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jueves, 30 de junio de 2011

Después del atracón

El Parlamento griego ha aprobado las durísimas medidas que le impone la UE para ayudarles a refinanciar una deuda estratosférica que ya no pueden pagar, al tiempo que decenas de miles de griegos se enfrentan a la policía. Europa respira, pero sigue temblando: esto no acaba aquí.


Fiebre, temblores, vómitos, dolor de cabeza, agotamiento físico. Los efectos que suceden a una noche loca, con cena pantagruélica, bebida sin mesura, y cánticos a todo pulmón. Las sociedades occidentales llevamos mucho tiempo de juerga, y ahora el organismo nos va a pasar factura por todos los excesos. Nos habíamos adaptado tanto al fin de semana de fiesta que se nos había olvidado que el lunes hay que volver a trabajar; que el maná no cae del cielo; que el esfuerzo y el sacrificio son los únicos motores permanentes del bienestar.

Nos hemos convertido en unas adolescentes malcriados e insatisfechos, pero vulnerables y totalmente dependientes de unos padres. Pero son esos padres los que nos han educado así.

Han sido los partidos de las democracias los que han venido retorciendo el sistema capitalista, buscando la cuadratura del círculo: comer más de lo que tiene el plato. Para conseguir votos han ofrecido más de todo a los niños. Como unos padres divorciados: si papá te compra la bici, yo te regalo un móvil nuevo. Y los niños lo han recibido todo creyendo que era su derecho, y sin dejar de exigir siempre más.¿Quién se atreve a decirle al niño que no? ¿cómo enfrentarse a sus rabietas? ¡no va a ser menos que sus amiguitos! ¿Y qué van a aprender los niños si los padres no se privan de nada y viven en el lujo?

Y cuando la familia está en la ruina, cuando pierden la vivienda, tienen que vender la bici, y les cortan el teléfono hay que despertar del sueño. Primero los niños se enfadan, gritan y tiran cosas al suelo. Después reniegan de sus padres. Y por fin se hacen adultos.

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