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lunes, 10 de octubre de 2016

¿Eres feliz o de Podemos?

Si analizamos el discurso de Podemos veremos que consiste en un largo catálogo de denuncias sobre agravios, injusticias y abusos, que supuestamente padece “la gente” (es decir, los que deberían votarles a ellos), a manos de actores como “la casta”, “la Merkel”, la banca, o el IBEX35. Dibujan un cuadro muy simple de víctimas y verdugos. Millones de seres que sufren injustamente, y unos pocos miles que disfrutan haciéndoles sufrir. La idea que vertebra toda su teoría es que si las cosas no salen como yo quiero, siempre es por culpa de otros. Su mensaje da a entender que eliminando a esos malvados verdugos, la humanidad entera viviría en la prosperidad y sería feliz.

Ese es el contenido. Pero si nos fijamos en el tono, en la actitud con que lanzan el discurso, observaremos que flota en un océano de amargura, de rencor, de ansia de venganza, de envidia, y de odio. Son el paradigma del cabreo permanente.

No es el caso de todos los que les han votado. Gran parte de ellos son personas que ingenuamente creen que existen soluciones sencillas para problemas muy complejos. Pero la principal bandera de los dirigentes y de la mayor parte de los militantes es el odio.

Odio al que tiene más que uno, sin importar si se ha esforzado más. Odio a la monarquía, aunque nada garantiza que una república fuera mejor. Odio al catolicismo, como si el marxismo no fuera otra religión. Odio al pasado, como si ellos fueran el Big Bang de la políti––ca.

La felicidad es el tesoro más buscado por todos los seres humanos.  El anhelo de vivir mejor es otro deseo universal. La persona feliz es la que, sea cual sea su situación, hace lo que esté en su mano para mejorarla, sin obsesionarse con ello, y sin dejar de valorar y disfrutar lo que tiene a su alcance. Dejando aparte la falta de salud, hay cuatro elementos absolutamente incompatibles con la felicidad: amargura, rencor, envidia y odio. No se puede estar siempre cabreado y ser feliz.


lunes, 3 de octubre de 2016

El antivoto: democracia destructiva

Entre los numerosos errores del inexperto y fatuo Pedro Sánchez, quizá el más corrosivo haya sido su concepción de la democracia como un método, no para construir el futuro, sino para destruir al contrario. El invento no es suyo. Ya lo puso en práctica el PSOE de Zapatero y de Maragall con el Pacto del Tinell y la creación de un “cordón sanitario” para aislar al Partido Popular.

En la campaña electoral de junio de 2016, Pedro Sánchez echó mano de algunas generalidades como que el gobierno del PP había llevado a cabo los mayores recortes sociales de la Historia. Como si no hubiera sido un gobierno del PSOE el que en 2010 había congelado las pensiones, reducido el sueldo de los funcionarios, promulgado una reforma laboral, y aplicado un drástico tijeretazo a la inversión pública.

Pero la principal idea fuerza de toda la campaña fue el “no a la derecha”, “no al PP”, “no a Rajoy”. No decía “votad al PSOE para que yo gobierne”, sino “votad al PSOE para echar a Rajoy”. No pedía el voto, sino el antivoto. Trabajaron en una democracia destructiva, donde el Partido Popular no es un adversario político ni un competidor electoral, sino El Enemigo. Ya lo había dicho Pedro Castro unos años antes: “¿Y por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?”. No sólo los dirigentes del PP son El Mal, sino que los que les votan son tontos de los cojones.

Pero votar es un acto positivo. No se puede meter en la urna una papeleta antinadie. Cada elector sólo puede votar en positivo, dando el voto al partido que considere más conveniente. Lo que pedía Sánchez era no votar al PP, sin darse cuenta de que para eso servía cualquier voto (excpeto al PP), y que puestos a votar lo más alejado del PP, muchos españoles prefirieron votar a Podemos y no al PSOE.

El segundo gran error de Sánchez fue no enerarse de que el 24 de junio terminó la campaña electoral. Los españoles votaron el 26, y el resultado no fue precisamente un “no a Rajoy”. Sin embargo el bisoño dirigente del PSOE, como caballo desbocado, continuó su carrera hacia ninguna parte. Desoyendo las recomendaciones de otros experimentados miembros de su partido –a ninguno de los cuales le gustaba la idea de que Rajoy pudiera seguir siendo presidente-, que se daban cuenta de que Sánchez estaba metiendo al PSOE en un callejón sin salida. Al final han tenido que echarle una zancadilla, única manera de derribarlo.


