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lunes, 10 de octubre de 2016

¿Eres feliz o de Podemos?

Si analizamos el discurso de Podemos veremos que consiste en un largo catálogo de denuncias sobre agravios, injusticias y abusos, que supuestamente padece “la gente” (es decir, los que deberían votarles a ellos), a manos de actores como “la casta”, “la Merkel”, la banca, o el IBEX35. Dibujan un cuadro muy simple de víctimas y verdugos. Millones de seres que sufren injustamente, y unos pocos miles que disfrutan haciéndoles sufrir. La idea que vertebra toda su teoría es que si las cosas no salen como yo quiero, siempre es por culpa de otros. Su mensaje da a entender que eliminando a esos malvados verdugos, la humanidad entera viviría en la prosperidad y sería feliz.

Ese es el contenido. Pero si nos fijamos en el tono, en la actitud con que lanzan el discurso, observaremos que flota en un océano de amargura, de rencor, de ansia de venganza, de envidia, y de odio. Son el paradigma del cabreo permanente.

No es el caso de todos los que les han votado. Gran parte de ellos son personas que ingenuamente creen que existen soluciones sencillas para problemas muy complejos. Pero la principal bandera de los dirigentes y de la mayor parte de los militantes es el odio.

Odio al que tiene más que uno, sin importar si se ha esforzado más. Odio a la monarquía, aunque nada garantiza que una república fuera mejor. Odio al catolicismo, como si el marxismo no fuera otra religión. Odio al pasado, como si ellos fueran el Big Bang de la políti––ca.

La felicidad es el tesoro más buscado por todos los seres humanos.  El anhelo de vivir mejor es otro deseo universal. La persona feliz es la que, sea cual sea su situación, hace lo que esté en su mano para mejorarla, sin obsesionarse con ello, y sin dejar de valorar y disfrutar lo que tiene a su alcance. Dejando aparte la falta de salud, hay cuatro elementos absolutamente incompatibles con la felicidad: amargura, rencor, envidia y odio. No se puede estar siempre cabreado y ser feliz.


lunes, 3 de octubre de 2016

El antivoto: democracia destructiva

Entre los numerosos errores del inexperto y fatuo Pedro Sánchez, quizá el más corrosivo haya sido su concepción de la democracia como un método, no para construir el futuro, sino para destruir al contrario. El invento no es suyo. Ya lo puso en práctica el PSOE de Zapatero y de Maragall con el Pacto del Tinell y la creación de un “cordón sanitario” para aislar al Partido Popular.

En la campaña electoral de junio de 2016, Pedro Sánchez echó mano de algunas generalidades como que el gobierno del PP había llevado a cabo los mayores recortes sociales de la Historia. Como si no hubiera sido un gobierno del PSOE el que en 2010 había congelado las pensiones, reducido el sueldo de los funcionarios, promulgado una reforma laboral, y aplicado un drástico tijeretazo a la inversión pública.

Pero la principal idea fuerza de toda la campaña fue el “no a la derecha”, “no al PP”, “no a Rajoy”. No decía “votad al PSOE para que yo gobierne”, sino “votad al PSOE para echar a Rajoy”. No pedía el voto, sino el antivoto. Trabajaron en una democracia destructiva, donde el Partido Popular no es un adversario político ni un competidor electoral, sino El Enemigo. Ya lo había dicho Pedro Castro unos años antes: “¿Y por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?”. No sólo los dirigentes del PP son El Mal, sino que los que les votan son tontos de los cojones.

Pero votar es un acto positivo. No se puede meter en la urna una papeleta antinadie. Cada elector sólo puede votar en positivo, dando el voto al partido que considere más conveniente. Lo que pedía Sánchez era no votar al PP, sin darse cuenta de que para eso servía cualquier voto (excpeto al PP), y que puestos a votar lo más alejado del PP, muchos españoles prefirieron votar a Podemos y no al PSOE.

El segundo gran error de Sánchez fue no enerarse de que el 24 de junio terminó la campaña electoral. Los españoles votaron el 26, y el resultado no fue precisamente un “no a Rajoy”. Sin embargo el bisoño dirigente del PSOE, como caballo desbocado, continuó su carrera hacia ninguna parte. Desoyendo las recomendaciones de otros experimentados miembros de su partido –a ninguno de los cuales le gustaba la idea de que Rajoy pudiera seguir siendo presidente-, que se daban cuenta de que Sánchez estaba metiendo al PSOE en un callejón sin salida. Al final han tenido que echarle una zancadilla, única manera de derribarlo.


El resultado de la insensatez de un líder puede ser letal para una organización. Si Zapatero dejó al PSOE en tan mal estado que dio lugar a la mayoría absoluta del PP en 2011,  todo indica que Sánchez ha logrado hundirlo aún más propiciando la primacía de Podemos en el campo de la izquierda española. Gracias, Pedro Sánchez.