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martes, 14 de abril de 2020

Los pastos de La Moncloa


Uno de los recursos que le gusta emplear a Pedro Sánchez es el de recuperar antiguos eventos, tratando así de beneficiarse del prestigio que en su momento tuvieron los mismos. Lo ha hecho con su propuesta de un nuevo Plan Marshall, y ahora pretende ser el Adolfo Suárez del siglo XXI con unos nuevos Pactos de La Moncloa.

Considero que es altamente improbable alcanzar ahora un acuerdo equivalente. La maniobra no carece de astucia: si se firman esos pactos, los partidos de derecha aparecerán como corresponsables de la catástrofe económica que nos espera. Y si fracasa el intento los partidos de derecha serán los responsables de esa catástrofe “por no haber arrimado el hombro”.

Las razones de la escasa viabilidad de unos nuevos Pactos de La Moncloa son varias. Por una parte, en 1977 la mitad de la población española conservaba el recuerdo de la Guerra Civil, y estaban dispuestos a renunciar a muchas de sus ideas a cambio de no repetir semejante tragedia. Hoy, aunque son muchos los que se esfuerzan en recordar aquella contienda, son ya muy pocos los que la vivieron en sus carnes.

En segundo lugar, en 1977 lograron alcanzar acuerdos los diferentes partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones empresariales. En 2020 habrían de añadirse también los representantes de 18 Comunidades Autónomas, entre ellos los que no pierden ocasión para que España como nación unitaria se rompa.

En tercer lugar, el gobierno de Pedro Sánchez es una coalición del PSOE con un partido que se ha distinguido desde su aparición por atacar tres objetivos: la casta, los ricos, y la Transición de 1978. Lo de la casta lo han olvidado desde que entraron a formar parte de ella. Pero su fobia a los ricos y a la Transición permanece inmutable. No resultará fácil formar un equipo de bomberos eficaz habiendo pirómanos entre ellos.

Por último, en la sociedad española de 1977 predominaba el deseo de alcanzar la democracia –algo desconocido entonces, pero que sonaba bien-, y la ilusión de incorporarse a una Europa percibida como más moderna y próspera que nuestro país. En estos momentos son ya bastantes los que se sienten defraudados por la democracia, y los que ven a Europa como una fuente de imposiciones y un club en el que cada uno va a lo suyo. 
Puede que la sociedad considere al Estado como a una vaca a la que sacar el máximo jugo. Pero no es menos cierto que para muchos políticos los ciudadanos no son sino un gran pastizal de votos del que se alimentan y engordan.

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