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martes, 26 de junio de 2012

El virus de la insidia

De todos es conocido el aforismo que dice “calumnia, que algo queda”. Los efectos del rumor, de la calumnia insidiosa son siempre muy superiores al esfuerzo que cuesta lanzarlos. Adquieren su propia inercia, y pueden crecer y crecer hasta hacer aparecer como verdadero lo que nunca ha existido.


Veamos uno de los métodos de propagación del virus:

V le dice a A en un lugar discreto: “Voy a contarte algo porque mereces toda mi confianza. Pero no se lo digas a nadie. X es un borracho, aunque lo disimula muy bien”.

Después, V –de nuevo en plan confidencial- le transmite a B el mismo virus: “X es un borracho”.

“No me digas, nunca le he visto bebido”, responde B.

“Claro, lo disimula perfectamente. Pregúntale a A y verás”.

Y va repitiendo el mensaje a C, a D, etc. Ninguno tiene motivos para desconfiar de V; y todos ellos se sienten halagados por la confianza que V ha depositado en ellos.

Pero A, B, C, y los demás se relacionan también entre sí. Un día C le comenta a B: “creo que X tiene problemas con el alcohol”, a lo que B responde: “sí, eso tengo entendido”, demostrando así a C que está bien informado. Escenas parecidas se van repitiendo, y al final todos están absolutamente seguros de que X es un bebedor incorregible, aunque ninguno de ellos le haya visto tomar una gota de alcohol.

Existen numerosos expertos en el lanzamiento de insidias. A menudo se trata de personas mediocres, carentes de escrúpulos y que desconocen el significado del la palabra “ética”, y que utilizan esa táctica para medrar en el mundo laboral, social, o político. Otras veces son individuos con patologías mentales, que buscan desesperadamente el protagonismo para sentirse importantes. En ocasiones, se combinan ambas cosas.

En cualquier caso, el daño que pueden hacer es muy grande. Si bien es cierto que la verdad suele terminar imponiéndose antes o después, no es menos cierto que ese camino puede ser largo, y destruir en el proceso a una empresa o una organización. Y en el mejor de los casos, siempre habrá alguien que siga observando a X, intentando descubrir en él un ligero temblor de manos.

miércoles, 20 de junio de 2012

El catalanés

Contra lo que pudiera pensarse, “el aragonés oriental” no es el propietario del bazar chino de la esquina. Se trata de la última ocurrencia del gobierno de Aragón, destilada sin duda por las profundas mentes políticas del PAR. Consiste en eliminar de la nueva ley de lenguas el término “catalán” para referirse al idioma que hablan muchos aragoneses de Nonaspe, Maella, y demás localidades de la zona. Como cualquier nacionalista de pro, se trata de aplicar la máxima de “al enemigo, ni agua”, considerando enemigo a todo aquél que no es de su aldea. Cuando entre en vigor la ley, todas esas personas ya no hablarán oficialmente catalán, sino “aragonés oriental”, que es mucho más patriótico.

El proceso de atontamiento generalizado de la sociedad española le debe mucho al empleo profuso de los eufemismos. A base de dejar de llamar a las cosas por su nombre, terminamos sin saber qué significa cada cosa, lo que asegura la confusión más absoluta. Y de la dificultad en el hablar a la dificultad en el pensar sólo hay un paso. Algo muy bueno para nuestros políticos, ya que cuando es difícil pensar, es más fácil votar al más tonto, al más inepto, o al más corrupto.

Lo de “aragonés oriental” es como si en Méjico decidieran llamar a su idioma “mexicano europeo”; o en Argentina llamaran al suyo “argentino boreal”. Ya puestos a hacer ingeniería lingüística, podrían haber buscado una única palabra, en vez de dos. Seguro que en Valderrobres estarían orgullosos de hablar “catalanés” o “aragolán”. El ridículo sería el mismo, pero tendría algo más de originalidad.

