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viernes, 29 de abril de 2011

De la súplica a la exigencia

En los tiempos de la dictadura, los ciudadanos se dirigían a la Administración mediante “instancias”. El modelo de instancia constaba de tres bloques:
  1. El que suscribe… (con todos los datos del ciudadano).
  2. EXPONE (aquí venía la descripción del caso). 
  3. SUPLICA (y aquí se reflejaba lo que se pedía).

El documento terminaba con la fórmula: “Gracia que espera alcanzar de Vd.

 
Siempre me llamó la atención ese “SUPLICA”. No importaba qué injusticia o qué arbitrariedad hubiera podido cometer la Administración, el ciudadano siempre tenía que suplicar para obtener lo que le correspondía.

 
El Foro de la Inmigración y la Ciudadanía presentó el miércoles un documento reivindicativo a los representantes de los partidos PSOE, PP, IU, UPyD, PAR, y CHA. Contenía una veintena de puntos –unos más razonables que otros- sobre cuestiones que a ellos les gustaría que hiciera la Administración. Pero lo que más me llamó la atención fue la palabra con la que comienza la redacción de cada punto. ¿Era “suplicamos”? ¿quizá, “rogamos”? ¿”deseamos”? ¿”pedimos”? ¿”esperamos”?

 
No. Cada uno de los puntos empezaba con la palabra “Exigimos”.

 
¡Cuánto ha cambiado este país! Hemos pasado de una situación en la que los ciudadanos españoles tenían que suplicar que se les hiciera justicia, a otra en la que los extranjeros exigen que se cumplan sus deseos. Y me asalta una duda ¿exigen lo mismo a los gobernantes de sus países?
En otros tiempos se nos exigía a los españoles que suplicásemos. Yo les suplicaría a estos señores que fueran un poco menos exigentes.

miércoles, 27 de abril de 2011

Todos al submarino

Estos días se viene hablando mucho de la economía sumergida. Algunas estimaciones calculan que puede rondar el 25% de la economía nacional. Para el próximo viernes se anuncia un plan del gobierno para conseguir que aflore parte de esa actividad oculta.

Parece obvio que en España tiene lugar mucha actividad no paga la Seguridad Social ni impuestos, unos empresarios que acumulan dinero negro, y unos trabajadores que se ven obligados a aceptar lo que hay o que suman lo poco que ganan al subsidio de desempleo. Sólo así se entiende que con cinco millones de parados oficiales ninguno haya ido a apedrear La Moncloa, y que los hoteles estuvieran llenos en Semana Santa.

Hace unos días un pequeño empresario intentaba convencerme de que la salida de la crisis se halla en la economía sumergida. Decía que con el dinero de la economía sumergida se compran cosas y así todo funciona mejor. Sólo se le olvidaba que la Sanidad, la Educación, las pensiones, y las carreteras no las paga la economía sumergida. Claro que al gobierno también se le olvida decirnos que el incremento de economía sumergida es una consecuencia directa de la alta presión fiscal. Cuanto más dinero nos quita el Estado, más razones hay para evitarlo. Pero el Estado no se decide a tomar medidas realmente contundentes para reducir sus gastos corrientes. Han congelado pensiones y bajado sueldos de funcionarios. Pero ni un sólo cargo político se ha quedado sin trabajo.

Después de todo, lo de la economía sumergida es lo más propio para un Estado que se hunde. Tengo que preguntar en mi banco, a ver si me conceden una hipoteca para comprar un submarino.

lunes, 25 de abril de 2011

Opinión pública y opinión publicada

A finales de los 80, Felipe González acuñó la distinción entre “opinión pública” y “opinión publicada”. La primera corresponde a lo que piensan los ciudadanos. La segunda consiste en lo que dicen los medios de comunicación que piensan los ciudadanos. Suena parecido, pero es muy diferente.

Los ciudadanos tienden a creer que los medios de comunicación cuentan la realidad, pero eso es una media verdad, y por lo tanto, una mentira. Los medios construyen la realidad. Dependiendo de lo que cuentan y lo que omiten, de lo que resaltan y lo que difuminan, de la redacción de los titulares, y de los adjetivos que emplean, las cosas existen o no, y tienen un significado u otro. Las guerras, los movimientos sociales, las catástrofes naturales, incluso las leyes, pueden “existir” o no en función de la conveniencia o el capricho de los medios.