El resultado de la insensatez de un líder puede ser letal para una organización. Si Zapatero dejó al PSOE en tan mal estado que dio lugar a la mayoría absoluta del PP en 2011,  todo indica que Sánchez ha logrado hundirlo aún más propiciando la primacía de Podemos en el campo de la izquierda española. Gracias, Pedro Sánchez.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Pedro ¿qué parte no has entendido?


Pedro, ven aquí, mocetón. El 20 de diciembre, con tus 90 diputados, batiste el récord a la baja que había conseguido Rubalcaba con 110. No te pareció suficiente, y el 26 de junio llegaste a los 85. En Gaiicia, tu partido ha perdido la mitad de los diputados que tenía. En el País Vasco se ha rezagado hasta igualar al farolillo rojo del PP. Dime, perillán, ¿qué parte de “resultados electorales” no has entendido?

Ven aquí, bribón. Has basado tu campaña electoral en una única idea: “echar al PP de La Moncloa”. ¿No ves que un mensaje tan simple, tan pobre, dice demasiado de tu inexistente perfil de estadista? ¿No te das cuenta de que los votantes tradicionales del PSOE no son tan bobos como para morder ese anzuelo? Y eso a pesar de que tu partido lleva doce años trabajando la exclusión a los conservadores, el ostracismo a la derecha, el odio al PP.

Dices también que no quieres que el PSOE quede subordinado al Partido Popular. ¿No eres capaz de entender que han sido los electores los que han dejado a tu partido subordinado en 52 escaños? ¿No comprendes que tu “no a Rajoy porque no” es un escupitajo a la cara de los más de siete millones de españoles que han votado a ese partido? Repite conmigo: “de-mo-cra-cia”. ¿Qué parte de “democracia” no has entendido?

Ven aquí, granuja. Tienes en contra a la mayor parte de los secretarios generales autonómicos. Te dicen que te estás equivocando los miembros más solventes y experimentados de tu partido, incluyendo a los que han sido secretarios generales, ministros, y presidentes del gobierno. Te acaba de dimitir la mitad de tu Ejecutiva. Y tú sigues erre que erre, Don Pedro Nonoyno, agarrado al cargo como un niño a su pelota nueva. ¿Qué parte de “dignidad política” no has entendido?

Ven aquí, bergante. ¿No estás viendo que tu partido está a punto de estallar? ¿no has visto la cara de satisfacción que se le ha puesto a Pablo Iglesias ante el regalo que le estás haciendo? ¿no sabes que en toda Europa se forman gobiernos de coalición cuando los resultados  electorales no permiten gobernar en solitario? ¿Qué parte de “abstenerse no es lo mismo que apoyar” no has entendido?


Hazme caso, truhán. Dimite de tu cargo de Secretario General, renuncia al acta de diputado, date de baja en el PSOE, y busca un trabajo fuera de la política. Deja de fastidiar a tu partido y a España. Ya sé que el empleo está mal, pero si te esfuerzas y aprendes, quizá algún día llegues a ser un hombre de provecho. Mientras tanto, en las zonas turísticas se necesitan porteros de discoteca.

sábado, 25 de junio de 2016

Igual no es gratis

Una de las causas de la marea de populismo que se extiende por Europa consiste en el uso deliberadamente torcido del concepto “igualdad”. Sin embargo, aunque lo llaman igualdad, en realidad lo que se predica es un igualitarismo artificialmente impuesto.

Como dice Enrique Santos Discópolo en su tango Cambalache: “Todo es igual. Nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor”,  y las consecuencias de semejante disparate se pueden apreciar en los resultados de referenda como los de Grecia, el del independentismo catalán, o el más reciente de Gran Bretaña.

En un mundo globalizado todas las decisiones políticas y económicas presentan una altísima complejidad, que desafía la inteligencia y los conocimientos de los más grandes expertos. Sin embargo, políticos de talla menguada como Txipras en Gracias, Artur Mas en Cataluña, Cameron en Gran Bretaña o Iglesias en España se obstinan en cargar sobre las espaldas de ciudadanos corrientes unas decisiones que sobrepasan con mucho su capacidad de contemplar todas las consecuencias.

