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domingo, 17 de marzo de 2019

La desmemoria electoral


Los partidos políticos están ya en campaña. Como viejas vedettes cargadas de años, achaques y arrugas que se cubren con seis capas de maquillaje y se envuelven en fastuosos vestidos para aparecer radiantes bajo los focos, los partidos afrontan su maquillaje particular con el objetivo de hacer que los electores se fijen únicamente en o que parecen ser, y se olviden de lo que realmente son.

Todos tenemos una opinión –mejor o peor- respecto a Podemos, un buen partido para el que le guste el comunismo. También sabemos todo lo bueno y lo malo que ha hecho el Partido Popular en todos los ámbitos en los que ha gobernado. Lo mismo podemos decir respecto al PSOE, que no ha gobernado menos ni ha dejado de tener sus aciertos y sus errores. De Ciudadanos, aparte de lo que ha hecho en la oposición, sólo sabemos de su talante abierto, siempre dispuesto a engrosar sus filas con micropartidos y con descontentos de otros. Menos podemos saber de Vox, aparte de media docena de ideas generales, pero vírgenes en cuanto a experiencia de gobierno o de oposición.

Sabiendo tanto como sabemos de lo que ha hecho y dicho los líderes de los principales partidos, ¿para qué necesitamos las campañas electorales? Muy sencillo: para que nos olvidamos de todo lo que sabemos. Para que hagamos un reset mental. Para que nos creamos lo que ahora dicen que harán. Para que les votemos a pesar de las muchas veces que han cambiado de criterio, en la infinidad de ocasiones en las que nos han mentido, en la desvergüenza con la que señalan los defectos de sus adversarios mientras disculpan permanentemente los suyo.

El truco más importante son las encuestas. A través de ellas consiguen que el foco de los votantes se sitúe en el futuro y no en el pasado. Las encuestas pretenden decirnos lo que va a ocurrir y consiguen que mucha gente decida su voto en función de ese presunto futuro. El votante imagina un resultado coincidente con las encuestas, y hace cálculos, supesa posibles alianzas postelectorales, considera el voto útil, y termina votando como si ya supiera lo que va a pasar en lugar de sabiendo lo que ya ha pasado.

Además, para reforzar el engaño se hacen acompañar de vedettes jóvenes y llamativas. Un Jefe de Estado Mayor, jueces mediáticos, algún que otro actor televisivo, un ex primer ministro francés, una activista gitana, un señor que vendía Coca-colas, un señor que se hizo famoso porque asesinaron a su hija, y hasta un astronauta. Sólo les falta fichar un torero y una fallera mayor. Todo vale para conseguir la amnistía política de los votantes.

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