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lunes, 31 de enero de 2011

Propietarios, inquilinos, y okupas

La Constitución española, en su artículo 1.2 establece que la soberanía nacional reside en el pueblo español. No obstante, otros preceptos de la Carta Magna se encargan de proporcionar a los partidos políticos el protagonismo absoluto en la actividad política. Este hecho, que resultaba comprensible en 1978, tras cuatro décadas de ausencia de partidos en España, ha dado lugar a una configuración en la que los partidos políticos tradicionales han usurpado buena parte de la soberanía que corresponde a los ciudadanos.
En la práctica, los ciudadanos han sido desalojados de su soberanía, y los usurpadores se limitan a pedirles un cheque en blanco cada cuatro años, cuidando con esmero que sea casi imposible que nuevos partidos entren en escena. En estas condiciones, sólo les queda el recurso de las vías extrarrepresentativas, es decir: salir a la calle para manifestarse más o menos ruidosamente.
Pero ese canal también ha sido cuidadosamente controlado por otras organizaciones -los grandes sindicatos de clase- que tienen el monopolio casi exclusivo de decidir cuándo los ciudadanos tienen que salir a gritar a la calle y cuándo no.

Si la soberanía fuera una vivienda de tres habitaciones, en dos de ellas –las mejores- estarían cómodamente instalados unos inquilinos a perpetuidad: los dos grandes partidos. La tercera habitación estaría compartida por una pareja de okupas: los dos principales sindicatos de clase, disfrutando de alojamiento gracias a su capacidad para proteger a los inquilinos de las iras de los propietarios.
Y los propietarios de esa vivienda, de esa soberanía, los ciudadanos españoles, corriendo con todos los gastos. Pagando todos los recibos y todas las facturas. Cada día más perplejos, cada día más desconcertados. Cada día preguntándose con más fuerza si esta democracia que les han regalado esos inquilinos no será un timo descomunal.
Afortunadamente para todos, parece que cada vez más ciudadanos van descubriendo que la auténtica democracia es otra cosa.

lunes, 24 de enero de 2011

Tenemos la cola más larga

La Asociación Nacional de Desempleados ha organizado para hoy una cola de parados desde el Congreso hasta el Palacio de La Moncloa para escenificar el terrible drama que supone el desempleo en España.

La noticia nos puede dar un toque de orgullo en estos tiempos tan propicios para la depresión. España, un país en el que continúa existiendo un fuerte toque de machismo en la sociedad, va a poder alardear de tener la cola más larga del mundo.

Un sencillo cálculo basta para constatar que si los cuatro millones de desempleados españoles se pusieran en una apretada fila, formarían una cola aún más larga que llegaría desde Madrid hasta Berlín. Seguramente eso sería mucho más útil que hacer cola ante La Moncloa para pedir trabajo. Allí no solamente han demostrado que no saben fomentar el empleo privado, sino que los que la ocupan están a punto de perder el suyo propio.



Quizá una cola bien larga pudiera impresionar a la “fracasada” Merkel, y hacer que moviera una ceja para ayudar a esta sociedad que se está despertando lentamente de un bonito sueño.

jueves, 20 de enero de 2011

Esperpento

Además de un género literario que desarrolló Valle-Inclán, un esperpento es, según la RAE “un hecho grotesco o desatinado”. Dada la fiebre innovadora de la prestigiosa institución, me permito sugerir a los sesudos académicos que amplíen la definición del término:

Esperpento: Hecho grotesco o desatinado. Senado.

Porque si existiera un premio Nóbel al esperpento, el Senado español sería uno de los más firmes candidatos a obtenerlo. La imagen de un señor andaluz hablando en catalán, mientras otro señor andaluz le escucha a través del sistema de traducción simultánea en español, o la de un traductor pagado para traducir al catalán lo que dice un senador que habla en valenciano no necesitan comentarios.