La otra pata en la que se sustenta el populismo consiste en el enaltecimiento del “gratis”. Y no sólo en cuanto a su dimensión económica: sanidad gratis, educación gratis, vivienda gratis, transporte gratis y fiestas gratis. A este respecto, es evidente que cuando algo es gratis para uno es porque hay otro que lo paga. La trampa del populismo es hacer creer a los ciudadanos que los que van a pagar son otros.

Hay otra dimensión del “gratis”, probablemente aún más dañina para la sociedad. La de que las decisiones no tienen consecuencias, o la de que hay decisiones que únicamente tienen consecuencias positivas. No es necesario explicar que eso nunca es así.


El populismo consiste en decirle a la gente lo que quieren oír, ofreciendo soluciones simples para problemas complejos. Un espejismo atractivo en el que todos seremos iguales y todo nos saldrá gratis. Una oferta interesante para los que creen en los Reyes Magos. Pero igual no es gratis. Antes o después, los errores se pagan siempre.

lunes, 13 de junio de 2016

El naufragio del Spanish Star

El Spanish Star era un velero de cuatro palos que hacía la travesía del Pacífico, desde San Francisco a Yokohama llevando un cargamento de pieles. Lo comandaba un bisoño capitán con más talante que talento, llamado Shoemaker.

A los seis días de navegación se vislumbraron a proa unos amenazadores nubarrones. Algunos marineros con experiencia previnieron al capitán de que podía tratarse de una de las mortíferas tempestades que solían aparecer en aquella zona. Pero Shoemaker dijo a todos que sólo era una pequeña tormenta, y que el Spanish Star era el mejor buque del momento. Para acallar los recelos ordenó que se repartiera ron a la tripulación sin límite alguno. Tras varias horas de barril libre todos estaban dispuestos a jurar que lo que parecía una tempestad no era sino una columna de humo.

Pero la tempestad era tan real como devastadora. Pronto el navío se vio sacudido por vientos huracanados y zarandeado por olas gigantescas. Durante la noche se rompió el palo mayor y se abrió una vía de agua a estribor. El desastre parecía inminente.

La tripulación, presa del pánico, se amotinó. Arrojaron a Shoemaker por la borda y nombraron capitán a Racroy, un experimentado navegante. Este mandó arriar las velas y taponar la vía de agua. Mandó evaluar los daños y constató que el agua entrada en la bodega había arruinado un tercio de las pieles y había inutilizado la mitad de los víveres y el agua. Estableció un severo racionamiento, y al amainar la tempestad recuperó el rumbo.

Al cabo de otros seis días la tripulación daba muestras de gran malestar. Ingerían escasos alimentos, bebían poco agua, y ya no quedaba ron para animar el espíritu. Por otra parte, se rumoreaba que algunos de los oficiales de Racroy habían robado las mejores pieles para venderlas por su cuenta en Japón.

En esta situación, un marinero recién enrolado, que antes había sido ilusionista en pequeños teatros de pueblo, comenzó a alentar el descontento, incitando a un nuevo motín. Paur Church –que así se llamaba- les aseguró que si le hacían capitán a él, eliminaría el racionamiento de agua y comida, y además repartiría entre ellos las pocas pieles que habían quedado. Algunos indicaron, escarmentados por lo sucedido con el inexperto Shoemaker, que era era mejor dejar que Racroy siguiera al mando, La discusión prosiguió durante toda la noche, hasta que el cocinero propuso: “votemos, y juremos todos aceptar el resultado”. La idea fue aplaudida por todos.

Pero entonces un tal Peter Shantses –conocido porque su ambición era tan grande como escasas sus ideas- se postuló también para ser elegido capitán, alegando que un antepasado suyo había sido capitán de barco. Cuando ya estaban a punto de votar alzó la voz otro marinero, Albert Bank, para ofrecerse también: “Yo mejor que nadie sabré llevar el uniforme de capitán”, alegó.

Votaron todos, y resultó ganador Paul Church por ligerísima ventaja sobre el capitán Racroy. Éste fue destituido y encadenado en la sentina, junto a sus oficiales, y la tripulación se dispuso a celebrarlo, pero no encontraron ni una gota de ron en todo el barco. Church les animó: “No os preocupéis, cuando lleguemos a puerto podréis vender las pieles y beber cuanto queráis”. Alguien objeto: “Pero, señor, las pieles no son nuestras, nos llevarán a prisión”. A lo que Church zanjó: “Las pieles eran de los animales, y estos son pobres. Así que ahora son para la gente y no para los ricos”. Como no parecían muy convencidos, añadió: “Ahora el barco es vuestro, nadie os puede dar órdenes. Que cada uno haga el trabajo que le apetezca, si le apetece”.


