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lunes, 22 de julio de 2013

Religión y política

asuntos muy diferentes. La primera se fundamenta en la fe revelada y establece dogmas que no necesitan demostración. La segunda se configura en torno a la racionalidad y al contraste de argumentos lógicos, y los que defienden determinados postulados confían en poder demostrarlos.Pero en España religión y política caminan por caminos separados pero revueltos. Tanto los que profesan alguna religión como los que no, actúan políticamente más con criterios religiosos que estrictamente políticos. Unos se consideran de derechas y otros de izquierdas con la misma convicción que otros se dicen musulmanes o católicos. Ambos consideran a los del otro color como infieles, generalmente perversos, y en el mejor de los casos, equivocados. Lo que les importa no es lo que propone alguien, sino de qué color es ese alguien. Les basta con saber qué bandera lleva para decidir si están a favor o en contra de lo que diga.Ni unos ni otros entienden que también haya ateos políticos. personas ajenas a esa clasificación simplona, y que analizan cada propuesta con espíritu crítico sin importarles quién la haya hecho.Entre los países con regímenes teocráticos, donde la ley emana de textos sagrados, y las democracias avanzadas occidentales hay un estado intermedio: el de los sistemas formalmente democráticos, cuyos ciudadanos y cuyos políticos todavía no han sido capaces de entender que la religión y la política pertenecen a esferas diferentes. En España no daremos el paso definitivo hacia la democracia plena mientras cada cual siga adorando a sus siglas políticas, y creyendo ciegamente lo que diga su profeta de turno, vestido de presidente de su partido del alma.

lunes, 15 de julio de 2013

El iceberg

En tiempos remotos, los habitantes de un pueblo de pescadores de los mares del norte descubrieron una masa blanca que apareció cerca de sus costas sobresaliendo del mar. Los más osados se acercaron al objeto, y comprobaron que era frío y resbaladizo. Consultado el brujo del pueblo, éste determinó que se trataba del espíritu del mal, y que había que destruirlo antes de que se acercara a tierra.

Así los lugareños rodearon con sus embarcaciones la temible amenaza, y con sus sencillas herramientas empezaron a romper aquella masa, arrancándole pequeños trozos que caían al mar. La tarea se prolongó durante muchas semanas, durante las cuales consiguieron arrancar miles de grandes trozos al espíritu del mal. Sin embargo, la masa flotante seguía sobresaliendo del agua, siempre con el mismo tamaño.

Aquellos hombres ignorantes desconocían las leyes de la Física, y no podían saber que aquello que querían destruir era un inmenso iceberg, un enorme objeto flotante del que sólo es visible una octava parte de su volumen. Por eso, a medida que iban arrancando pedazos de hielo de la parte superior, iba emergiendo el resto del iceberg que permanecía oculto bajo las aguas.


Muchos siglos más tarde, los hombres conocían perfectamente las características de los icebergs. Pero en un pueblo junto al Mediterráneo sus habitantes se encontraron con el mismo problema al intentar destruir otro espíritu del mal, al que llamaban corrupción. A medida que sus jueces iban arrancando pedazos de la parte visible, iban apareciendo nuevos espacios de una corrupción que había congelado la casi totalidad de la sociedad.

lunes, 8 de julio de 2013

Todos campeones

El fútbol es un deporte que arrastra masas. Millones de aficionados (no a dar patadas a un balón, sino a ver cómo otros las dan) siguen con apasionamiento la evolución de “sus” equipos. Al final, como en cualquier pugna por la obtención de un premio, son pocos los que ganan y muchos los que pierden. Lo que mantiene la fidelidad de los aficionados no es la victoria, sino la emoción de soñar con la victoria.

En España hay dos excepciones a esa regla general. Dos ámbitos en los que muchos compiten por ganar, y en los que al final todos presumen de haber ganado. Uno de esos fenómenos es el de las elecciones políticas. Al día siguiente es muy raro escuchar a un solo dirigente que admita haber perdido. Todos se muestran igualmente satisfechos, y usando los datos como si fueran de plastilina intentan que clamorosas derrotas aparezcan como resultados muy dignos. Pero esto no lo ven los que sólo escuchan a “su” partido.

La otra excepción coincide con el día en que se publican los resultados del Estudio General de Medios. Absolutamente todas las emisoras de radio abren sus informativos felicitándose por lo bien que les ha ido en esa encuesta. Sorprendentemente todas ellas dicen haber subido su audiencia en varios cientos de miles de personas. Todas aseguran que se han distanciado de la competencia. Pero esto no pueden verlo los que sólo escuchan “su”emisora.

Quizá porque aquí todo el mundo oye sólamente lo que quiere oír. Quizá porque somos una sociedad que considera la mentira como un pecadillo menor, Por eso millones de personas siguen informándose a través de unos medios que les mienten. Por eso millones de ciudadanos vuelven a votar a unos partidos que les engañan.