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lunes, 27 de enero de 2014

Lejìa, estropajo, y jabón

Mes tras mes los barómetros del CIS señalan que la corrupción y el fraude suponen, después del paro, el principal problema que padece España. En torno al 40% de los encuestados consideran que es el problema más grave.

Los ciudadanos se debaten entre la indignación por el elevado número de casos de corrupción que van apareciendo, y la resignación ante un estado de cosas que parece consustancial con las prácticas políticas. Parece que las conductas fraudulentas se han convertido en España en algo endémico. Un mal que todo el mundo condena, pero que nadie sabe cómo erradicar.

Todo el mundo parece creer que la corrupción es cosa de otros. Sin embargo, es cosa de todos. Porque todos podemos estar practicando pequeñas corruptelas en nuestra vida cotidiana, y porque todos tenemos la obligación de combatirlas. Las nuestras y las de las personas de nuestro entorno.

Hemos llegado a esta situación por la combinación de tres versiones diferentes de corrupción: personas potencialmente corruptas, que se mueven en una sociedad corrupta que lo tolera, y con un sistema político-institucional que lo facilita.

España necesita lejía, estropajo y jabón. Lejía para desinfectar partidos, sindicatos e instituciones. Jabón para limpiar la suciedad que existe en las conductas individuales: la picaresca general y los pequeños fraudes. Y estropajo para arrancar los nidos de paràsitos que prosperan a costa de lo público.

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