Lamentablemente, los ciudadanos siguen pensando que lo que aparece en los medios es la realidad, toda la realidad, y nada más que la realidad. Por ejemplo: todo el mundo estaría de acuerdo en que estos días Heraldo de Aragón ha publicado una encuesta electoral sobre las próximas elecciones autonómicas y municipales. Pero no es así. No han publicado ninguna encuesta, sino las conclusiones a las que llega el periódico a partir de los datos (no publicados) de una encuesta. Verdades a medias.

En el pronóstico sólo aparecen los diputados y concejales que supuestamente obtendrían cinco partidos. Los de siempre. Aliándose a los intereses de esos partidos, Heraldo silencia datos como la abstención, el voto en blanco, y los votos de los que no piensan votar a los de siempre, sino a otras opciones. UPyD –que fue la tercera fuerza más votada en las últimas elecciones al Parlamento Europeo en Zaragoza- no aparece por ninguna parte.

Muchos lectores pensarán que van a tener que decidir entre una de esas cinco opciones. Al omitir otras alternativas el diario está, no sólo falseando la realidad, sino contribuyendo a que mucha gente piense que esas opciones no existen. Sin embargo, ya son muchos los electores que acceden a Internet y que se toman la molestia de informarse más allá de la medias verdades. Heraldo de Aragón puede seguir construyendo su realidad, puesto que ha sobrevivido muchas décadas haciéndolo. Lo que falta por saber es qué sobrevivirá en el largo plazo: el periódico o la realidad.

martes, 12 de abril de 2011

Psicología y mala leche

Rosa Díez ha presentado una proposición de ley para impedir que personas imputadas por delitos puedan formar parte de las candidaturas electorales. La iniciativa puede ser discutible. Hay que tener en cuenta el principio de la presunción de inocencia, pero también el efecto de “mal ejemplo” que se da a toda la sociedad cuando figuran en las listas individuos sobre los que recaen sospechas de corrupción.

Pero no quería hablar de eso, sino de una moda muy extendida que es la de ejercer de psicólogos amateurs. He visto en un foro como alguien insertaba la noticia de la iniciativa de Rosa Díez, y titulaba su post así: “¿Oportunismo mediático?”.

Resulta curiosa esa manera de desviar la atención de lo sustancial –una iniciativa parlamentaria real- a lo psicológico –una imaginaria intencionalidad de la diputada de UPyD-. La moda es muy recurrente: si el PP alerta de que España está a punto de entrar en una grave crisis, se dice que son antipatriotas. Si el PSOE promueve una reforma de la ley del aborto, se dice que les gusta asesinar niños. Y ya no hace falta analizar lo acertado o no de los hechos en sí.

Se hable de lo que se hable, siempre hay algún psicólogo amateur que nos dice lo que pasa por la cabeza de los demás. Colón descubrió América porque quería hacerse rico en China. La OTAN ataca al ejército de Gadaffi porque le quieren quitar el petróleo. El Supremo juzga a Garzón porque le tienen manía. Y Newton formuló la ley de la gravedad porque era un vago y dormía debajo de un manzano.

Se dice que Argentina es el país en el que hay más psicólogos por metro cuadrado. Pero es falso: en España cada ciudadano conoce las intenciones (siempre perversas) de todo aquél que hace o dice algo. Y nadie lo hace o dice porque crea en ello. Hay mucho psicólogo frustrado, y mucha mala leche bien repartida.

viernes, 8 de abril de 2011

Cordilleras y desiertos

Esperanza Aguirre ha dado a conocer un plan para crear aulas reservadas para los estudiantes de bachillerato que hayan obtenido las notas más altas durante la ESO, y que así lo deseen. Como era de esperar, la iniciativa ha movido a escándalo a la progresía oficial, mediática, y social. ¡Qué barbaridad! ¡crear guetos! ¡el programa oculto del PP! ¡quieren discriminar a los más desfavorecidos! ¡aumentarán las diferencias!