Contratar 25 traductores para convertir los discursos a cinco lenguas distintas, cuando todos los que intervienen dominan a la perfección una de ellas es, quizá, el gasto más inútil e inverosímil de los muchos a los que nos tienen acostumbrados estos políticos. 12.000 euros por sesión nos cuesta la broma. Y esto se produce mientras se reducen sueldos a los funcionarios, se congelan las pensiones de los jubilados, y se aumentan los impuestos. Por si fuera poco, la institución en la que se comete esta majadería carece de sentido, no sirve para legislar, y tiene como única utilidad la de dar un cargo y un sueldo a los políticos venidos a menos en cada partido.

Sus señorías han escenificado una razón más para justificar el desprecio de los españoles hacia unos políticos que insisten en demostrar que están interesados en cosas completamente diferentes de las que preocupan a los ciudadanos.

lunes, 17 de enero de 2011

Una marea magenta

Tuve ocasión de asistir el pasado sábado, en Madrid, al acto en el que Unión Progreso y Democracia presentaba a sus cabezas de lista para ayuntamientos y CC.AA. en las próximas elecciones del 22 de mayo.

Intervinieron una docena de candidatos de diversos puntos del país. Un cartero prejubilado, un profesor de universidad, un ama de casa. En la mayoría de ellos se percibía el nerviosismo de algo a lo que no estaban acostumbrados: hablar para un auditorio de varios centenares de personas. No eran políticos. Eran gente corriente que había decidido dar un paso para intentar cambiar cosas, para hacer política de otra manera.
Se percibía ilusión, confianza en que es posible otro camino, determinación de no sucumbir a la cómoda resignación. No se escuchó ni un solo insulto. Hubo críticas a la gestión de los partidos de siempre, pero hubo, sobre todo, propuestas de futuro, ideas para renovar, para devolver a los ciudadanos el protagonismo de lo público. Hablaban el lenguaje de la calle. Se les entendía. Eran ciudadanos corrientes que han decidido dedicar parte de su tiempo y su energía a trabajar en un proyecto para una España más limpia, más transparente, más justa y más sosegada. Gente que piensa que España tiene que ser el resultado de la suma del trabajo de todos. Gente que cree que España no puede ser un despojo del que todos tratan de llevarse algo.

Rosa Díez protagonizó la intervención final y hablo de una marea magenta. Un magenta que no quiere recordar ninguna batalla, sino que sencillamente alude al color escogido por UPyD. Una marea para limpiar. “Millones de españoles son de UPyD, aunque todavía no lo saben” -dijo. Y es posible que tenga razón, porque millones de españoles sólo quieren vivir, trabajar, estudiar, amar, reír, sin que en cada telediario aparezcan los líderes de los partidos de siempre amargándoles el día con sus mutuas acusaciones, reproches, insidias, mentiras o insultos.
Puede que tenga razón. Sólo hace falta que esos millones de españoles se den cuenta de que su voto puede ser la llave que les abra la puerta de otra democracia más auténtica.

martes, 11 de enero de 2011

¡Qué tiempos aquellos!

¡Qué tiempos aquellos!

Hubo una vez un tiempo en el que la palabra tenía un valor. Había gente que cerraba transacciones comerciales de mucho dinero con un simple apretón de manos. La mentira existía, claro, pero era algo propio de villanos de malhechores y de truhanes. Las personas decentes no mentían, o lo hacían en contadísimas ocasiones. Los grandes hombres no lo hacían nunca. Una mentira era una mancha horrorosa que nada podía lavar. Los gobernantes, obligados a mantener el equilibrio entre grandes responsabilidades, se veían a veces obligados a falsear la realidad, pero no se atrevían a mentir con absoluta desfachatez.