Continuó la navegación. Al haberse eliminado el racionamiento de víveres, al tercer día ya no quedó nada que comer, ni agua que beber. Los marineros, muy debilitados, fueron enfermando, y los pocos que aguantaban sanos estaban tan débiles que no podían manejar el barco. Veinte días después de su partida de San Francisco avistaron tierra. No eran las costas niponas, sino las de la península de Kamchatka, cientos de millas al norte. Pero ellos no lo llegaron a saber nunca, porque el Spanish Star, careciendo de un piloto competente, fue a encallar en los arrecifes, donde perecieron todos. Desde entonces, entre los marinos, se conoce como “Spanish Star” a cualquier aventura descabellada que arranca con una hermosa ilusión y termina con un inevitable desastre.

lunes, 16 de mayo de 2016

El oso de peluche

El refranero popular nos dice que no hay que vender la piel del oso antes de haberlo cazado. Sin embargo, la política española parece haber caído en manos infantiles, si nos atenemos a los hechos y dichos de la mayor parte de sus dirigentes.

Ayer, el líder interino del PSOE, Pedro Sánchez, cerrando los ojos a las perspectivas electorales de su partido, presentó lo que podría ser su equipo ministerial. Es decir, presentó la piel del oso, aunque es más que dudoso que consiga cazarlo.

Consolidadndo el espíritu bucólico-infantil que inauguró Rodríguez Zapatero, en ese quimérico gobierno aparecen áreas nuevas. Si Sánchez alzanzara su sueño tendríamos, probablemente, un Ministerio de Inmigración, otro de Refugiado, otro de Transparencia y otro de Ética Empresarial. Todo un ejercicio de juegos malabares con los conceptos en el decidido camino que emprendió el PSOE hacia el surrealismo político.

Yo les animo a dar un paso más. Les propongo que creen el Ministerio de la Paz, el de la Alegría, el de la Sinceridad, y el del Escondite Inglés. Y ya metidos en harina, habría que cambiar la denomicación de algunos ministerios tradicionales: el de Economía pasaría a llamarse Ministerio del Monopoly, el de Fomento Ministerio del Scalextric, el de Educación Ministerio del Trivial, y  el de Vivienda Ministerio de Exin Castillos.


En política no es nada nuevo lo de vender la piel del oso antes de haberlo cazado. La gran aportación del PSOE es que el oso sea de peluche.

viernes, 6 de mayo de 2016

La antipolítica


La política es el arte de gestionar el gobierno de una sociedad. En las democracias el poder se alcanza obteniendo la confianza de los ciudadanos, y en las dictaruras se obtiene mediante la fuerza.

En España, la política es el oficio de alcanzar el poder para ejercerlo en beneficio propio y de los afines, y el poder se alcanza sembrando la desconfianza hacia los partidos adversarios. En España no se practica la política, sino la antipolítica.

La mitad de la población no puede entender que un militante del Partido Comunista de España puede ser una persona honrada y bienintencionada que cree sinceramente que su ideología es lo mejor para todos. La otra mitad pinsa lo mismo respecto a un militante de Falange Española.

Pablo Iglesias se pasó dos años denostando a “la casta”, hasta que logró entrar a formar parte de ella. Desde entonces no ha vuelto a salir de su boca la palabra “casta”. Pedro Sánchez se ha negado a dialogar con el Partido Popular, lo que no supone un desprecio hacia Mariano Rajoy, sino hacia los millones de ciudadanos que votaron a ese partido. Alber Rivera no quiere saber nada de Podemos, y estos no quieren ni oír hablar del Partido Popular.

¿De verdad se odian tanto como parece? ¿Realmente son tan cerriles como para no reconocer que todos los partidos son igualmente legítimos?

Estoy convencido de que no es así. De hecho –fuera de las tribunas y lejos de las cámaras- conversan, dialogan, se cuentan chistes y comparten un aperitivo. Pero hay que mantener la ficción de las dos Españas, agitar el fantasma del franquismo, inculcar en los españoles un odio absurdo hacia los que piensan de otra manera.

¿A qué se debe esta conducta tan impropia de un país teóricamente democrático, y que no se da en ninguna otra democracia avanzada? Seguramente porque es la única manera de obtener el respaldo incondicional de “sus adeptos”. Sólo así consiguen que los ciudanos pasen por alto sus mentiras, sus trapicheos, sus discursos demagógicos y sus incumplimientos.

