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jueves, 12 de diciembre de 2013

Hechos consumados

Los partidos secesionistas catalanes han acordado la fecha y las preguntas para la consulta que quieren realizar bajo el falaz amparo del “derecho a decidir”. Pasito a pasito, desde 1975, los independentistas han recorrido un largo camino hacia su objetivo final, que ya acarician con la punta de los dedos.

Es el penúltimo capítulo de una sucesión de hechos consumados. No es cierto que se trate de un callejón sin salida. Se trata de un callejón del que se saldrá rompiendo algo para abrir camino. Quedan pocas alternativas: o el gobierno aplica la Constitución e impide la consulta por la fuerza, suspendiendo incluso la autonomía de Cataluña. O le tiemblan las piernas y acepta resignadamente lo inevitable.

En el primer caso se acentuarán los sentimientos de victimismo, aumentará el deseo de independencia, y no puede excluirse una deriva violenta, con enfrentamientos, atentados y víctimas.

El segundo caso supondría firmar el acta de defunción de España como nación (eso que Zapatero decía que era “discutido y discutible). ¿Cuánto tardarían los independentistas vascos en seguir el ejemplo? ¿Y los gallegos? Al igual que ocurrió en 1978 con la fiebre autonomista (hasta Segovia quería ser autónoma), ninguna de las actuales CC.AA. querría ser menos. Canarias, Aragón, Andalucía, Baleares emprenderían también el viaje hacia el pasado, hacia la irracionalidad. España quedaría reducida, probalemente, a lo que ahora es la Comunidad de Madrid.

Ubicación de CataluñaNo hay que culpar a los independentistas de este desaguisado. Ellos son lo que son, lo admiten: su objetivo siempre ha sido la independencia. Los culpables son otros: millones de españoles que por torpeza, por interés, por cobardía o por desidia han permitido que se fuera produciendo la cadena de hechos consumados.
  • Los que redactaron una Constitución que introdujo el concepto de “nacionalidades y regiones”.
  • Los gobiernos del PSOE que entregaron la Educación a los nacionalistas para que pudieran ir adoctrinando en la falsedad a las nuevas generaciones.
  • Los gobiernos del PP que continuaron cediendo competencias del Estado, y que renunciaron a exigir lealtad constitucional a los gobiernos de CiU y del tripartito.
  • El presidente Rodríguez Zapatero que alentó el nuevo Estatuto de Cataluña.
  • El Tribunal Constitucional que dio validez a gran parte del contenido de ese estatuto.
  • Los medios de comunicación que entonces clamaban “España no se rompe”.
  • Los millones de españoles que también decían “España no se rompe”, aunque sólo fuera por llevarle la contraria a Aznar.
  • Los millones de españoles que durante tres décadas han aplaudido sus banderas autonómicas, despreciando la bandera nacional de todos.
  • Todos los que han eliminado de su vocabulario la palabra “España”, sustituyéndola por eufemismos como “este país”, “el Estado español”, “el conjunto del Estado”, o “la península ibérica”.
En el ensayo "De vuelta a la aldea" (Ed. Gran Vía. Burgos. 2004) ya advertía de que esta era una de los posibles finales de la cuestión nacionalista en España: la disgregación de lo que ha sido durante 500 años una nación. La Tierra seguirá girando. A lo largo de la Historia han aparecido y caído grandes imperios. No es el fin del mundo. Pero la estupidez, el egoísmo y la miopía política de los no nacionalistas nos habrán dejado a todos más débiles, más pobres, más insignificantes.

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