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lunes, 1 de diciembre de 2014

La encuestocracia

En un interesante artículo, Carlos Martínez Gorriarán señala una de las perversiones fundamentales del comportamiento de los partidos políticos en España.

Teóricamente, un partido político es una organización orientada a gestionar lo público y a introducir los cambios legislativos que considera necesarios para obtener un determinado fin, en beneficio del conjunto de la sociedad.

Se entiende, pues, que las personas que forman cada partido realizan un diagnóstico de la situación, y elaboran unas propuestas encaminadas a lograr unos fines de interés general. Tanto el diagnóstico como los fines dependerán de la ideología de los miembros del partido en cuestión.

Sin embargo, ya desde el inicio de la transición política en España, este esquema se ha ido prostituyendo, de manera que el objetivo fundamental de los partidos tradicionales ha pasado a ser la ocupación del poder. El poder entendido como fuente de influencia, de privilegios, y de agencia de colocación para militantes, familiares y amigos.

Una vez establecido este objetivo espurio, la conquista del voto a cualquier precio es la consigna universal. En la lucha por el poder vale todo: el engaño, la traición, el soborno, y el abuso de la autoridad. Como si de cualquier empresa comercial se tratara, hay que ofrecer al cliente/votante el producto que mejor se adapte a sus necesidades o a sus caprichos.

Y es aquí donde entran en juego las encuestas. Estas herramientas demoscópicas son las que les dicen a los partidos qué es lo que quiere la gente, qué es lo que no les gusta, qué es lo que está de moda. Son así los gabinetes de comunicación y márketing de los partidos los que dictan qué es lo que tiene que proponer el partido y qué es lo que tienen que decir sus líderes.

Ya no se necesita un análisis profundo para hacer un buen diagnóstico de la situación del país. Ya no es necesaria la opinión de los expertos. Ya es superflua la reflexión y el debate interno que deberían dar lugar a la adopción de propuestas sensatas y realistas. Ya no hace falta diseñar políticas económicas, educativas, de infraestructuras o industriales a medio y largo plazo. Todo dependerá de lo que diga la encuesta de la semana.


La encuestocracia sustituye los principios y valores sólidos por la volubilidad del estado de ánimo de los encuestados. Elimina también la perspectiva de un futuro mejor para la nación. Para lancuestocracia, el futuro termina el día de las elecciones más próximas.

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