Y lo han logrado. En las próximas elecciones el grueso de la población no va a votar a favor de un partido u otro, sino contra uno u otro. Es el voto “anti”, es el resultado de la antipolítica.

miércoles, 9 de marzo de 2016

El día de la polla

Una de las formas de disolver la capacidad crítica individual –y por ende la libertad- consiste en sumergir a las personas en una categoría cerrada. “El pueblo de Dios”, “la raza blanca”, “el proletariado”, y “el pueblo alemán” son algunos ejemplos históricos de esta manipulación. En todos los casos se observan tres pasos en la construcción del mito: primero se inventa la categoría, después se establecen las características comunes a todos sus miembros -siempre nobles y superiores-, y por último se designa un enemigo común. En los movimientos religiosos el enemigo son los infieles. En el pensamiento racista son los negros. Para la doctrina leninista, los capitalistas. Para la ideología nazi, los judíos.

Ayer asistimos en España al climax de una de estas categorizaciones faleaes: el día de “la mujer”. Nótese que no hablan de las mujeres, sino de “la mujer”. Es el segundo paso, el destinado a hacer creer que todas las mujeres piensan igual, sienten lo mismo, tienen las mismas necesidades, y tienen –no falta el tercer paso- un enemigo común: los hombres. Tomen nota del matiz: “la mujer”, en singular, enfrentada a “los hombres”, en plural.

Todas la especies presentan diferencias según su sexo. Además de los órganos genitales, existen diferencias en cuanto a tamaño, o apariencia externa. También existen diferencias de comportamiento relacionadas con la reproducción y con el cuidado y la protección de las crías. Por lo demás, un conejo es idéntIco a una coneja, un burro a una burra, un pato a una pata, y un pollo a una polla.

La fiesta feminista de ayer se fundamenta entre otras cosas en una deliberada tergiversación estadística. Se afirma que “las mujeres cobran por su trabajo un 25% menos que los hombres”, y sobre esa base se construye una interminable cadena de agravios. El truco es simple, pero eficaz. Se toma el total de sueldos percibidos por todos los hombres y todas las mujeres, se divide entre el número de hombres y mujeres, y el resultado es una cantidad inferior. Pero no se tiene en cuenta el número de horas trabajadas, el tipo de trabajo, ni ningún otro factor de los que influyen en el salario.

España se escandaliza porque todos los medios de comunicación repiten como loritos que “una mujer tiene que trabajar dos meses más que un hombre para cobrar el mismo sueldo”. Y esto a pesar de que casi nadie conoce un caso concreto en que una mujer cobre menos que un hombre en la misma empresa y en el mismo puesto de trabajo, y con la misma cualificación, antigüedad, horario, disponibilidad, experiencia y responsabilidad.


Pero no hay que preocuparse. El año que viene volveremos a escuchar lo mismo. Aunque las mujeres –en plural- que trabajan dieciséis horas diarias en casa y en la oficina, y las que padecen la convivencia con un energúmeno que se cree su amo sólo obtengan el consuelo de unos semáforos transexuales y el discurso soporífero de “todos y todas”, “vascos y vascas”, “diputados y diputadas” y “pollos y pollas”.

lunes, 7 de marzo de 2016

El maldito bipartidismo

Muchas son las voces que desde hace años vienen denostando el bipartidismo, considerándolo culpable de las deficiencias del sistema político español. Sin embargo, el bipartidismo no es malo ni bueno per se. Democracias tan consolidadas como las de Gran Bretaña o EE.UU. funcionan perfectamente con un modelo bipartidista. Claro que los referentes políticos de esas sociedades son Thomas Cromwell, Locke, Montesquieu y Georges Washington, mientras que en España practicamos la filosofía del Buscón Don Pablos y de Rinconete y Cortadillo. No era el bipartidismo el que ha causado los males de España, sino la forma en la que han actuado sus protagonistas, PP y PSOE.

El 20 de diciembre el bipartidismo saltó por los aires, y ahora disfrutamos de las grandes ventajas de un multipartidismo que no es capaz de designar un gobierno. Todo apunta a que los cuatro principales grupos parlamentarios no lograrán ponerse de acuerdo, y seremos llamados nuevamente a las urnas el 26 de junio. En la España en la que algunos han conseguido mantener viva la sombra de la guerra civil los partidos de izquierda no pactarán nunca con el PP “porque son de derechas”, mientras que el PP no pactará nunca con las izquierdas “porque no”.

