la chulería autonómica

Ayer entró en vigor la nueva ley del aborto. Quizá lo esencial de ella es que el aborto pasa de ser considerado algo no deseable -aunque en determinadas ocasiones puede resultar también necesario- a ser tratado como un derecho. La polémica ha sido y sigue siendo intensa. Unos ponen el acento en la mujer y consideran al feto como una excrecencia del cuerpo de la misma, y otros focalizan sobre el feto, al que consideran como un sujeto pasivo e indefenso que debe ser protegido por la ley.

Independientemente de la opinión que cada uno tenga, el hecho objetivo es que la ley ha sido aprobada legal y legítimamente. Ha sido recurrida ante el TC, y en su momento se conocerá la resolución del alto tribunal. Por su parte, el presidente de Murciia, Ramón Luis Valcárcel ha afirmado que de momento no hay razones para aplicar esa ley.

Otro empujoncito para llevar a España hacia el caos. Hemos hablado hasta la saciedad de los empujones de Ibarretxe, Zapatero, Carod-Rovira, Maragall y Montilla en el mismo sentido. Seguramente han sido de los más potentes, pero esto del presidente de Murcia es otra ocurrencia impresentable, que debería dar lugar a una reacción contundente por parte del gobierno central.

Si esto es un estado de derecho, o jugamos todos o rompemos la baraja. No puede ser que cada reyezuelo autonómico o local se atribuya el derecho a decidir qué leyes se cumples y cuáles no. No es de recibo que Montilla organice una manifestación contra la ley. No es tolerable que Valcárcel diga que no va a cumplir la ley “de momento”. Las leyes se cumplen o esto se irá al garete. Y el responsable máximo de hacer cumplir las leyes es el gobierno. Es irresponsable que no ejerza su papel. El gobierno central dispone de mecanismos para intervenir en las CC.AA. cuando en ellas nos e cumple la ley. Han sido numerosas las ocasiones en las que ha tenido motivos para hacerlo, y ni este ni anteriores gobiernos se han atrevido. Como consecuencia, la rebeldía y la anarquía siguen avanzando. El estado central agoniza, casi sin pulso. Apenas le quedan competencias, apenas le queda dinero que administrar, apenas le queda autoridad que ejercer. Por no ejercer, no ejerce ni la defensa de la dignidad nacional, hecha jirones por 17 hijos chulitos que intentan quedarse cada uno con un trocito de eso que se había llamado España.

martes, 6 de julio de 2010

La audiencia cautiva

Hace unos días comentaba José Antonio Marina lo demoledor que resulta para una sociedad libre la existencia de enormes masas de ciudadanos que padecen “audiencia cautiva”. Se refiere al hecho de recibir la información de la actualidad preferente –o únicamente- de un sólo medio de comunicación.
Quién más, quién menos, tiene su periódico, su radio, o su cadena de televisión favoritas. La elección de ese medio no es casual, sino que se debe a que es ese medio el que más se identifica con las creencias previas o la ideología de la persona.
Estoy de acuerdo con Marina en que esa costumbre dificulta el funcionamiento de una sociedad plenamente democrática. La mayoría de la gente está convencida de que en España existe una democracia moderna, pero no es así. Es una democracia en el aspecto formal, porque existe separación de poderes, representatividad del poder, y libertades individuales, especialmente la de información.
Pero, sorprendentemente, son los propios ciudadanos los que amputan esa fundamental libertad de información renunciando a la diversidad informativa. Apuestan por alquien, se fían de él, e ignoran todo lo que publican los demás. Los que tenemos la costumbre de leer y escuchar varios medios comprobamos a menudo que hay días en los que parece que cada medio habla de un país diferente. Cada uno destaca unas noticias, omite otras, y manipula otras. Así, recibiendo la información de un único medio, es imposible hacerse una idea más o menos veraz de lo que sucede.
Renunciar a la pluralidad informativa, someterse al criterio del editor de un determinado medio es a la libertad de expresión lo mismo que someterse a un amo es a la libertad.
Uno es libre de hacerse esclavo. Pero es realmente triste que ocurra eso.

lunes, 5 de julio de 2010

España se la juega

Querámoslo o no, el futuro de España se decide esta semana. La cuestión no tiene nada que ver con estatutos autonómicos y la posibilidad de desmembramiento del Estado. Tampoco con que millones de personas no tengan un trabajo que echarse a las manos. Ni siquiera con el riesgo de quiebra de un estado que se ha venido dedicando a derrochar lo que no tenía.

No, el futuro de España se decide en Sudáfrica. Por primera vez la selección española de fútbol ha llegado a la semifinal del campeonato mundial, y ahora cualquiera que tenga un DNI de España (excepto, quizá, los que usan calzoncillos con tela de senyera o de ikurriña) contiene el aliento a la espera de lo que nos dejen hacer los chicos de Ángela Merkel.

Los personajes importantes del momento no son ni Rubalcaba ni Aido; tampoco Zapatero ni Rajoy. Los auténticos protagonistas de la vida en España se llaman Casillas, Villa, Xabi, Piqué, Capdevilla, Puyol o Llorente. Ellos son los que tienen nuestro futuro en sus pies (en sus manos, en el caso de Casillas). Si triunfan, todos afrontaremos el verano con cierta sensación de orgullo. La economía y la política seguirán yendo mal, pero todos podremos decir eso de “pobres pero honrados”.
En cambio, si pierden, todos tendremos la impresión de que hemos perdido, de que hemos sido rechazados por los dioses del fútbol. La economía y la política continuarán igual de mal, pero ya tendremos culpables para nuestras desgracias. Podremos crucificar a Vicente del Bosque, escupir a la cara a Fernando Torres; o acordarnos de la madre del árbitro.

Nos iremos de vacaciones con el tubo de Prozac. En lo económico y en lo político continuará la confrontación entre dos equipos. Pero en ese encuentro los españoles tenemos poco que ganar.

jueves, 1 de julio de 2010

El argumento de los cojones

Es muy ilustrativo escuchar los serenos argumentos del portavoz del comité de empresa del Metro de Madrid:
“Vamos a muerte. Si tenemos que entrar a matar, entraremos a matar.”
“Si nos tocan los cojones somos capaces de cualquier cosa”. Por otra parte, cuatro trabajadores de Metro han sido agredidos por sus “compañeros” de un piquete cuando se dirigían a cocheras para cumplir su trabajo.

Este es el energúmeno impresentable que está arengando a los trabajadores para que se salten la ley. Es decir: para que se conviertan en delincuentes. Y además el tipo tiene la cara dura de decir que ellos “son personas decentes”. Recurre al argumento más usado por los bestias cuando no tienen argumentos: los cojones.

La empresa asegura que ha abierto 400 expedientes a los trabajadores por incumplimiento de sus obligaciones. ¿Cuál ha sido la respuesta de los sindicalistas? ¿acaso contratar abogados? ¿acaso declarar que ellos no han hecho nada? Pues no. Su reacción ha sido amenazar: “Si se producen expedientes, volvemos a la huelga total”.

Resulta anacrónico este comportamiento propio de “gánsters” del Bronx de principios del siglo XX. Pero lo que es absolutamente intolerable es que el Ministro del Interior, y el Fiscal General del Estado no hayan dado instrucciones inmediatas a las fuerzas de seguridad para proteger a los trabajadores que quieren hacerlo, y para detener y enjuiciar a los que tienen la chulería de retar a todos los españoles. de coaccionar a trabajadores libres, y de agredir al que no se pliega a su capricho.