viernes, 15 de junio de 2012

Tocar fondo antes de remontar

La situación económica de España es crítica. Todos lo sabemos. El entramado institucional, la partitocracia hinchada, las subvenciones generalizadas, y los servicios de primera son imposibles de mantener, al menos, no todos al mismo tiempo. Algunos lo sabemos. Otros no quieren ni oír hablar de ello. La situación política y económica de la UE es cada semana más precaria. Todos lo sabemos. Europa camina torpemente, como una minusválida con una pierna de atleta y la otra atrofiada. Con la pierna sana ha creado un bosque administrativo-institucional. Parlamento, Comisión, Consejo, directivas, supervisiones, normativa, y moneda común. La otra pierna apenas se mueve: cada país sigue siendo un coto cerrado de soberanía, en el que todos se miran de reojo, tratando de superar al vecino, incapaces de fijar una fiscalidad común ni una política exterior común. El gran sueño de Schuman, Adenauer, Monnet y Di Gasperi languidece, pilotado por unos dirigentes de mirada corta que sólo sueñan con las urnas del año siguiente. España cae cada día un poco más, y con ella Europa se derrite un poco más. Nos debatimos para no caer como un borracho en una pista de hielo. Llevamos tres años de “situación crítica”. Tanto, que ya nos hemos acostumbrado, que casi pensamos que la crisis es un estado y no un proceso. Faltos de un liderazgo europeo sólido, todo apunta a que continuará la deriva hacia ninguna parte. Todo indica que tendremos que llegar a tocar un fondo tenebroso –en el que no queremos ni pensar- para, quizá, después volver a enderezarnos. Más pobres, más torpes, menos orgullosos, menos ambiciosos. Como en tantas ocasiones, será una terrible realidad la que nos despertará de un espejismo que nos resistimos a abandonar. Aceptaremos entonces -¡qué remedio!- que Europa ha dejado de ser la quintaesencia mundial, y buscaremos humildemente un hueco junto a China y EE.UU.

viernes, 8 de junio de 2012

Menos gestos, y más hechos

Hoy, en las redes sociales está haciendo furor una iniciativa que consiste en escribir al revés, poner fotos del revés, o hacer cualquier cosa al revés. Todo, supuestamente “para ayudar a los demás, dándole la vuelta a las cosas”. Me vienen a la mente docenas de ideas similares: lazos de diversos colores, pegatinas, camisetas; mil maneras de expresar que uno está contra algo o a favor de algo. Gestos. Pero me sigo preguntando en qué favorecen esos gestos a los pobres de Somalia, a los enfermos de SIDA, a los niños con cáncer, a las mujeres maltratadas, o a los refugiados del Sahara. Me lo pregunto, pero una y otra vez me respondo que absolutamente de nada. Con lazos, pegatinas o fotos del revés no les llega ni un paquete de arroz a los somalíes no se compra ni un tratamiento contra el SIDA, no se salva una sola mujer asesinada por su pareja, y no llega un sólo litro de agua al desierto. Pero estas campañas son ingenuas pero no inútiles. Sirven para que cientos de miles de personas se queden más tranquilas penando que han hecho algo útil para otros. Sirven para que una vez colocado el lazo o la pegatina, uno se pueda ir a tomar unas cañas con los amigos, sin sentir remordimiento por los que no pueden ni beber agua. Sirven para demostrar a los demás que uno es solidario, bueno, justo, y benéfico, y poder a continuación despellejar a la compañera de trabajo, o mirar con desprecio al negro que vende pulseras. Y de paso también sirve para ayudar a los que lo organizan, a los que venden las chapas, los lazos o las camisetas; a los que venden libros, discos, o folletos sobre el asunto; a los que obtienen una popularidad mediática gracias a estas campañas tan infantiles como inútiles para los que se supone que van a beneficiar. Más valdría hacer menos gestos y más hechos. Hay mil formas de contribuir de verdad a aliviar las tragedias ajenas. Claro que eso suele hacerse de manera anónima, sin que nadie tenga por qué enterarse. Y, al parecer, lo que importa es que se sepa.