Ante este panorama, creo muy probable que el 26 de junio los electores –escaldados por esta penosa experiencia multipartidista- vuelvan a decantarse por el otro bipartidismo. Ante la radicalización de las posturas, tendrán que optar por un partido capaz de sanear la economía o por otro que promete erradicar la pobreza. Partido Popular y Podemos se apuntan como los previsibles actores del nuevo bipartidismo.

El PSOE, gravemente herido por las ocurrencias zapateriles, con un líder sin experiencia, cuestionado por parte de la militancia y que –como la Torre del Agua de Zaragoza- vistoso por fuera y vacío por dentro, puede quedar relegado a tercera fuerza, sobrepasado ampliiamente por la coalición de Podemos con lo que queda de IU.

Ciudadanos –que ya obtuvo unos resultados muy por debajo de las expectativas- ha demostrado con su pacto de peluqueros con el PSOE que no es la derecha aseada que podía sustituir al PP para representar al sector liberal-conservador de la población española. A estos votantes sólo les queda un valor seguro: el Partido Popular, y le votarán masivamente, aunque con la nariz tapada para evitar la pestilencia de la corrupción.


Habrá un gobierno encabezado por Pablo Iglesias o por alguien del Partido Popular. Escojan, señores: susto o muerte. O el partido podrido que evitará que nos pase lo que a los griegos, o el que aún no ha tenido tiempo de corromperse y nos promete el paraíso venezolano.

jueves, 25 de febrero de 2016

Pacto entre peluqueros

Ayer, Pedro Sánchez y Albert Rivera anunciaron que han llegado a un acuerdo de gobierno. Los medios de comunicación no hablan de otra cosa. Los analistas políticos desmenuzan el contenido del documento. La mayoría de los españoles respiran aliviados: tras dos meses con un gobierno en vía muerta, por fin parece que el tren está dispuesto para arrancar.

Pero tanta alharaca no parece en absoluto justificada. El pacto promete simultáneamente una moderada subida de impuestos y un importante aumento del gasto, manteniendo además el déficit del Estado bajo control. Las medidas para el ámbito laboral van justamente en contra de lo que nos están pidiendo desde la Unión Europea y de lo que recomiendan la mayoría de los expertos. Y sin el menor temblor en la voz ambos han prometido poner en marcha algunas reformas que son sencillamente imposibles, puesto que requieren una reforma de la Constitución, y ésta no puede producirse sin la aquiescencia del Partido Popular.

Rivera ha dicho en la rueda de prensa que no habrá subida de impuestos, pero el documento dice que sí la habrá. Sánchez ha remarcado que van a derogar la reforma laboral, pero el documento no dice eso. Patrañas, engaños, el juego del despiste.

Por si fuera poco todo lo anterior, la suma de los diputados de PSOE y Ciudadanos no es suficiente para lograr una investidura, y ambos lo saben. En definitiva, el anuncio de ese pacto milagroso no es sino un bluf, una entelequia, una tomadura de pelo. Un acto más de teatro al exclusivo beneficio de los dos protagonistas. Un montaje escénico para aparecer ante el electorado como estadistas, y obtener el aplauso de unos españoles tan hartos de los viejos políticos como de los nuevos.


Los peluqueros eran –hasta ahora- los únicos profesionales a los que acudíamos voluntariamente, y les pagábamos para que nos tomen el pelo. Este es sin duda un buen ejemplo de pacto entre peluqueros.

viernes, 19 de febrero de 2016

Carta a un fontanero despistado

Estimado Sr. Fontanero:
Me he enterado por las declaraciones ante el juez del suegro de Francisco Granadas de que fue usted quien dejó un maletín con un millón de euros en el armario del dormitorio del señor suegro.

También he visto que la reacción unánime en los medios de comunicación ha sido de incredulidd, pero yo le escribo para decirle que soy –probablemente- el único español que ve razonable lo dicho por el suegro de Granados.

Me parece comprensible que usted, tras aparcar su furgoneta frente a la vivienda, abriera el portón trasero y se confundiera, cogiendo el maletín con el dinero en lugar de la caja de herramientas. Todo el mundo sabe que los fontaneros acostumbras llevar consigo maletines con esas cantidades, que no son sino el producto de los trabajos realizados en el día.

