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martes, 28 de mayo de 2013

Democracia medieval

“Los barones” autonómicos del Partido Popular se han reunido con Rajoy para establecer los criterios con se van a establecer los límites del déficit de cada CC.AA. La reunión ha resultado ha tenido un importantísimo resultado: se han puesto de acuerdo en que tienen que ponerse de acuerdo. Se ha escenificado así una realidad que subyace en la estructura del Estado, y que se reproduce en la arquitectura de casi todos los partidos políticos: el modelo medieval.

Como en la época feudal, los viejos partidos políticos se configuran en una rígida escala de vasallaje. Entonces una tupida red de nobles rendían vasallaje a otro noble de mayor rango, y todos al rey. A cambio, el rey prestaba su protección a sus nobles, y garantizaba su posición privilegiada en cada feudo.

Se trataba de una relación en la que tanto el rey como los nobles salían beneficiados, a expensas del pueblo llano. Los nobles obedecían al rey, pero éste no podía extralimitarse en sus exigencias, ya que en última instancia dependía del apoyo de las tropas de los nobles para conservar el trono. El sistema estuvo en vigor durante varios siglos, y sólo con la aparición de los estados-nación se pudo salir de una situación que, además de injusta, impedía el desarrollo económico.


Es lo mismo que ocurre hoy en estos partidos antiguos, que se dicen nacionales, pero que en realidad son totalmente medievales. Los “barones” de cada Comunidad Autónoma rinden pleitesía al jefe de su partido, pero dejan de hacerlo si éste pone en peligro su posición en el condado. Hace 1.000 años los nobles ejercían su presión ante el rey con la fuerza de sus ejércitos. Hoy en día lo hacen con la fuerza de sus votos regionales. En la Edad Media los señores pagaban a sus soldados con el dinero de los impuestos del pueblo. Hoy en día los “barones” consiguen sus votos con el dinero de los impuestos del pueblo. Hemos recorrido un largo camino para volver al mismo punto.

jueves, 23 de mayo de 2013

!Condenad, condenados¡


Era una tarde soleada, y yo paseaba por el centro de la ciudad. En una concurrida plaza había una pequeña multitud en torno a una mesa. Detrás una gran pancarta en la que se leía “CONTRA EL MALTRATO INFANTIL”. Entonces se me acercó una joven con una pegatina en la mano, y con la intención de colocarla en mi solapa. Rehusé educadamente, y mirándome con odio, me dijo: “!Así que tú eres uno de esos criminales que maltratan a los niños¡”. La miré con pena, y le respondí: “No. Yo soy uno de esos que deciden por sí mismos cuándo se ponen una pegatina”.

Algo parecido ocurre en el Congreso de los Diputados cada cierto tiempo. De vez en cuando un diputado del PCE, de IU, de la Izquierda Plural –o como se llame en cada momento- presenta una proposición para que el Congreso condene el franquismo. Y una y otra vez, intentan hacer creer a la opinión pública que los que no se ponen la pegatina son franquistas.

¿Son ingenuos o malintencionados? Si no se dan cuenta de que los diputados –como los ciudadanos, en general- están en contra de cientos de cosas, actuales o históricas, sin que por eso se vayan a tener que poner cientos de pegatinas anunciándolo, entonces son unos ingenuos. Si creen que a alguien se le conoce por las pegatinas que lleva puestas y no por su comportamiento y sus opiniones, son unos ingenuos.

Pero si están muy interesados en mantener el foco de atención sobre el pasado, para dotarse de una superioridad moral que no son capaces de ganarse en el presente; si pretenden beneficiarse indefinidamente de las injusticias y los abusos que se cometieron al amparo de régimen franquista; entonces son unos malintencionados.

Y además: si pretenden que todo el mundo se ponga la pegatina que ellos han diseñado, son tan totalitarios como el régimen que quieren condenar,

jueves, 16 de mayo de 2013

La inflación académica


Según un estudio del mercado laboral realizado por AFI, el26,3% de los trabajadores ocupados desempeña un trabajo por debajo de sucualificación académica. El porcentaje de infraempleo es el doble entre los menores de 34 años que en los mayores de 56.

La noticia se presenta como una situación anómala, y gran parte de los jóvenes que desarrollan un trabajo por debajo de su nivel académico experimentan una gran frustración al tener que trabajar como camareros, teniendo en un bolsillo el título de licenciado en Psicología, en Derecho, o en Educación Infantil.

Sin embargo, se trata de algo completamente normal en un país desarrollado en el que la población tiene acceso a la enseñanza universitaria de manera generalizada. Se trata del resultado de la combinación de dos factores:

a) Es positivo que el máximo número de personas tengan buena formación. Esto mejora su capacidad como ciudadanos; les dota de un techo más elevado de expectativas profesionales; y mejora la competitividad general del país.

b) No es viable una sociedad en la que sólo trabajen ingenieros, médicos, abogados y biólogos. Es absolutamente necesaria la participación de camareros, dependientes, repartidores, conductores, limpiadores, etc.