jueves, 7 de junio de 2012

Jibarizar el Estado

Jibarizar el Estado De nuevo Esperanza Aguirre ha dado la campanada con una propuesta rompedora. Para ahorrar unos mil millones, ha anunciado reducción de salarios a funcionarios, aumento de tasas judiciales, peajes en carreteras, menos dinero para guarderías, y –esto es inaudito- ¡reducción a la mitad del número de diputados de la Asamblea de Madrid! Ya veremos si la cosa prospera. Ya veremos si la idea se extiende a las demás CC.AA. Pero es el primer asomo de tijeretazo a esa estructura política elefantiásica de un Estado que lastra a una sociedad muy debilitada. Aparte de las reducciones de sueldos de los políticos –que ya se han producido- en casi todas las administraciones, esta iniciativa supone el primer mordisco a la cabeza del pulpo que nos atenaza a todos. Sin duda, la reducción de diputados no tendría un efecto significativo en las cuentas públicas. Es evidente que el dinero se escapa en grandes cantidades por otras infinitas grietas, desde la proliferación de organismos públicos, el excesivo número de funcionarios y la baja productividad de buena parte de ellos, la construcción de infraestructuras innecesarias, las subvenciones generalizadas a todo bicho viviente, el fraude fiscal socialmente tolerado, y el abuso de lo público en beneficio del particular. Pero el efecto simbólico de esa medida es de la mayor importancia. Supone plantearse que igual el Estado no necesita tantas cabezas pensantes y legislantes. Que se puede adelgazar la nube de políticos que viven del erario público, y que además se han especializado en crear problemas donde no los había. España se ha convertido en un monstruo con una cabeza gigantesca, unas extremidades poco musculosas, y poca sangre corriendo por sus venas. Como ocurría en el Ejército del franquismo, sobran generales y sobran soldaditos enchufados. Hay que reducir esa cabeza en vivo, y no esperar a tener un cadáver para aplicar las técnicas de los jíbaros.

martes, 5 de junio de 2012

Ponerse las pilas

El presidente de Mercadona, Juan Roig, ha vuelto a hacer sonar la campana con unas declaraciones cuyo sonido destaca en el apagado murmullo de este bosque en el que millones de animalillos huelen el incendio, sin atreverse a levantar la cabeza para no ver las llamas. Al decir que “España será intervenida si los españoles no se ponen las pilas”, el empresario ha polarizado la opinión pública. Muchos se han escandalizado porque varios millones de españoles no pueden ponerse a trabajar aunque quieren hacerlo, y porque otros millones cumplen cada día responsablemente con sus obligaciones. Pero un número no menor de ciudadanos está de acuerdo con Roig, porque también hay varios millones de españoles que obedecen escrupulosamente a la vieja ley del mínimo esfuerzo, que aprovechan todos los resquicios para escaquearse del trabajo, para arañar unos eurillos de donde sea, y para amorrarse a la teta del Estado del Bienestar. Eso sí: enarbolando grandes banderas reivindicativas de sus derechos, y echando pestes contra todo aquél que tiene más que ellos, sin diferenciar entre los que lo han conseguido por su esfuerzo, su inteligencia, y su tesón; y aquellos otros que lo han logrado a costa de aprovecharse ilícitamente de los demás. No se puede generalizar. No es cierto que todos los españoles sean unos vagos oportunistas, tramposos y caraduras. Pero tampoco es cierto lo contrario. Hay de todo. Pero los millones de ciudadanos honrados, cumplidores, trabajadores. esforzados e íntegros no pueden contentarse con serlo. Además tienen que ser agentes activos para desmontar el cáncer que suponen los otros españoles. No basta con clamar contra la corrupción política, contra la mala gestión financiera, o contra la sumisión de los medios de comunicación. En estos momentos críticos para todos, esos españoles que se consideran limpios –y que lo son- tienen la obligación de denunciar a los otros españoles, a los Rinconetes y los Cortadillos que pululan en su entorno. En su familia, en su edificio, en su taller, en su oficina, en el colegio de sus hijos, en su parroquia. Es imprescindible la colaboración ciudadana en ese terreno. Hay que mirar a los ojos a esos sinvergüenzas conocidos y mostrarles el rechazo y el desprecio que merecen, en lugar de sonreírles educadamente, y comentar a sus espaldas sus fechorías. Aunque se suele creer lo contrario, hacen más daño veinte millones de personas robando a pequeña escala, que diez mil políticos o financieros despilfarrando o estafando.