En las
jornadas "Piensa un país", organizadas en Gijón por UPyD, se han
abordado interesantes cuestiones relacionadas con la razón de ser de este
partido: regenerar la democracia en España. Una de las ponencias trató sobre la
necesidad de una reforma fiscal.
Puede que
uno de los cambios más fundamentales que habría que introducir fuera el de
terminar con la deliberada invisibilidad de los impuestos. Podríamos resumir la
actividad de cualquier gobiernos en dos grandes apartados, directamente
relacionados entre sí: por un lado la recaudación de impuestos desde los bolsillos
de los ciudadanos, y por otro el empleo de ese dinero gastándolo de un modo u
otro.
Tanto el modo de recaudar como el destino del gasto son los factores que diferencian a unos gobiernos de otros. Sin embargo, todos los gobiernos, de todos los partidos, coinciden en un máximo esfuerzo, el de destacar las bondades de todos los gastos que realizan. Y, curiosamente, también todos los gobiernos, de todos los partidos, coinciden en hacer que la actividad recaudatoria sea lo más invisible que se pueda.
Las retenciones del IRPF en las nóminas están
calculadas para que en la mayoría de los casos la declaración anual resulte “a
devolver”. Una vez cumplimentada la declaración, el contribuyente busca la
casilla más importante, la del resultado. Si se encuentra con que la Agencia
Tributaria le tiene que abonar 50 euros, respirará aliviado, y apenas se fija
en que esa devolución se produce después de haberle retenido 5.000 euros a lo
largo del año. Si le preguntamos a cualquiera, recordará lo que ha tenido que
pagar o lo que le han devuelto en junio. Pero casi nadie sabría responder con
cuanto dinero ha contribuido en el conjunto del ejercicio.
Algo similar ocurre con IVA. Somos muy conscientes de
que lo pagamos cuando nos presenta la factura
de la reparación del coche, pero pasa completamente inadvertido en la
mayoría de los productos que consumimos diariamente. En los rótulos de las
estanterías de El Corte Inglés o de Carrefour aparecen unos precios "limpios",
sin ninguna mención al importe que no corresponde al valor del producto, sino a
lo que el Estado se lleva para sus gastos.
Son impuestos con vaselina, que pagamos sin darnos
cuenta. La consecuencia no es irrelevante, ya que anestesia la conciencia
fiscal, y la vigilancia crítica sobre los gobiernos. Los ciudadanos se fijan solo
en los beneficios del gasto del Estado, y exige más y más gasto.
Un gobierno que de verdad quisiera regeneral la democracia debería empezar por hacer más visible todos los impuestos, por ejemplo hacienda que en todos los precios de cualquier establecimiento se publicaran netos, y que al llegar a caja se añadiera de forma ostensible el impuesto correspondiente.
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