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viernes, 1 de febrero de 2013

Mearse encima


En un instituto había dos chavales, dos gallitos, que se repartían el liderazgo. Cada cuatro semanas, en un descampado próximo al centro, se enfrentaban en una pelea, jaleados cada uno por sus partidarios, que disfrutaban con cada golpe que daba su favorito. En una de esas peleas, tan concentrados estaban que ambos se orinaron encima, con tal de no darse por vencidos.

Aquello quedó como símbolo de su valor, y sus respectivos adeptos les palmearon las espalda por ese gesto. Así animados, ambos siguieron con la costumbre, y todos los días se meaban encima en clase. El aula apestaba, y poco a poco a los demás compañeros fue dejando de hacerles gracia la costumbre. Cuando los dos matoncillos vieron que estaban perdiendo popularidad se les ocurrió una idea: ¿Por que´no firmamos un pacto para no mearnos encima?

Los partidos políticos que desde la Transición se han erigido en intermediarios exclusivos entre los ciudadanos y la Democracia huelen cada vez peor. La financiación ilegal, los sobresueldos, las comisiones a cambio de favores, la contratación a dedo, la colocación de amigos en cargos muy bien retribuidos son costumbres tan consolidadas en España como el café de media mañana.

En unos momentos en que la sociedad apenas puede respirar porque lleva el cinturón demasiado apretado, y porque tene que taparse la nariz por el hedor que desprende lo público, a las cabezas pensantes del PSOE y del PP se les ocurre la gran idea de acordar un Pacto contra la Corrupción que –según ellos- sería el bálsamo de Fierabrás que acabaría con tanto chanchullo.

Señores dirigentes de los malolientes partidos de simpere: no hace falta que fimen ningún pacto. Es mucho más sencillo: dejen de mearse en los pantalones.

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