Cuesta más imaginar por qué usted, una vez en la vivienda, se dirigió al dormitorio y no a la cocina o al cuarto de baño, aunque es probable que estuviera cansado y necesitara unos minutos de reposo. Pero yo más bien creo que usted se sintió atraído por el bullicio que se oía en ese dormitorio, donde –cual camarote de los Hermanos Marx- debían encontrarse ya dos montadores de Ikea, un carpintero, dos albañiles, un vendedor de seguros y un repartidor de Tele-Pizza.

También comprendo que ante semejante saturación, el único rincón disponible que encontrara para colocar su maletín fuera el altillo del armario.

Reconozco que lo que parece más extraño es que usted no echara en falta el maletín con el dinero al regresar a su casa por la noche, ni al día siguiete, ni al mes siguiente. Pero puedo entender que para un fontanero un millón de euros arriba o abajo no es cosa de importancia.

Y por último, para los que piensan que es imposible no echar en falta dicha suma, estoy convencido de que si así hubiera sido, usted no habría tenido ninguna prisa por volver a esa vivienda para recuperarlo. Tratándose del domicilio del suegro de un político, usted podía tener la seguridad absoluta de que jamás ese político se apropiaría de un céntimo que no fuera suyo.


Me solidarizo, pues, con usted. Disculpo su despiste. Y también disculpo la ignoracia del pobre suegro. Ya se sabe que los suegors, como las hermanas de los reyes, nunca se enteran de los millones que circulan bajo sus narices.

jueves, 18 de febrero de 2016

Democracia despellejada

Una de las frases más repetidas últimamente por Pablo Iglesias es la que comienza con “me voy a dejar la piel…”, y termina con cosas como “para formar un gobierno de progreso y de cambio”, “para devolver la dignidad a la gente”, o con cualquier otra afirmación ampulosa y genérica.

No voy a entrar ahora a analizar el disparate económico que encierra su famoso documento de 98 páginas, en su pretensión de aumentar el gasto público de manera ilimitada, en su intención de aumentar los impuestos, o en su ensoñación de que la Comisión Europea nos va a permitir seguir disparando el déficit. Tampoco me detendré en el tono prepotente, en su prioridad por repartir sillones entre los suyos, o en su proyecto de saltarse la Constitución parcelando la soberanía nacional.

Con ser todo ello muy preocupante, lo que me parece más grave es lo que encierra su exigencia de que los magistrados del Tribunal Supremo, el Fiscal General del Estado, y los principales altos cargos tengan que ser personas alineadas con la ideología del gobierno. Si Alfonso Guerra mató a Montesquieu, Pablo Iglesias –en consonancia con lo que hacen sus correligionarios del ayuntamiento de Madrid- quiere eliminar de su tumba la lápida con su nombre.

Amigos venezolanos que vivieron la llegada al poder de Hugo Chávez no paran de decirme que esto ya lo han vivido ellos, que el comandante venezolano enarbolaba las mismas banderas, prometía los mismos paraísos y exhibía la misma soberbia y el mismo desprecio hacia los que pensaban de forma diferente.

Lo peor de Podemos no es que prometa imposibles como Tsipras, no es que se aproveche del sufrimiento y el descontento de muchos ciudadanos (él los llama “la gente”) para llegar al poder. Lo peor es que quiere instaurar un nuevo régimen eliminando el equilibrio de poderes que sostiene a un Estado de Derecho, y en el que todos los organismos del Estado estén inspirados en la ideología de su régimen excluyente.


Cuarenta años después de la defunción del Movimiento Nacional, Pablo Iglesias pretende introducir el Movimiento Plurinacional. Traduciendo sus palabras a sus intenciones: va a dejarse la piel para despellejar a la democracia.

martes, 9 de febrero de 2016

Una muerte digna

Poco a poco va ganando terreno la aceptación social de la muerte digna como alternativa al ensañamiento terapético. A pesar de los ancestrales tabúes que rodean el final de la vida y de las creencias religiosas, cada vez son más las personas que consideran que es una crueldad sumeter a sufrimientos dolorosos a una persona por la que la ciencia ya nada puede hacer. Pese a todo, suelen ser los sentimientos y las emociones de los más allegados los que les impiden aceptar una realidad inflexible. Movidos por un afecto mal aplicado, prefieren alargar unos pocos días o semanas un desenlace inapelable.

