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domingo, 28 de diciembre de 2014

Porco Governo

El Presidente Rajoy ha terminado el año intentando convencernos de que en 2014 las cosas han ido mucho mejor, y de que en 2015 saldremos de una profunda y prolongadas crisis. Y todo ello gracias a su gobierno, naturalmente.

Sin embargo, la percepción de la mayoría de los españoles es bien diferente. Casi todos los que han padecido de una u otra forma los efectos de este hundimiento económico están convencidos de que el único culpable de sus penurias ha sido el gobierno. Dependiendo de sus preferencias ideológicas, unos ponen el acento en la responsabilidad del gobierno actual, mientras que otros prefieren culpar de todo al de Rodríguez Zapatero.

Se trata de una constante invariable: los gobiernos se atribuyen los éxitos y achacan los fracasos a factores externos, como la situación internacional, el precio del petróleo, o la debilidad del euro. Y por su parte, los ciudadanos culpan siempre al gobierno de todo lo malo que suceda.

La autocrítica –como al general Aramada, el 23 de febrero- ni está ni se la espera. El resultado es un país de quejicas, en el que casi nadie asume su responsabilidad individual ni colectiva. La gente culpa al gobierno; el gobierno culpa a la oposición por no arrimar el hombro; y la oposición culpa a la gente por haber elegido ese gobierno. Se cierra el círculo sin dejar resquicio alguno para el análisis racional de los errores que unos y otros podemos haber cometido.

La consigna para 2015 no será diferente a la de los años anteriores. Seguiremos pensando que la culpa es de otros. Incluso cabe la posibilidad de que busquemos algún profeta para que haga milagros. Y así continuaremos sin tomar decisiones para cambiar cosas que sí podríamos hacer nosotros mismos. Pleuve, porco governó.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Borrachera de juventud

- Pues sí, David. En este país se impone un cambio generacional. Lo viejo ya no sirve, ha fracasado. Esa casta de políticos decrépitos es incapaz de sacarnoss de esta situación. En el gobierno tiene que haber gente joven, de menos de 30 años, con ideas nuevas, dispuestos a renovarlo todo.
- Ya... ¿Te refieres a gente como Viviana Aido y Leire Pajín, por ejemplo?
- Esas fueron excentricidades de Zapatero. Funcionarias del PSOE, un partido de viejos como Rubalcaba. Yo hablo de gente aún más joven, con ilusiones, con sueños, dispuestos a crear un país nuevo. Gente que no haya tenido tiempo de aprender los vicios de los malos políticos.
- Entonces, tampoco habrán podido aprender las virtudes de los Buenos políticos.
- Eso es igual. Ya aprenderán. Son jóvenes.
- Entonces, según tú, ¿la juventud lo arreglaría todo? Vamos a ver, Marta: dime una razón por la que un gobernante sea mejor que otro por el mero hecho de ser joven.
- Muy sencillo: es evidente que este sistema no funciona porque es viejo, así qué hace falta gente joven para implantar otro diferente.
- Estoy de acuerdo en lo primero. El sistema funciona mal, tiene muchos fallos, está oxidado. Hay que sanearlo, necesita reparaciones urgentes. Pero, si hubiera que reparar la Catedral de León o la Mezquita de Córdoba, ¿se lo encargarías a unos arquitectos que acabaran de terminar la carrera o a otros con amplia experiencia?
- ¡Hombre, no es lo mismo!
- No. No es lo mismo. Es infinitamente más complejo reformar un sistema en el que está en juego el porvenir, el bienestar, la educación y la salud de 40 millones de personas que restaurar un edificio, por muy monumento nacional que sea. Las consecuencias de los errores que se cometen son infinitamente más graves. Al fin y al cabo, las piedras no pasan hambre y los ladrillos no se matan entre sí.
La juventud es excelente para aprender idiomas, para jugar al fútbol, para tener hijos, o para bailar toda la noche. Pero cuando viajo a Nueva York voy más tranquilo si el piloto tiene miles de horas de vuelo a su espalda que si se trata de su primera experiencia al mando de un Airbús. Y si me tienen que operar del corazón prefiero que lo haga el cirujano que lleva 30 años en el hospital que el joven residente que acaba de empezar, por mucha illusion, mucho entusiasmo y muchos sueños que tenga.
Si la juventud fuera mejor para todo, ¿por qué no aplicar la fórmula para todo? Si la guerra va mal, pongamos a los reclutas al mando. Si la empresa tiene problemas, dejemos que los aprendices tomen las decisiones. Si la enseñanza no funciona, que impartan clase los alumnos.

Es posible que todas las sociedades del mundo se hayan equivocado al confiar en sus consejos de ancianos. Demos el poder a los adolescentes. Improvisemos un inmenso botellón, y perezcamos todos en una onírica borrachera de infalible juventud.

lunes, 1 de diciembre de 2014

La encuestocracia

En un interesante artículo, Carlos Martínez Gorriarán señala una de las perversiones fundamentales del comportamiento de los partidos políticos en España.

Teóricamente, un partido político es una organización orientada a gestionar lo público y a introducir los cambios legislativos que considera necesarios para obtener un determinado fin, en beneficio del conjunto de la sociedad.

Se entiende, pues, que las personas que forman cada partido realizan un diagnóstico de la situación, y elaboran unas propuestas encaminadas a lograr unos fines de interés general. Tanto el diagnóstico como los fines dependerán de la ideología de los miembros del partido en cuestión.

Sin embargo, ya desde el inicio de la transición política en España, este esquema se ha ido prostituyendo, de manera que el objetivo fundamental de los partidos tradicionales ha pasado a ser la ocupación del poder. El poder entendido como fuente de influencia, de privilegios, y de agencia de colocación para militantes, familiares y amigos.

Una vez establecido este objetivo espurio, la conquista del voto a cualquier precio es la consigna universal. En la lucha por el poder vale todo: el engaño, la traición, el soborno, y el abuso de la autoridad. Como si de cualquier empresa comercial se tratara, hay que ofrecer al cliente/votante el producto que mejor se adapte a sus necesidades o a sus caprichos.

Y es aquí donde entran en juego las encuestas. Estas herramientas demoscópicas son las que les dicen a los partidos qué es lo que quiere la gente, qué es lo que no les gusta, qué es lo que está de moda. Son así los gabinetes de comunicación y márketing de los partidos los que dictan qué es lo que tiene que proponer el partido y qué es lo que tienen que decir sus líderes.

Ya no se necesita un análisis profundo para hacer un buen diagnóstico de la situación del país. Ya no es necesaria la opinión de los expertos. Ya es superflua la reflexión y el debate interno que deberían dar lugar a la adopción de propuestas sensatas y realistas. Ya no hace falta diseñar políticas económicas, educativas, de infraestructuras o industriales a medio y largo plazo. Todo dependerá de lo que diga la encuesta de la semana.


La encuestocracia sustituye los principios y valores sólidos por la volubilidad del estado de ánimo de los encuestados. Elimina también la perspectiva de un futuro mejor para la nación. Para lancuestocracia, el futuro termina el día de las elecciones más próximas.