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viernes, 29 de mayo de 2015

¿Qué hay de merienda?


Tradicionalmente, cuando los niños volvían del colegio a casa por la tarde, hambrientos, lo primero que preguntaban era “¿qué hay de merienda?”. Entonces la madre les decía lo que había, lo preparaba, y ellos lo devoraban felizmente.

Pero desde hace unas décadas las cosas fueron cambiando. Los niños seguían volviendo a casa hambrientos, pero las madres empezaron a ser ellas las que preguntaban: “¿qué quieres merendar?”. Los niños hacían su petición, y si no había lo que ellos querían, se comían otra cosa, refunfuñando. Eso cuando no montaban un Cristo hasta que la madre bajaba al súper a comprar lo que el niño quería.
Ahora esa generación de niños se han hecho ya adultos, y muchos de ellos pretenden mantener ese hábito en sus comportamientos laborales, sociales y políticos. Cuando hace seis años el desempleo se disparó en España, cientos de miles de parados se quejaban de que no hubiera el puesto de trabajo que ellos querían, desdeñando a menudo los que había.

La misma tendencia se aprecia en el comportamiento electoral de muchos españoles. Cierran los ojos a lo que hay en el frigorífico, y buscan desesperadamente la merienda política que les gustaría comerse. La reacción de la mayoría de los partidos políticos es la de madres débiles y permisivas, cuya máxima prioridad es que el niño esté contento a cualquier precio. Unos le ofrecen su merienda preferida, a sabiendas de que no la tienen. Otros bajan al súper a ver si les fían para poder conseguirla.

El resultado es el mismo: los españoles se tienen que comer una merianda que no les apetece, porque es la que hay. Y siguen refunfuñando otros cuatro años, siempre insatisfechos, siempre esperando un milagro que no se producirá.


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