El gran error ha sido dar por supuesto que la mera obtención de un título académico tenía que garantizar el desempeño de un trabajo acorde con esa cualificación. Es lo mismo que creer que la obtención del carnet de conducir nos va a garantizar disponer de coche propio.

Paralelamente, el sistema académico ha contribuido a esa inflación de títulos. El sistema está orientado al igualitarismo, dando toda clase de facilidades para pasar de curso en la enseñanza secundaria, y rebajando los niveles de exigencia en todos los tramos de la enseñanza. El resultado es exactamente el mismo que se produce cuando un banco central emite más dinero: la moneda se devalúa y la inflación vuelve a equilibrar el poder adquisitivo al estado rea de la economía.

Probablemente, este es el elemento que explica que en España se hayan producido durante la última década dos fenómenos simultáneos: la existencia de un desempleo estructural del doble de la media de la UE; y la entrada de cinco millones de inmigrantes. Ha habido una gran bolsa de jóvenes titulados en paro, que a la espera de una oportunidad para trabajar en “lo suyo” han descartado desempeñar unos trabajos que han tenido que ser ocupados por inmigrantes. Sólo ahora, ante lo apremiante de la situación, se van decidiendo a trabajar de lo que sea. Esta hipótesis la confirma el estudio, al señalar que existe una correlación negativa entre el porcentaje de sobrecualificados de cada Comunidad Autónoma y la tasa de paro.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Mantenella y no enmendalla


Había un comisario europeo de empleo al que nadie conocía en España. Sin embargo, su nombre -Laszio Andor- saltó ayer a la fama tras hacer unas declaraciones en las que recomendaba la implantación en España de un único tipo de contrato laboral.

Ha sido muy llamativa la reacción casi unánime de los partidos políticos, los sindicatos, y la patronal, que han saltado como un sólo hombre para oponerse a la iniciativa. Sólo UPyD, que ya llevaba en su programa electoral la propuesta de crear uncontrato único -con indemnización progresiva en caso de despido- ha considerado que la recomendación del señor Andor debería ser tenida en cuenta.

Es muy probable que ese tipo de contrato no fuera la panacea que permitiera terminar de un plumazo con el desempleo de seis millones de personas. Incluso es posible que la propuesta pudiera ser mejorada y complementada. Pero lo que no tiene sentido es que precisamente los partidos, los sindicatos, y la patronal que han configurado este estado de cosas en el que España se sitúa a la cabeza del paro se nieguen en redondo a revisar el sistema. No parece muy inteligente empeñarse en mantener un sistema que ha demostrado que no funciona.

Tampoco parece muy razonable que todos los debates en torno a las modalidades de contrato de trabajo pongan el foco en las condiciones de un posible despido, en vez de centrarse en la mejor manera de que la gente empiece a trabajar. Es casi tan anormal como si una pareja que va a contraer matrimonio mostrase más interés en acordar los términos de un hipotético futuro divorcio, que en encontrar vivienda, elegir el mobiliario, encargar el banquete y organizar el viaje de bodas.

Es ya muy larga la lista de iniciativas de Unión Progreso y Democracia que fueron rechazadas y despreciadas por los demás partidos, para terminar siendo defendidas como propias dos años después por los mismos partidos. A la vista de la energía con la que todos han rechazado esta idea, parece muy probable que dentro de uno o dos años la fuerza de la realidad obligue a adoptarla. Lo que me pregunto es cuántos puestos de trabajo más se habrán perdido para entonces.

lunes, 13 de mayo de 2013

Niño: eso no se dice

Cuando yo tenía pocos años, y aún no había aprendido a mentir, recuerdo que decía las cosas con la limpia espontaneidad de todos los niños. Con frecuencia, mi madre me reprendía con una frase tan incomprensible como inapelable para mí: “niño: eso no se dice”. Yo no entendía por qué no podía decir que la tía Matilde estaba gorda, que el señor Paco olía a vino, o que el Cristo del dormitorio de mis padres me daba miedo. Pero como en aquella época los niños solíamos ser obedientes, dejaba de decir esas cosas, aunque, naturalmente, seguía pensado exactamente lo mismo. Así fue como aprendí a autocensurarme.

Es curioso observar como décadas más tarde esa fórmula del “niño, eso no se dice” se haya extendido al mundo de los adultos. Ha cambiado el formato, eso sí, y ahora se llama “eso no es políticamente correcto”. Pero es el mismo mecanismo, sólo que en vez de actuar sobre niños en pleno proceso de socialización, ahora funciona para modelar el pensamiento de unos adultos que ya deberían haber desarrollado su capacidad de pensar y hablar por sí mismos.

Por lo demás, el efecto es idéntico. Bajo el imperativo de ser políticamente correctos mucha gente evita decir públicamente una buena parte de las cosas que piensan. Alguien –no se sabe muy bien quién- se ha erigido en madre educadora de toda la sociedad, y ha decidido qué idas son aceptables y qué opiniones son rechazables.

