Una de las frases más
repetidas últimamente por Pablo Iglesias es la que comienza con “me voy a dejar la piel…”, y termina
con cosas como “para formar un gobierno
de progreso y de cambio”, “para
devolver la dignidad a la gente”, o con cualquier otra afirmación ampulosa
y genérica.
No voy a entrar ahora a
analizar el disparate económico que encierra su famoso documento de 98 páginas,
en su pretensión de aumentar el gasto público de manera ilimitada, en su
intención de aumentar los impuestos, o en su ensoñación de que la Comisión
Europea nos va a permitir seguir disparando el déficit. Tampoco me detendré en el
tono prepotente, en su prioridad por repartir sillones entre los suyos, o en su
proyecto de saltarse la Constitución parcelando la soberanía nacional.
Con ser todo ello muy
preocupante, lo que me parece más grave es lo que encierra su exigencia de que
los magistrados del Tribunal Supremo, el Fiscal General del Estado, y los
principales altos cargos tengan que ser personas alineadas con la ideología del
gobierno. Si Alfonso Guerra mató a Montesquieu, Pablo Iglesias –en consonancia
con lo que hacen sus correligionarios del ayuntamiento de Madrid- quiere eliminar
de su tumba la lápida con su nombre.
Amigos venezolanos que
vivieron la llegada al poder de Hugo Chávez no paran de decirme que esto ya lo
han vivido ellos, que el comandante venezolano enarbolaba las mismas banderas,
prometía los mismos paraísos y exhibía la misma soberbia y el mismo desprecio
hacia los que pensaban de forma diferente.
Lo peor de Podemos no es que
prometa imposibles como Tsipras, no es que se aproveche del sufrimiento y el
descontento de muchos ciudadanos (él los llama “la gente”) para llegar al
poder. Lo peor es que quiere instaurar un nuevo régimen eliminando el
equilibrio de poderes que sostiene a un Estado de Derecho, y en el que todos los organismos del
Estado estén inspirados en la ideología de su régimen excluyente.
Cuarenta años después de la defunción del Movimiento Nacional, Pablo Iglesias pretende introducir el Movimiento Plurinacional. Traduciendo sus palabras a
sus intenciones: va a dejarse la piel para despellejar a la democracia.
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