Y sin embargo a mí me parece una medida de lo más acertada, que tendría tres efectos muy beneficiosos:

1) Permitiría a los alumnos que desean trabajar y esforzarse, obtener una mejor formación sin verse frenados por tener que adaptarse al mediocre ritmo de la mayoría.

2) Estimularía a muchos, que verían que no da igual estudiar que no estudiar, lo que tendría un efecto pedagógico importante, ya que en la vida adulta tampoco es lo mismo esforzarse que tumbarse en el sofá.

3) Supondría el máximo respeto para el principio de la igualdad de oportunidades. Las nuevas aulas no serían para los más ricos o los más guapos, sino que podrían acceder a ellas ricos y pobres por igual, puesto que la inteligencia y el esfuerzo no son patrimonio de ninguno de ellos.

Lamentablemente, la progresía oficial, mediática y social continúa empeñada en hacernos a todos iguales, al precio que sea, y como no es posible hacer que todos seamos mejores, hace lo que puede para que todos seamos peores. No les gustan las cordilleras, en las que coexisten altas cumbres junto a profundos valles. Pero si les dejamos hacer van a convertir España en un magnífico desierto: un lugar muy igualado, en el que no brota nada, y donde la vida es casi imposible.

lunes, 4 de abril de 2011

Una alternativa diferente

Ayer domingo estuve en el mitin de UPyD en la plaza de toros de Vistalegre. Para mí era casi como perder la virginidad porque nunca había asistido a ningún mitin. No fui para aplaudir incondicionalmente a Rosa Díez porque a estas alturas no me siento incondicional de nadie. Tampoco fui para conocer las propuestas de UPyD porque ya las conozco. Ni para llenarme de optimismo ante un necesario cambio político y social, porque soy consciente de que ese cambio no va a resultar fácil. Fui porque quería tener mi propia versión de los hechos, y no la que me contaran los medios de comunicación.


Y encontré muchas diferencias interesantes.

Primero, me tuve que gastar 30 euros en el viaje porque nadie me pagó un autobús con los impuestos de todos. Después pagué un euro para entrar porque UPyD prefería asistentes interesados en la política, y no jubilados aburridos. Y me tuve que pagar la comida porque nadie me dio un bocadillo pagado con los impuestos de todos.

Pero hubo más diferencias: No se insultó ni se criminalizó a otros partidos. No se pidió el voto a los asistentes, sino que se les recomendó que lo prestaran a quién quisieran, y que si se lo prestaban a UPyD y el partido no cumplía, que los “mandaran a la porra”. No se abogó por la alternancia, sino por la alternativa. No se pidió confianza ciega sino un voto reflexivo y vigilancia constante a los políticos. En vez de alentar el resentimiento de las dos Españas clásicas, se sugirió la apuesta por una tercera España: la de los que no quieren participar en esa rancia batalla.

Se transmitió confianza en que lo “imposible” es posible si la gente quiere que lo sea. Igual que parecía imposible hace diez años que la gente se manifestara contra el terrorismo en el País Vasco. Y fue posible. Igual que parecía imposible hace cuatro años que se formara un partido nuevo como UPyD y que llegara a las instituciones. Y ha sido posible.

Se defendió el estado autonómico, pero un estado autonómico en el que cada parte no sea más importante que el todo, y en el que cada parte no compita por arrancarle un pedazo más grande que las demás al todo. Se defendió la reforma de la Ley Electoral para que los votos de todos los ciudadanos valgan lo mismo, habiten donde habiten.

Y a diferencia de lo que hacen todos los demás partidos no se dijo que el “voto útil” es votar a UPYD, sino votar individualmente, no como grupo, y que cada uno “vote a quien le dé la gana”.

Sí que es una alternativa diferente: los ciudadanos tenemos en nuestra mano –si queremos- hacer posible lo que los medios de comunicación dicen que es imposible. Y si no queremos, también tenemos derecho. A no querer, y a continuar cuatro años más quejándonos de la clase política. O toda la vida. ¡Es tan cómodo quejarse!