En esta agónica situación se encuentra actualmente UPyD. Un partido que nació para demostrar que se puede hacer política de otra manera, y que durante ocho años ha venido diciendo lo que pensaba y haciendo lo que decía. Una formación decidida a decir sus verdades, aunque dolieran, y a pensar en el bien común antes que en los votos.

Creo que UPyD ha demostrado que se puede hacer política de otra manera. Pero también creo que se ha demostrado que la inmensa mayoría de la población ha preferido apostar por las formas tradicionales o por los cantos de sirena. Somos muchos los que creemos que los principios, los valores y las ideas de este partido serían muy beneficiosas para España. Somos muchos los que pensamos que UPyD sigue siendo un instrumento neceariso. Pero es absurdo negarse a reconocer que los que podrían haberse servido de ese instrumento –los españoles- han preferido no utilizarlo.

En estas horas difíciles debería imponerse la racionalidad sobre el sentimentalismo, y se debería tomar la decisión más racional, sin permitir que el cariño nos nuble el entendimiento.

Ayer se conoció la decisión de Rosa Díez, Carlos Martínez Gorriarán, y Andrés Herzog de darse de baja del partido por el que tanto han trabajado. Tengo la absoluta seguridad de que ninguno de ellos renuncia a defender los princios, los valores y las ideas de UPyD. No me cabe duda alguna de que la fuerza y la pasión política de Rosa, la brillantez intelectual de Carlos y la integridad inquebrantable de Andrés no han sufrido merma alguna, al tomar tan dolorosa decisión.


También creo que la nueva Comisión Gestora actúa movida por los mejors deseos al aferrarse a la esperanza de que un milagro puede salvar al moribundo. Pero no son ni aquellos ni éstos los que tienen que decidir qué se hace con UPyD. Es el conjunto de los afiliados –la familila al completo- los que han de reflexionar y votar en un Congreos Extraordinario si se disuelve el partido o si se elige a un nuevo Consejo de Dirección para seguir adelante con el proyecto. Nada sería más lamentable que el último recuerdo del enfermo fuera el de ver a su familia peleando por ver quién va a custodiar sus cenizas. Somos muchos los que podemos decir con orgullo “yo soy de UPyD”. Somos muchos los que queremos a este ser que se nos muere. Y por eso creemos que lo último que podemos hacer por él es darle una muerte tan digna como digna ha sido su vida.

viernes, 5 de febrero de 2016

Catastrófica felicidad

Por lo que vengo viendo y leyendo durante los últimos meses, España se encuentra en situación catastrófica. El INE me informa de que hay más de cuatro millones de personas que buscan trabajo y no lo encuentran, y que más de la mitad de ellos no reciben prestación alguna. Por su parte, los sindicatos me aseguran que el 90% de los empleos son precarios y mal pagados.

Por otro lado, diversas ONG’s denuncian que hay siete millones de pobres, un millón de niños que apenas comen, cientos de miles de familias que no pueden pagar la electricidad y que sólo se calientan con los debates de la tele. Según otras organizaciones, otros cientos de miles de familias han tenido que abandonar la vivienda por no poder pagar la hipoteca. Por la megafonía feminista me recuerdan que decenas de miles de mujeres viven aterrorizadas a la espera de que su salvaje parejo las asesine.

Si escucho lo que dicen partidos como Podemos, Izquierda Unida, o el PSOE, la inmensa mayoría de la población vive angustiada por los recortes, decenas de miles de jóvenes no pueden titularse como ingenieros aeronáuticos por falta de becas, el mundo del espectáculo (ellos prefieren llamarlo cultura) se asfixia porque la gente tiene que pagar el mismo IVA por una entrada de cine que por unos zapatos, y por todo ello nos encontramos en una situación de emergencia social.

Todo esto presenta un panorama dantesco, aterrador, insufrible. Una población angustiada, que vive en la penuria, atacada por toda clase de desdichas. Con estos datos, lo extraño es que la tasa de suicidios no se haya disparado todavía.

Y en este contexto llega a mis manos el barómetro del CIS del mes de enero, en el que se pide a los encuestados que señalen de cero a diez su grado de felicidad, siendo cero la completa infelicidad y diez la felicidad total. El sorprendente resultado es que sólo el 4,6% sitúa su felicidad por debajo de 5, que el 94,7% se posiciona por encima, con un 52,8% que se sienten muy felices, por encima de 8 puntos.


Quiero que alguien me lo explique. Porque o bien los técnicos del CIS mienten como bellacos, o bien en este país hay muchísima gente que medra a costa de vender un catastrofismo imaginario.