¿Por qué se me ocurre esto ahora?
¿Será porque ETA ha anunciado otro alto el fuego?
¿Será porque Pérez Rubalcaba ha considerado que ese anuncio merecía una comparecencia ante la prensa?
¿Será porque el ministro no ha admitido preguntas de los periodistas?
¿Por qué será que cada vez que habla alguien de este gobierno me acuerdo de aquellos tiempos?

lunes, 10 de enero de 2011

Srs. constructores

El gobierno ha presentado el Proyecto de Ley de Igualdad de Trato. En el se contemplan sanciones de hasta 500.000 euros, y además prevé que serán los acusados de discriminación los que tendrán que demostrar su inocencia. La ministra Pajín ha declarado que la ley pretende: “construir una sociedad que no humille a nadie y en que nadie sea humillado”. Es esa intención lo que me parece más preocupante: este gobierno pretende nada más y nada menos que ¡construir la sociedad! Semejante ocurrencia me parece fruto de una cultivada ignorancia, y por eso creo necesario proporcionarles alguna información.

Señores constructores:

Les comunico que ustedes no pueden construir la sociedad por la sencilla razón de que la sociedad existe desde muchos siglos antes que el señor Rodríguez Zapatero hubiera descubierto el buenismo como doctrina política. Es más, debo decirles que es la sociedad la que construye los gobiernos, y no al revés. Son los gobiernos los que emanan de la sociedad y los que se parecen a ella. (Esto también me preocupa en gran medida).

Sepan también que cuando una sociedad madura elige un gobierno no está nombrando un tutor para sí misma, sino un gestor que administre los bienes comunes y que garantice el cumplimiento de las leyes y el libre ejercicio de la iniciativa privada de todos los ciudadanos.

Lamento comunicarles que esa tendencia a actuar con la sociedad como padres benevolentes, vigilantes y ordenancistas no es un invento de ustedes. Sé que se van a ofender mucho, pero la realidad es que ese estilo de gobernar como si los ciudadanos fueran menores de edad o incapacitados mentales estuvo presente en España desde 1939 hasta 1975. (Les recomiendo recurrir a sus sesudos tratados de Memoria Histórica).

Comprendo que ustedes están tan ocupados en hacerle la oposición a la oposición que no han tenido tiempo de informarse de estas elementales cuestiones. Pero les exijo que dejen de intentar construir la sociedad conmigo dentro. Les ruego que no me traten como a un ladrillo (que ya sabemos la mala opinión que tienen ustedes del ladrillo). Déjenme utilizar el idioma. Déjenme llamar “negros” a los negros y “blancos” a los blancos. No me prohíban decir que mi vecina está gorda, si está gorda; ni que mi cuñado es feo, si es horroroso. Permítanme decir que unos gobernantes son majaderos, cuando actúan como tales.

Gracias por su atención, y espero impaciente las próximas elecciones para construir otro gobierno... con ladrillos y no con zoquetes.

sábado, 8 de enero de 2011

Más igualdaz

Una vez conseguida por ley la igualdaz entre hombres y mujeres (sólo falta corregir pequeños detalles, como que los hombres puedan abortar, y que las mujeres puedan lucir frondosas barbas), ahora el gobierno lanza la nueva ley de Igualdad de Trato.

Aunque pudiera parecerlo, no consiste en hacer que todo el mundo se trate con igual respeto, sino en eliminar cualquier discriminación: por edad, origen social, raza, religión o aspecto físico.

A mí me parece perfecto. Ahora ya no se rechazará a nadie para jugar al baloncesto por medir 1, 55 cms. Tampoco podrá ningún adolescente rechazar las insinuaciones amorosas de una mujer de 60 años; ni se pondrán inconvenientes para que los ciegos obtengan el carnet de conducir.

Es tan sencillo... Con una simple ley se acabaron para siempre las preferencias de unas personas hacia otras. A partir del momento en que sea aprobada todo el mundo nos parecerá igual, nos suscitará la misma simpatía, y todos seremos igual de amigos.

Es un paso más hacia la construcción de un mundo feliz, un mundo de cuento.

Espero que pronto saquen otra ley que obligue a que nos gusten por igual todos los alimentos, todas las músicas, todos los colores, todas las novelas, y todos los bares.

Entonces habremos alcanzado el estado social más perfecto. Todos iguales, todos idénticos. Los hombres ya no necesitarán pensar, no podrán comparar, no tendrán que decidir. Por fin se habrá logrado una sociedad en la que la libertad sea un anacronismo completamente innecesario.