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jueves, 22 de diciembre de 2011

Cien horas

Hay un nuevo gobierno en España. Durante los últimos siete años numerosos comentarios llamando la atención sobre lo que a mí me parecían incoherencias, banalidades, ocurrencias, desatinos y mentiras de los sucesivos gobiernos de Rodríguez Zapatero. En este tiempo algunas personas me han criticado por estar excesivamente pendiente –según ellos- del señor Zapatero, y prestar poca atención a los errores y fallos del señor Rajoy. Siempre he respondido que al que hay que vigilar muy de cerca es al gobierno, por la sencilla razón de que sus errores se traducen siempre en perjuicios para los ciudadanos.

Coherentemente con eso, a partir de ahora mi atención va a estar focalizada principalmente en el nuevo gobierno, y mis amigos podrán comprobar que me ocupo mucho menos de los avatares que tengan que ver con el PSOE. Existe la tradición de conceder a los nuevos gobiernos cien días de tregua, para darles tiempo a aterrizar y empezar a tomar decisiones.La crítica situación del país no permite semejante lujo, y, al menos por mi parte, sólo les concederé cien horas.

Con el mismo espíritu crítico, trataré de destapar cualquier “fechoría” que puedan cometer el nuevo presidente y los nuevos ministros. En mi balance particular iré reflejando en el “debe” las decisiones que me parezcan inadecuadas, pero sobre todo las conductas partidistas o sectarias; las mentiras o medias verdades; las contradicciones; y los silencios culpables o cómplices. En el “haber” tendrán que aparecer lo que me parezcan aciertos, los comportamientos orientados al interés general; las explicaciones claras y veraces; y ¿por qué no? la ausencia de bobadas a las que tan acostumbrados estamos.

Y como estamos dentro de esas cien horas de gracia, anotaré la primera de las bobadas no cometidas: se ha nombrado un gobierno sin preocuparse de que en las cómodas sillas del Consejo de Ministros haya el mismo número de calzoncillos que de bragas. Algo es algo.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Decir siempre la verdad, aunque duela

Mariano Rajoy ha expuesto su discurso de investidura en el Congreso. La expectación era máxima, y por fin ha mostrado algunas de las políticas que tiene la intención de aplicar. La Bolsa ha reaccionado al alza, y, como era de esperar, todos los portavoces de la oposición se han mostrado “decepcionados”.

Ha mencionado muchas de las cosas que va a hacer, y ha dejado en silencio otras muchas de las que habría que hacer. No voy a entrar a valorar ahora las medidas que me gustan y las que no me gustan. Sólo me voy a detener en una de las primeras frases que ha pronunciado: el compromiso de “decir siempre la verdad, aunque duela”.

Ignoro si llevará a la práctica esa promesa. Pero me parece un buen comienzo, y un giro copernicano del estilo gubernamental que hemos venido padeciendo. Han sido siete años de bonitas mentiras, de cuentos de hadas, de paños calientes. Todo el potencial del aparato burocrático y propagandístico de un partido y de dos grupos de comunicación. Cualquier cosa con tal de no preocupar al ciudadano. Todo iba a ir bien, todo tenía que ir bien: la seguridad, la economía, la convivencia, la unidad de la nación. Todo saldría bien porque así lo decía el catecismo buenista del “pensamiento Alicia”.

Siete años placenteros, de adormecimiento, de renuncia a las preocupaciones, de cuarenta millones de bebés sonrientes. Siete años sin dolor. Siete años de mentiras. Si de verdad cambia eso, ya será un gran cambio, para empezar.