Lo más sorprendente es que tantos millones de adultos hayan aceptado sumisamente ese código de autocensura, que les obliga a callar lo que piensan; a decir lo que no sienten; y a sentirse culpables por tener las ideas que tienen. No sorprende, en cambio, que muchos políticos traten como a niños a unos adultos que se dejan dirigir tan fácilmente en sus manera de pensar y de expresarse.

miércoles, 8 de mayo de 2013

LAPAO, LAPAPYP, LAPRA y LEPAPA


Las Cortes de Aragón aprueban mañana un invento al que llaman Ley de Lenguas de Aragón. En esta región no existe ningún problema lingüístico; el 98% de los aragoneses tienen como lengua materna el español, y el 2% lo hablan con toda soltura, sin que ello les impida entenderse con sus convecinos en alguna versión pirenaica o en una variante del catalán.

Pero, una vez más, los políticos han encontrado la manera de crear problemas donde no los había, y se han empeñado en meter sus zarpas en algo tan personal y tan emocional como es el idioma en el que las gentes se entienden. Enfrascados en su pelea de colegiales, han sacado el asunto de lo sustancial y han dedicado todo su esfuerzo a lo superficial: la denominación de las lenguas minoritarias.

No les importa que los dueños de las lenguas –los que la hablan- se refieran a ellas como ansotano, cheso, panticuto o catalán. Afanosos por entrometerse en los aspectos más íntimos de la vida de la gente, han decidido cambiar sus nombres, y a partir de ahora ese 2% de aragoneses que –además del español- utilizan otras lenguas hablarán, por ley, lapao o lapapyp.

Según esta ley, LAPAO es la “lengua aragonesa propia del área oriental”, y la LAPAPYP es “lengua aragonesa propia de las áreas pirenaica y prepirenaica”. Sorprende que se les haya pasado por alto legislar sobre la LAPRA (lengua aragonesa propia del resto de Aragón). Sobre todo porque esta lapra, -conocida en todo el mundo como “español”- es el idioma que emplean el 98% de los aragoneses, y el que les permite entenderse con 500 millones de personas de todo el mundo.

¿Por qué se habrán olvidado de la LAPRA, siendo con diferencia la lengua más propia de Aragón? Pues por la misma razón por la que estos partidos rancios se ocupan de unas cosas y se olvidan de otras: porque la LAPRA, el español, se escapa a su control directo. Porque no pueden crear una Academia del Español; porque no pueden regular los topónimos; porque no pueden utilizarlo como coartada para crear nuevos organismos y nombrar más cargos públicos.

No sé si los aragoneses aceptarán hablar en LAPAO, en LAPAPYP, o en LAPRA. pero parece evidente que estos políticos hablan exclusivamente en LEPAPA: “lengua exclusiva de políticos ajenos a los problemas de los aragoneses”.

jueves, 2 de mayo de 2013

Hacia el futuro o hacia el pasado


Encuesta tras encuesta, todos los pronósticos van consolidando un derrumbamiento de las expectativas electorales del PP y del PSOE. En correspondencia con ese declive se confirma la tendencia de crecimiento de otras dos formaciones: UPyD e IU.

Aparte del inevitable desgaste por tener que administrar una de las situaciones más delicadas que ha enfrentado España desde la II República, el PP está pagando el precio de no haber sabido instalarse en el panorama político como un partido moderno, tan legítimo y democrático como cualquier otro. Su incapacidad para librarse del estigma de herederos del franquismo ha sido clamorosa, aunque hay que reconocer que si algo ha unido a todas las corrienes de izquierda durante las últimas décadas ha sido la batalla para evitar que la derecha española fuera aceptada en la sociedad con la misma naturalidad que lo es la derecha alemana o la francesa.

Me llama la atención la dispar naturaleza de los dos partidos que están erigiéndose en los nuevos depositarios de la representación de los ciudadanos. Por una parte UPyD, un partido nacido en 2007, indiferente a la vieja clasificación de izquierdas/derechas, que no tiene ataduras ni hipotecas con el pasado ni con ningún poder fáctico, cuyos representantes dicen lo que piensan, guste o no guste; y que además tiene el mismo discurso en toda España. Es, probablemente, el soplo de aire más fresco que ha entrado en el ambiente político desde 1975.

Por otro lado IU. Una coalición en la que unos pequeños grupos ecologistas y de izquierda se amalgaman en torno al núcleo del Partido Comunista, para darle un barniz de honorabilidad. Es la antitesis de la modernidad. El rancio lenguaje de la lucha de clases, el anticapitalismo, el espejismo de paraísos como el de Cuba, Venezuela, o Corea del Norte. La contradicción de un alma totalitaria que dice creer en la democracia.

España está a punto de romperse, no sólo territorialmente, sino también ideológicamente. Las viejas dos Españas. Una que se renueva mirando al futuro. Otra que se encoge refugiándose en el pasado. El crudo realiamo de lo posible, y el plácido sueño de la utopía.